Los alumnos me afean lo desactualizado de mis referencias audiovisuales. He ido cediendo y, donde antes citaba Friends, ahora recurro a Cómo conocí a vuestra madre. Pero ni por esas. Me duele porque uno se siente envejecer, pero también por mis alumnos, que parecen no ver sino lo que su tiempo les muestra, que solo liban la flor de la actualidad. El futuro se equivoca siempre, el presente con frecuencia y el pasado casi nunca, de modo que despreciar lo que el pasado conserva supone renunciar a un sinnúmero de aciertos. Sirva Blade Runner, una película que solo ha sabido verse hacia atrás, que ha necesitado barrica. De ella dijo Ridley Scott: «Pasó de fiasco a clásico sin haber sido nunca un éxito».
La vi por primera vez 23 años después de su estreno. Desde entonces he vuelto a menudo porque es una obra maestra, al menos eso dicen los que saben y no encuentro razones para oponerme. Es una película antigua, sí, pero en ningún caso inactual, y eso querría que entendieran mis alumnos. Claro que el ciberpunk nace envejecido, pero ahí está la gracia. Entre esas marañas de cables y esas sombras azuladas, bajo los anuncios colosales y la lluvia ininterrumpida, surgen los grandes interrogantes que la trascendencia utiliza a modo de anzuelo desde que el tiempo es tiempo. Y aunque aún no tengo ni idea de qué es ni dónde está la Puerta de Tannhäuser, entiendo lo que Roy dijo unos segundos antes de morir como si lo hubiera leído en mi alma.
Otra ventaja de la permanencia de Blade Runner es que ha generado una literatura a su alrededor que se alimenta de ella y que al mismo tiempo la enriquece, una simbiosis en la que ambas salen ganando. La película de Ridley Scott ya no es solo lo que él quiso que fuera, sino un patrimonio de todos, ahondado por la mirada, las glosas y comentarios de quienes se han sentido empujados a hablar o escribir de ella. Por eso, para verla con nuevos ojos, me hice con Blade Runner; ‘Más humanos que los humanos’ de Juan José Muñoz García. Está publicado por RIALP y acaba de salir a la venta su tercera edición, lo que no está nada mal.
El subtítulo proviene del eslogan de la Tyrell Corporation, la empresa encargada de la fabricación de los replicantes, llamados a sobrepujar en humanidad a los propios humanos. Y es esa oposición, explica Muñoz García, el tema capital de la película, en la que los androides, más concretamente los Nexus-6, «poseen las cualidades genuinamente personales que los auténticos hombres han olvidado […]: conciencia muy desarrollada y gran sentido moral, afán de relaciones, deseo de inmortalidad y búsqueda de su creador». De este modo, los replicantes, más que sustituir a los hombres, vendrían a rellenar el hueco que nosotros motu proprio habríamos dejado. Es decir, más que una amenaza, serían una denuncia o, si es que algo de humanidad queda en nosotros, una advertencia.
El libro de Muñoz García, por su claridad y brevedad, resulta idóneo para iniciarse en el mundo de Blade Runner. Recoge las cuestiones fundamentales, cierto que sucintamente, pero algo más profundo le daría un cariz académico que el libro no busca. Así pues, me parece todo un acierto dentro de lo que entiendo como su cometido. Sin embargo, he de poner una pega. Al final del volumen se añaden un par de apéndices: en uno se compara Blade Runner con Minority Report (Spielberg, 2002), en el otro con la novela de Ishiguro Nunca me abandones. Ambos son pertinentes y esclarecedores, pero no me explico por qué no se ha añadido otro comentando Blade Runner 2049 (Villeneuve, 2017). No estamos hablando de Pocahontas 2, sino de una secuela digna que procura dialogar con su antecesora. Quizás la omisión se deba a que el autor esté preparando un nuevo volumen en ese sentido. Si sirve de algo, a mí me interesaría.