Presumo de ser el primer carlestebanófilo de España. Me pasma su talento, por su visión, por la agilidad y por las referencias vividas y oportunas siempre a mano. El otro día, en una tertulia tuitera, tuvo un momento estelar, como suyo. Hablábamos de maneras de describir el encuentro amoroso, digamos torpemente. Cuando supo encontrar el punto medio, que además era una cima.
En realidad, el punto lo había encontrado Dante, pero Carlos Esteban lo recordó muy oportunamente. Como demuestra el hecho de que zanjara la conversación: ese día ya no tuiteamos más; que también es significativo. La escena es conocida y está en el canto V del Inferno. Describe el enamoramiento hasta la infidelidad de los bellos cuñados Francesca y Paolo.
En mi ámbito más discursivo, incidiré en lo importante que resulta que esa cumbre de la elisión poética, donde el amor alcanza su éxtasis, tan pasional como recatadamente, se dé en el Infierno. Dante, nuevo Orfeo, nos trae, gracias a su lira, de vuelta a Francesca de Rimini, y para siempre, hermosísima, seductora, amante. Con Paolo del brazo o del abrazo, eso también.
