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Siempre que pido un gin water tengo que dar prolijas explicaciones. Anoche, no. Y eso fue un signo de lo bien que fluía la velada. Sin embargo, como hablábamos de lo mucho que influye la literatura y sus leyendas, y pusimos ejemplos, y antes habíamos hablado de Ignacio Peyró, esta vez sí me habría gustado contar que a mí me descubrió la maravilla de la ginebra con agua y mucho hielo y mucho limón, Peyró en su Pompa y circunstancia. Nunca se lo agradeceré bastante. Y a Kingsley Amis y, sobre todo, a Evelyn Waugh –que fue la referencia decisiva, como es lógico–, más.
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Por cierto que el de anoche, sin haber tenido que dar instrucciones, estaba perfecto. También era una mejora completa que no fuese un vaso medio lleno, como al mediodía, sino hasta los mismos bordes, rebosando.