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Me temo que voy a preocuparos a todos. Como ayer terminé un trabajo que me ha tenido ocupado más horas de las que tenía el día, hoy he decidido celebrarlo con una nueva vida. Y he salido a correr con mi hijo Enrique. Ya veo la cara de preocupación de los sabios que consideran que el deporte está sobrevalorado. Pero es que, después de media hora corriendo a un trote cochinero, me he encontrado fatal y todavía no me hallo. Tras la ducha, seguía sudando extrañamente y sólo el paseo en vespa ha conseguido estabilizar mis constantes vitales. Ahora sé que preocupo a los partidarios de la vida sana. Yo también estoy preocupado: doblemente, con ambos.
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Otro propósito es ponerme ya a esperar nuevos poemas. Mi próximo proyecto es el regreso a la poesía, que he tenido un poco dejada de la mano de Dios durante unos años. Esa dejación no me preocupa, siempre ha sido así. Mi vida tiene ritmo binario. Poesía. Concentración en acabar la carrera. Poesía. Encierro para sacar la oposición. Poesía. Empeño en hacerme articulista. Poesía. Diarios. Poesía. Traducción de de Chesterton, de Quintana y de Shakespeare. Poesía. Paternidad. Poesía. Gracia de Cristo. Poesía. Nuevo ensayo sobre la nobleza de espíritu (este verano). Ahora toca poesía. Lo bonito es que, en Twitter, gracias a Marco Antonio, me he encontrado esta mañana un poema de Roger Wolfe que clava exactamente mi propósito para los dos años que vienen. Me ha impresionado muchísimo, tanto por la sincronía como por la exactitud:
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Sentarme y, bueno, correr algo con moderación, que parece que no me va a venir mal del todo.
