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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Tetrágono

Las paradojas verdaderas son gozosas, y la reseña que ha escrito Armando Pego Puigbó de Contramundo, el excelente libro de Carlos Marín-Blázquez, conlleva varias. Arranca mentándonos a Alonso Pinto (Colectánea) y a mí (El vaso medio lleno) para elaborar una compleja figura junto a Marín-Blázquez. Y es curioso que, acabando yo de ángulo de figura compleja, resulte mucho más completo que yendo de figura autónoma. Aquí se ve muy claro:

 

Me permito considerarlos un trío de autores que proyectan, en diversos niveles, una forma ejemplar de la resistencia crítica a la ideología dominante de hoy. Al estilo de García-Máiquez hay que seguirlo de firme, sin distracciones, con una sonrisa; con el de Pinto es preciso rezar sin saber ni el día ni la hora; del de Marín-Blázquez cabe esperar, admirado, consuelo. El primero, evangélico, practica el aforismo poético; el otro, de tan escatológico, el apotegma ensayístico; el último, paradójico, un escolio narrativo. Nos encontramos ante tres ángulos de una sola figura compleja: un conservador; un reaccionario; un contrarrevolucionario.

 

La precisión de juicio de Pego Puigbó es quirúrgica. Los puntos y comas demuestran que estamos ante un maestro de la puntualización. La paradoja que me propina —en el sentido de «propina» como pago excesivo y generoso—, al juntar la sonrisa y el pulso alerta con que hay que leerme, es exquisita. Y, sin embargo, la reseña perpetra una injusticia dolorosa.

 

Una injusticia generosa. El crítico es también autor, pero él se excluye de la figura en aras a la objetividad de su dibujo. Por formación, por intereses, por edad, por estilo breve y vigoroso, por carácter y por destino, su libro El peregrino absoluto es el legítimo cuarto ángulo de esa resistencia crítica a la ideología dominante. Y entonces tendríamos un cuadrilátero, que es una geometría mucho más ajustada al combate de boxeo en curso. Y que también remite al sólido tetrágono que soñó Dante: «Buon tetragono a i colpe di ventura (Paraiso, XVII,24)»

 

Siendo compleja esa figura, Pego Puigbó, ¿qué practica por su lado? ¿Cómo le definiríamos? Practica la glosa desde el margen (no sólo al margen), porque es un recusante. Más allá de su amor por la Inglaterra martirial, estamos ante una vocación intelectual y, en la práctica, ascética. Él se resiste a comulgar con las ruedas de molino de la contemporaneidad (por eso su libro consiste en críticas mordaces y mordientes a los tópicos que nuestro tiempo nos quiere dar ya masticados, regurgitados como papilla). Diríamos, intentando seguir el ritmo de su sistematización crítica, que Armando Pego se deja a nuestro tiempo al lado, para escrutarlo con mejor perspectiva; que Marín-Blázquez le hace frente; que Alonso Pinto lo pone abajo; mientras que yo, intento cogerle las vueltas (y por eso resulto más mareante).

 

Contra todas las apariencias, lo tenemos —a este tiempo— rodeado.

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