X
LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Te quería, lo sé, lo supe luego.

Qué gran poeta fue Julio Mariscal, lo sé, lo supe luego. Lo he recordado ahora, cuando me entero que hace unos días se cumplió el centenario redondo de su nacimiento (18 de noviembre de 1922) en Arcos de la Frontera. Si hubiese vivido Aquilino Duque no se me hubiese pasado la fiesta. Pero he ido corriendo a sus poemas y a releer también mis lecturas.

Salgo más admirado aún. Esto le escribe al ciprés de un cementerio: «Aquí donde los hombres se han tendido /… /, tú sigues vertical». Tiene el don del verso: «Cuando estoy solo digo: «De mañana no pasa»». Es capaz de condensar una novela en once sílabas: «Te quería, lo sé, lo supe luego». O unas memorias de infancia en seis versos: «Yo recuerdo la escuela como un lirio, / como una mariposa de colores:/ el beso de mi madre a la partida/ y el beso de mi madre a la llegada. /…/ y os traigo aquí para encontrarme al menos/ puro y sin hiel siquiera unos segundos».

Su localismo es universal: «El pueblo solo y triste como un verso de Heine». «La tarde, tan cansada, con tábanos de estrellas». O imágenes como ésta: «el girasol del tiempo». También tiene a veces un inesperado humor. Recuerda el jaleo de sus comidas familiares y con el postre: «la naranja […]/ como un punto y aparte a nuestras discusiones».

Pero el fragmento, tan caro a mi mala memoria, no hace justicia a sus poemas de una pieza. Por ejemplos:

Dijiste: ¡Para siempre!.

Y te marchaste, breve, entre los pinos.

Y yo – ¡Dios mío! – me iba preguntando:

¿Qué haré con tanta tarde entre las manos?

¿Qué haré cuando me enrede entre las horas?

¿Cuando la estrella clave en mí su nombre?

¿Qué harás, corazón mío?

Y ahora – ya el tiempo alfanje entre nosotros-

me sigo preguntando:

¿Qué haré con tanta tarde, con tanto corazón,

con tanto barro,

si no tengo tus ojos para alzarme?

O este otro, que ya cité entero en mi reseña, pero que no se puede evitar:

.

Me decía mi madre:
«Ahora los libros que después tendrás tiempo.
Ahora los libros».
Y yo guardaba el corazón sin estrenar, ileso,
por teoremas y batallas.

Las tres, las cuatro y a las cinco en punto
la merienda: su leche con galletas.
Mis hermanos mayores perdiéndose en sus cosas
y el cartero de azul galoneado.
Pero a las seis cruzabas tú, el crepúsculo
te traía de la mano y ya Pitágoras
se empolvaba en mi olvido, y ya las rosas
clavadas en la página y el río
como un lejano, muerto crisantemo.

Eran las seis, cuando las nostalgias,
cuando el andar primero de las sombras,
y tú cruzabas y contigo el mundo
que mi madre quería para luego,
pero que yo llevaba entre los ojos.

Y como no hay dos sin tres, otro poema:

OTRA VEZ EL AMOR

¿ Hasta qué oscuro sueño me persigues,
        dardo de amor, locura en lumbre viva ?
        ¿ No me has traído siempre la cizaña?
        ¿ Es que no has pasado por mi sangre
        podrida de alacranes de deseos ?
        Déjame solo, aquí, luchando
        por mi poco de sol y tristeza;
        déjame aquí, clavado en este mundo
        buscando la escalera para el otro.
        Odio o amor, serenidad que fuiste
        antes del primer beso con espinas;
        cazador de añoranzas, carne viva
        para el vinagre gris de tu llegada.
        Pero no quiero, no, no me atosigues
        de nuevo, amor, no vengas a mis horas
        porque si tú te empeñas
        arrojaré de nuevo la cordura,
        haré añicos el alma y el silencio
        y nos iremos juntos por los montes,
        por los prados en flor. Pero no vengas.

También te puede interesar