Ya llegó que los niños reclamasen su intimidad. Todavía más serio, definitivo e irremediable es lo que me acaba de pasar. Carmen está muy mayor. De la película Charlie y la fábrica de chocolate, lo que más gracia le ha hecho es cuando secuestran al marido de una señora y ésta está dispuesta a pagar cualquier rescate, hasta que le piden el envoltorio dorado de Wonka y entonces pregunta: «¿Cuánto tiempo tengo para pensármelo?». Se monda.
Pero ahora ha venido muy seria a hablar conmigo. «Me he enterado de vuestro peor engaño», me ha dicho. ¿Qué?, musito preocupado. «Es algo que he leído en tu blog?» ¿Cómo?, exulto con entusiasmo. «Sí, papá, a veces entre en tu blogg y leo un poco. Me gusta. Pero hoy estoy triste». Dime. «Me habíais contado que Pukka, con lo que yo la quería, se había muerto en una operación, pero en el blogg cuentas la verdad. La habíais sacrificado».
Sí.
