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Reseñas
literarias
Alberto Olmos

Tía buena

por:
José María Contreras
Editorial
Círculo de tiza
Año de Publicación
2023
Categorías
Sinopsis

Una travesura filológica está en el origen de este libro: ¿de dónde viene la expresión “tía buena”? La respuesta nos lleva a mediados del siglo xix, cuando el cuerpo de las mujeres empezó a utilizarse para vender todo tipo de productos. Desde entonces se mantiene una constante y no siempre sana capitalización del físico femenino, que el cine y la publicidad han convertido en uno de los negocios más provechosos de todos los tiempos: el negocio de la mirada.

Tía buena es, en efecto, un libro sobre la mirada, sobre mirar a las mujeres, sobre querer ser mirada y sobre las implicaciones fatales que estos avistamientos tienen en las relaciones entre los hombres y las mujeres.

Apoyado en decenas de entrevistas a amigas, conocidas y desconocidas, así como en una exquisita selección de lecturas, Alberto Olmos retuerce la expresión “tía buena” hasta sus últimas consecuencias. ¿Qué es sexy?, ¿por qué aún hoy el éxito de una mujer sigue dependiendo en gran medida de su apariencia?, ¿cómo lidia el feminismo con la aspiración sociocultural de la belleza?, ¿es la belleza un don o puede en ocasiones ser una maldición?

Tía buena es un divertido, inquietante y singular análisis de una de las fuerzas motoras del devenir cotidiano: el capital erótico femenino.

Alberto Olmos

Tía buena

Confieso que Tía buena, la última obra de Alberto Olmos, no ha sido lo que me esperaba. Podría haber leído alguna reseña o entrevista antes, pero no lo hice. Ni siquiera me detuve en la descripción en la web de la editorial. El autor era fiable y el título, seductor. Así que no me lo pensé dos veces y, como lector que adora leer sobre algo que le gusta, porque luego ese algo le gusta aún más, me dejé seducir.

          Esperaba una clasificación analítica de las bellezas femeninas según tipos que todos tenemos en mente. Por ejemplo, la pelirroja. Perspectiva histórica, ontológica y fenomenológica. Los atractivos de la pelirrojez y su aire feérico. ¿La pelirrojez imprime carácter? Subtipos: atlético, lácteo, rubensiano. Las constelaciones pecosas. ¿La pelirroja nace o se hace?: el fracaso del teñido… Pero no. Tía buena ha resultado ser algo distinto y reconozco que mejor. Aunque he de decir que lo otro, un tratado de testosterona intelectualizada, tampoco habría estado mal.

Lo primero que me sorprendió fue que Olmos procurase ver el asunto desde el lado femenino, cosa nada fácil habida cuenta de que los varones, entre los que el propio Olmos se cuenta, tenemos la mirada condicionada, embrujada por el bello sexo. Nuestros pensamientos ante una tía-buena son tan previsibles que, aun callados, podemos considerarlos de dominio público. Ahora bien, ¿qué piensan ellas? ¿Qué sucede en el interior de esas cabecitas tan bien aderezadas?

          Debo puntualizar que ser una tía-buena no es algo accidental o caído del cielo, tampoco una condición que se derive necesariamente de la posesión de ciertos atributos. Fulanita tiene los volúmenes bien repartidos, ergo Fulanita es una tía-buena. No, no basta; se requiere una elección militante que, a Dios gracias, la mayoría de ellas no toma. Define Olmos: «Tía-buena hace referencia a una mujer que, en un entorno concreto, asume un papel de objeto de deseo y mantiene ese papel a toda costa, asumiéndolo como propio». Sé que miran, que me desean, y voy a esforzarme para que siga siendo así. El lenguaje popular dispone de un apelativo para estos casos que no hace falta que yo reproduzca.

          ¿Y de qué sirve tener al personal pecando en sus entretelas contra el sexto mandamiento? Pues está la vanidad, o si quieren, la autoestima. Gustar por lo común no desagrada y seguro libera algún tipo de hormona reconfortante. Sin embargo, gracias a un esforzado trabajo de campo, consistente en entrevistar a mujeres de notorio atractivo por bares y terrazas de Madrid, Olmos constató que las tías-buenas hablaban del sexo «siempre en términos transaccionales y de equilibrios de poder». Es lo que Catherine Hakim llamó capital erótico.

          Tan cierto es que vivimos en una sociedad dominada por los hombres como que la principal flaqueza de los hombres es, precisamente, la mujer. Solo ellas dispensan algo que nosotros ansiamos con desmedida intensidad y que nos puede hacer perder la cabeza. La belleza femenina, sobre todo cuando es «incitante», tiene la capacidad de nublar al varón, de mermarlo, alelarlo, incluso de torcer su voluntad. Todas lo saben. Hasta nosotros lo sabemos. Pues bien, la tía-buena se caracteriza por el empleo sistemático de semejante poder.

          ¿Es esto feminista? Depende. Aquí el debate se enreda. Lo bueno es que Olmos lo aborda con prosa clara y exponiendo las ideas ajenas de la manera más favorecedora. Unas autoras defienden una cosa, otras la contraria, y ninguna de ellas parece decir tonterías. Por un lado están quienes, en la línea con lo anterior, piensan que el capital erótico es el no va más del empoderamiento femenino, el talón de Aquiles del heteropatriarcado. Enfrente encontramos a la conocida socióloga Eva Illouz, para la cual «el capital erótico prorroga la explotación de las mujeres», ya que las pliega a la mirada masculina y, de paso, sostiene la industria de la belleza, aún en manos de los hombres.

          Porque esa es otra: los dineros. Las miradas que concita el cuerpo femenino generan dividendos, por eso en internet a veces avanzas sorteando desnudos como si te hubieras colado en El baño turco. Capitalismo escópico, lo denomina Illouz. Que hay que vender un coche: unos muslos infinitos en el asiento del copiloto. Que hay que vender un perfume: el trasero en penumbra de Charlize Theron. Que da dinero que la gente permanezca el mayor tiempo posible en las redes, pues que ellas se muestren para que ellos se emboben. Por no entrar en el terreno de la pornografía o, más sutilmente, de OnlyFans, una plataforma de prostitución remota en la que la Mala Rodríguez, según sus propias palabras, ha conseguido el hito empoderador de convertirse en su propia proxeneta. Un pequeño paso para la Mala, pero quizás un gran paso para la feminidad.

Sea por imposición cultural del varón o porque la mujer, dueña de sí, quiera capitalizar sus atractivos, estamos en las mismas. Lo que da dinero, y esto lo da, no puede sino crecer, y ya lo envolveremos en la bandera que toque.

          En cualquier caso, el tema es complejo porque afecta a muchos asuntos, algunos indecibles: la diferencia de libido entre hombres y mujeres, los trampantojos del erotismo, la distancia entre la desnudez y el desnudo, el contagio del deseo… en suma, el hombre y la mujer, y en medio, azuzando, el capitalismo. Muchas cosas, pero Olmos las explica bien y sin miedo a decir lo que no debe ser dicho. Por eso merece la pena leerlo, incluso aunque no se detenga en las particularidades de las pelirrojas.