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Me encanta ir a Sevilla. Me siento tremendamente cosmopolita. Ya se sabe que Fernando Villalón decía que el mundo se divide en dos: Sevilla y Cádiz. En Sevilla, visito las antípodas, pues. Y qué hermosas son.
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Fui al ingreso en la Academia de Buenas Letras de mi buen amigo Rafael Sánchez Saus. Estuvo espléndido y particularmente partidario de los Trastámaras en un enclave combativamente pedrista. Al principio creí que nada me iba a gustar tanto como el estrado, pero el discurso, sí.
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En el cuarto de baño coincidí con Alfonso Guerra. E hice una reverencia galante a Blas de Lezo. Últimamente todo lo interesante me pasa en los baños.
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La tarde estuvo a la altura de la mañana. Y tanto, que subimos a la torre de San Bartolomé:
La escalera parecía un Escher o la situación institucional de España:
Arriba se hizo la luz… y Sevilla: