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Reseñas
literarias
Esperanza Ruiz

Whiskas, Satisfyer y Lexatin

por:
Alberto Nahúm García
Editorial
Ediciones Monóculo
Año de Publicación
2021
Categorías
Sinopsis
En Whiskas, Satisfyer y Lexatin, Esperanza Ruiz acomete una doble tarea de deconstrucción y construcción civilizatoria. Primero, como siguiendo el ejemplo de los profetas veterotestamentarios, señala los males que aquejan a nuestra época y luego, quizá para que sus palabras no se nos antojen elegíacas o lacrimógenas, abre una puerta ―un pórtico, casi― a la esperanza. Entre los problemas detectados y desgranados, sobresalen la soledad, un relativismo que ha enfangado todos los ámbitos de nuestra existencia, la zafiedad, un sentimentalismo empalagoso hasta la náusea, el apogeo de las apetencias y el declive de los sacrificios. Entre los motivos para mantenerse en pie, un amor que no se extingue nunca porque el hombre no puede vivir sin él, algunos destellos de belleza, verdad y bien que hoy brillan con más fulgor que nunca, y el testimonio encarnado de un puñado de hombres que, pese a todo, se resisten a ser actuales. Tal vez la mayor virtud de Esperanza Ruiz, esa virtud de la que nace la originalidad de su libro, estribe en tratar estos temas, de apariencia tan sesuda, con la frescura y el desparpajo que el común de los mortales reserva a los asuntos más fútiles. En Whiskas, Satisfyer y Lexatin se concitan la levedad de una escritora que conoce aquella máxima de que las cuestiones más serias deben abordarse con una sonrisa de oreja a oreja y la gravedad de una mirada, la suya, que perfora lo real hasta alcanzar sus mismas entrañas.
Esperanza Ruiz

Whiskas, Satisfyer y Lexatin

Esperanza Ruiz ha emergido como un huracán en las tribunas de opinión conservadoras. Esto implica hacer amigos y enemigos, puesto que todo el mundo sabe que hay noches en las que la escritura en prensa es la continuación de la guerra por otros medios. Y en la batalla cultural —aunque se blanda la bandera de la tolerancia y el diálogo— apenas se hacen prisioneros.

En el caso de esta farmacéutica reconvertida en azote de la progresía, sus armas más afiladas para el combate son una destilada mala leche, una vasta cultura y el coraje para enfrentarse al mainstream sin que parezca que se le rompe una uña en la refriega. Por eso el título de este libro nace de su artículo más divisivo: lejos de atemperarse, la apuesta editorial sube el envite. Con “Whiskas, Satisfyer y Lexatin” (el artículo), Esperanza Ruiz logró enfadar al catolicismo cool, al feminismo de guardia y retaguardia y al tuitero centrado. No era, desde luego, una pieza que aspirara a la mesura analítica. Porque, cuando viste tacones de aguja, a la autora lo que le mola es pisar callos. Dibuja una caricatura del oponente con tanto colmillo (caricatura que, como todas, se asienta en afilar lo más grotesco del enemigo), que duele para quien se entrevea en su bosquejo y arranca carcajadas en todos los demás.

Alimentando esa trinchera, toda la primera parte del libro ajusta cuentas con la actualidad sociopolítica. Y ahí es donde más se le nota a Ruiz su biografía outsider: carece de esa cautela periodística habitual en quien ha hecho amigos tras años de roce con la elite dirigente. Ruiz va a pelo, mascando chicle y fumando. Patrulla la actualidad con la escopeta al hombro, igual de dispuesta a meterle un perdigonazo a la gaviota popular, que a crear un perímetro de seguridad para que cruce la cigüeña con el nasciturus. Los martes toca espantar a las urracas de la tercera ola, los jueves aturdir a los cuervos morados y los domingos azuzar a las palomas buenistas. ¡Pum, pum, pum!

Zurrarse en público por unos ideales, sí, pero sabiendo –la autora lo lleva en el nombre– que el guerrero siempre tiene un hogar al que volver: “Celebremos el otoño, a los poetas, la vendimia y las cartas de amor. Cultivemos el honor y la fidelidad. Juguemos con los niños, besemos porque sí (…). Busquemos el sol, las historias de viejos, las manos curtidas y las llamadas que duran toda la noche. (…) Seamos audaces. Traigamos criaturas al mundo. Mantengamos la esperanza cuando todo parece perdido. Tengamos la fe que precede al milagro”.  

Sin embargo, no todo en este compendio alcanza el mismo tono —por polémico y transgresor— divertidamente flamígero. Sin perder su chispa, el alma de Ruiz aparenta aflojarse el cinturón en la cuarta parte, la dedicada al amor de los abuelos, al deseo de Dios o al cultivo de la belleza. Ahí destaca esa delicia de acordes transalpinos bañados por la nostalgia de esas vidas que nunca protagonizaremos (“Melanzane alla Parmigiana”).

Al asiduo de Libro sobre libro no se le escapará que esta reseña va de parte —Esperanza Ruiz es la colaboradora estrella—, así que la nobleza obliga a mantener cierta higiene crítica apuntando también las carencias de Whiskas, Satysfier y Lexatin. La escritora es tan inteligente que, en su epílogo, en passant, le mete un pescozón preventivo a cualquiera que se le oponga: “La Rochefoucald nos dice que ‘todos culpan en otros lo que en ellos es culpable’. Es decir, aquello que con más ahínco criticamos en los demás, lo que menos indulgencia nos inspira en el prójimo, es el reflejo de nuestros propios defectos. Esto es particularmente cierto en el universo del juntaletrismo”. Por suerte, el moralista francés también advirtió que “hay reproches que alaban, y alabanzas que reprochan”, así que allá vamos, emboscados en su capa.  

El resbalón más evidente es la heterogeneidad del volumen. Los perfiles de políticos e intelectuales de la derecha francesa y española (tercer bloque del libro) casan con la sección dedicada a fustigar las costumbres malasañeras, pero no tanto con los tres cuentos finales. Estos últimos están cosidos por la misma voz, sin duda, pero el viraje de formato deja en offside las andanzas ficcionadas de Toñi, Lili y Amalia. Sobra talento para ampliar la faceta literaria y editarlos, en un futuro, con hermanos de sangre creativa.

La otra astilla es cuando a la autora se le va la mano. Su prosa —un lanzallamas perfumado con Chanel— le sienta mejor al texto cuando centellea la “poligonera” dispuesta a batirse el cobre para defender el verdor de la hierba que cuando emula al prescriptor de moda en la segunda sección del libro. Porque la Ruiz columnista es más de dedo corazón enhiesto que de meñique encogido.

TEMÁTICA
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