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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Viaje de vuelta

En tren siempre recuerdo aquel poema de José Luis de la Cuesta que lamenta que nunca, jamás, se sentó la chica mona en su asiento de al lado en el tren. A mí me suele pasar lo contrario. En el viaje de ida, volvía a Madrid una chica, delicadamente cansada, de la feria de Sevilla y yo leía silenciosamente a su lado. Pero en el viaje de vuelta estaba un señor y tampoco guapo, aunque bien, elegante. Antes de que me sentase, me dijo si yo era yo. Sí, dije, sin negarme. Resulta que quería haber ido a la charla en el IESE. Qué casualidad. Me compensó lo de la chica que no viajó esta vez a mi lado.

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En el bar había unas señoras (cinco) de unos setenta años, ensayando las coreografías que iban a bailar en la fiesta a la que iban. El ensayo era entusiasta.

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Me fije. Era guapa hasta bostezando. Que ya hay que serlo. Con la sorpesa y la admiración, lo puse en Twitter. Algunos interpretaron que era un poema conyugal, y me pareció extraordinariamente bien, porque yo todo lo veo con ojos conyugales. Y es mi amor por Leonor el que me permite ver con ojos muy limpios la belleza que me cruzo fugaz y bostezadoramente.

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Pasa varias veces una madre joven llevando de la mano a una niña de dos años. Al pasar a mi lado, le dice a la criatura: «Tú vas a estudiar para jueza». Me choca, en parte por una memoria inconsciente, ya que yo oposité dos años a judicatura (fructuosamente, pues allí en la celda me hice poeta del todo). Doy un ligero respingo. Me pregunto si la madre será jueza, y diría que no. ¿Por qué quiere que la niña se dedique a la magistratura?

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En casa, pongo un lavajillas con lo que traía de Madrid.

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Miro el correo. Qué maravilla esta carta. No sé cómo se les ha podido pasar por la cabeza, pero a mí se me ha quedado en el corazón. Este libro lo voy a leer con una atención doble.

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Camino al IES me vuelvo a quedar maravillado por cómo se entreveran, entre ambos Puertos, la tierra y el mar. Ríos, playas y salinas. Viniendo de Castilla, se ve todo más azul. No me extraña que el primer título de Marinero en tierra de Rafael Alberti fuese Mar y tierra.

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