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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Santa Leonor y Leonor santa

El problema del poeta confesional no es la veracidad sino la verosimilitud. A veces leo este poema en público y la gente se piensa que estoy adornándome:

Adornándome… ¡ja! Ayer en la lectura poética en Ávila pude remitirme a los periódicos. Había publicado un artículo en el que celebraba la celebración de los santos, absolutamente superior a los cumpleaños (Jorge Freire me dio, con la generosidad que le caracteriza, un argumento más, decisivo: el indiviudalismo subyacente en celebrar que uno le ha nacido al mundo). Todo bien. El artículo era éste.

¿Y qué tiene que ver con el poema? Esa mañana hablé con Leonor por teléfono y notaba unos extraños silencios expectantes. Al rato me dijo (riéndose): «Oye, ¡que hoy es mi santo!!!». Se me había olvidado por completo, a mí, gran defensor (¡y el mismo día y en la prensa!) de la importancia de las onomásticas. ¿Es o no es el poema susodicho, ay?

Yo concluí en la lectura poética que eso era una prueba de las hechuras morales del poeta, más cantor que actor, como Homero que no participó ni en el asedio ni en la defensa. José Mateos se apresuró a corregirme y dijo que eso era muy típico… de mí. Que la anécdota me retrataba. (O sea, que no retrataba a la generalidad de los poetas.)

Yo me acordé de un cuento divertidísimo de P. G. Wodehouse en que un joven marido, previendo sus despistes, encarga a una floristería que le envíen anualmente a su mujer por su cumpleaños (qué le vamos a hacer, así son los ingleses) un gran ramo de flores con el mensaje: «Con un amor que el tiempo no marchita». Pero esas flores llegan puntualmente y el marido ha olvidado los cumpleaños. Con lo que la mujer, pensando que son de un admirador secreto, las esconde para no darle un disgusto. Etc.

Leonor, sin embargo, santa como la santa de su nombre, ni me afea nada ni me lo esconde. Cuando por fin la felicito muy compungido, ella se ríe más.

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