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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Touché

Estamos viendo la serie Un caballero en Moscú en familia. Como yo he leído la novela, les comento, sin parar, las infidelidades, ay. Al principio, protestaban, pero ahora me exigen la glosa de las distorsiones. Cualquier cosa que les amosca, preguntan: «¿Esto pasa así en la novela?». Por mi cuenta, les advierto de que en la novela el conde Rostov no se enamora a primera vista tan perdidamente de Urbanova, ni la persigue de esa manera arrastrada. Más tarde, cuando yo estoy en mi despacho, trabajando, Enrique se asoma y me dice que ese cambio, al menos, mejora el libro, porque así, cuando se acuestan, el conde está enamorado. Yo, que estoy concentrado, digo, con el piloto automático: «Sí, sí…»

Pero luego caigo en mi catastrófico caos catequético. Corro al cuarto de Quique. Toc toc. Quería contarte una cosa sobre el conde: «En realidad, querido Quique, estar o no estar enamorado no justifica que dos personas se acuesten sin estar casadas. El sentimentalismo no es una excusa (tan fácil) para saltarse el código moral. El sexo es algo prodigioso: la culminación de una entrega total de vida, que se encarna y se abre al futuro». Me escucha asintiendo. Le digo, a modo de contraste, lo que el otro día me contó Manuel Astur con muchísima gracia: «Un amigo suyo decidió no acostarse con ninguna si no estaba realmente enamorado. Astur no había conocido, en consecuencia, a nadie más enamoradizo que su amigo. Un romántico a mil revoluciones». Enrique se rió. Bien. Pero me repuso: «Tu argumento estaría perfecto si el conde Rostov fuese religioso. No siéndolo, que al menos esté enamorado hace que su aventura tenga un pase».

«No del todo, pero, a primera sangre, digamos que touché. Buenas noches». Tendré que explicarle lo del matrimonio como institución de derecho natural; pero he de estar en plena forma y con más tiempo por delante.

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