Emmanuel Carrère lleva años explorándose a sí mismo, pero ahora da una vuelta de tuerca más para contar, con todo lujo de detalles, su paseo por el abismo. Yoga fue, al principio, un proyecto para explicar, de un modo divulgativo, los beneficios que le habían deparado sus escarceos con las religiones orientales, pero, tras una estancia interrumpida abruptamente en un retiro de meditación Vipassana, precisamente en uno de los momentos más esplendorosos de su vida, le azuzó el monstruo de la tristeza.

Carrère perfila su bajada a los infiernos de un modo desencarnado, realista. Y apunta con fidelidad tanto sus sensaciones como las acometidas de la tristeza y sus hondas desesperanzas. Relata cómo, en una fase aguda de su enfermedad, tuvo que ser hospitalizado, así la forma en que fue asumiendo que sufría trastorno bipolar. Desde este punto de vista, escribe sin tapujos toda su experiencia y su lucha por centrarse, buscando en la medida de lo posible hacer una vida normal. 

Como en el resto de sus ensayos, sería difícil determinar ante qué nos encontramos ¿Ensayo o novela? ¿Autobiografía? Aunque probablemente el escritor francés no estaría de acuerdo, se podría decir que ha escrito una suerte de “crónica de autoayuda”, en la que es importante apreciar la conexión que existe entre la superación de los síntomas de su enfermedad con la promoción del yoga y las prácticas religiosas orientales. No se entienda mal: no es que Carrère las recomiende, pero sí que refleja la inquietud espiritual del hombre posmoderna y cómo un creciente anhelo de sentido le conmina a buscar subterfugios, pese a que muchos de ellos prometen más de lo que en realidad pueden satisfacer.

Desde este punto de vista, el ensayo es un retrato en primera persona de la psicología del yo light y lábil que se cierne con la misma vehemencia sobre el veganismo que sobre el sexo. Al hilo de sus experiencias en el retiro y de sus intentos por concentrarse en el ritmo de su respiración mientras permanece arrodillado en una esterilla, el escritor francés explica al neófito en qué consiste meditar, así como los atractivos de hacerlo al modo asiático. 

Carrère, que confiesa que abandonó el cristianismo (puede verse, para ello, su libro El Reino, también publicado por Anagrama), se abandona con desesperación en brazos del yoga para morigerar su ego, incluso antes de que despuntara su dolencia. Pero es justo preguntarse si la naturaleza compasiva y “egoica” de lo oriental es el camino para que el hombre de hoy deje de mirarse el ombligo.  

El francés es un ser obsesionado consigo mismo, con su triunfo, acostumbrado a observar con la sutileza de un entomólogo las dobleces de su espíritu. En definitiva, es un individuo volcado sobre sí y capaz de incitar en el lector compasión y hartazgo a dosis iguales, lo primero porque en estas páginas relata no solo cómo descuella la enfermedad, sino también cómo se desmorona su alrededor -y, entre todo ello, su matrimonio-. Y lo segundo porque puede llegar a cansar esta crónica ininterrumpida en la que nunca se sortea la referencia al yo, ni cesan sus lamentos.