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Un momento de emoción sutil en la comida familiar de hoy. Mis hijos lamentaban que ayer me hubiesen dado —muy amablemente había recalcado yo— otro fino distinto del que hace su madre. Entonces mi padre, que trabajó en esa bodega muchos años y la añora a menudo, nos ha recordado que también en una copa de Tío Pepe de ahora hay vino del que él cuidó.
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Ha contado a sus nietos que Milton Friedman, fascinado por el sistema de criaderas y soleras, calculó matemáticamente qué antigüedad máxima de vino habría en una botella de jerez. El sistema de criaderas, tal y como se ve en la ilustración, consiste en que cada año un tercio como máximo de la bota superior se usa para refrescar las botas de la criadera de abajo, y de la solera (la bota pegada al suelo) se saca igualmente un tercio para las botellas. Se forma una cascada que ríete tú de las del Niágara. Eso hace que las añadas se mezclen, y se confundan, como las generaciones alrededor de la comida familiar. El premio Nobel determinó que en una botella de Jerez había vendimias de hasta hace cuarenta y cinco años.
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«De modo —ha concluido mi padre— que, habiéndome jubilado yo en el 2003, hasta el 2048 también estaréis bebiendo en cada copa de Tío Pepe, un sorbo del vino que estuvo a mi cuidado». ¡Tu vino en mis venas!, hemos brindado.
