En agosto de 2015, 7 jóvenes españoles viajaron a Irak para conocer de primera mano la lacerante persecución que viven los cristianos en Oriente Medio. En aquel momento, el país estaba en guerra. Regresaron cargados de testimonios asombrosos y de experiencias estremecedoras. En agosto de 2017, de nuevo los 7 jóvenes repitieron viaje. Irak ya no estaba en guerra, había sido liberado. Regresaron con nuevos testimonios, nuevas experiencias y reencuentros, gozosos unos, tristes los otros. Fruto de ambos viajes, fueron los documentales Guardianes de la Fe (2017) y Guardianes de la Paz (2020).El libro Testigos de un genocidio, pretende, con una equilibrada combinación de texto y fotografía, trasladar al lector al Irak en guerra de 2014 y al Irak liberado de 2017. Los 7 jóvenes que viajaron a Oriente Medio, van mostrando al lector las historias de los protagonistas, valiéndose de los reportajes, entrevistas, fotografías y vídeos que realizaron en sus dos viajes. Y es uno de ellos, Jaume, el periodista del equipo, quien hilvana las historias, que siempre son de Fe, de Martirio, de Perdón y de Amor. Las historias que el lector encontrará en Testigos de un genocidio son una pequeña muestra de la realidad que viven actualmente más de 200 millones de cristianos en el mundo. Ellos son los predilectos del Señor.
“Sólo 40 días más y Nínive será derribada” (Jonás 3,1-4).
Recito de memoria la oración de Jonás en el vientre de la ballena y se encuentra entre mis predilectas. Es por ello que la historia de los ninivitas no me es ajena.
La antigua ciudad dedicada a la diosa Ishtar y capital del reino asirio en el 705 a.C. conoció pocos días de gloria, pero sabe mucho de destrucción. En el año 612 a.C. medos y babilonios la redujeron a escombros tras pocos meses de asedio, poniendo fin así al Imperio neoasirio. Jenofonte, en su Anábasis, ya no encontró nada cuando llegó a aquel lugar. Nínive, caída, había quedado sepultada en la arena y olvidada.
El emplazamiento de Nínive se encuentra en la actual Mosul, al norte de Irak, en la orilla oriental del río Tigris y, lo que hoy es una inmensa zona en ruinas, en la antigüedad unía el Índico y el Mediterráneo. Oriente y Occidente, al cabo.
Las llanuras de Nínive constituyen la patria histórica del pueblo asirio. Ocupan el noreste de Mosul y el 40% de su población pertenece a las tradiciones cristianas asirias caldeas que conviven en armonía con minorías yazidíes, una religión preislámica de 4.000 años de existencia cuya ciudad santa es Lalish.
El 3 de agosto de 2014 el Dáesh entró en Sinjar, una región históricamente yazidí en la que residían 40 familias cristianas. Ahora no queda ninguna. El ISIS violó a mujeres y enterró vivos a hombres y niños. Los yazidíes se llevaron la peor parte, puesto que son considerados por los musulmanes como adoradores del diablo. A los cristianos y a los judíos les dan la opción de convertirse al Islam o de huir -en teoría- puesto que se trata de religiones contempladas en el Corán.
La última gran persecución a los cristianos empezó en Mosul. Muchos de ustedes habrán visto, o incluso añadirían la letra nun (de Nazrani, “cristiano” en el Corán) a sus nombres o avatares en redes sociales para mostrarles su apoyo con dicha ocasión. Así es como el Estado Islámico marcaba las casas de los cristianos, con la ayuda delatora de sus vecinos musulmanes, esos que unas semanas antes podían haberles pedido un poco de azúcar o un recado. Una vez localizados, insistían en el acoso, el robo,la conversión, el saqueo de casas y la destrucción de objetos religiosos hasta que les obligaban a huir. En principio a otras ciudades de la llanura de Nínive; después, según fueron cayendo una tras otra, hacia la frontera kurda, custodiada por los peshmerga. Sin embargo, se trataba sólo de un recrudecimiento de la persecución. Desde 2003 los atentados contra los cristianos en Oriente Medio son diarios. En 2010, 50 mártires, incluyendo menores, murieron en la iglesia de Nuestra señora de la Salvación en Bagdad en un ataque a manos del Estado Islámico.
El 6 de agosto de 2014 los islamistas entraban de madrugada en Qaraqosh, el pueblo cristiano más grande de Irak con 60.000 personas y lugar donde se habían refugiado muchos cristianos tras la caída de Mosul, sembrando el terror. Las familias tuvieron que dejar sus casas en mitad de la noche e iniciar una huida a través del desierto, con el sonido de ráfagas de metralleta y gritos de Allahu Ahkbar de fondo. El éxodo de 120.000 personas de la llanura de Nínive a Erbil (Kurdistán iraquí) quedará para siempre en la retina y en las pesadillas de los supervivientes. No todos lo lograron.
Jaume Vives Vives es un joven periodista que en 2014 lee estas noticias en prensa católica, pero no en medios generalistas. No lo acaba de creer. Lo que allí sucede es demasiado grave para que no se esté dando a conocer en Occidente.
Tras un viaje al Líbano venció su escepticismo -la realidad de la persecución a los cristianos era tozuda- y reunió a seis amigos con los que organizó, en agosto de 2015, un viaje a Irak para obtener testimonios de primera mano.
Se enfrentaron cara a cara con el dolor y la destrucción. Constataron que el odio en el corazón humano no tiene límites a la hora de infligir sufrimiento, pero también volvieron con inmensos testimonios de Fe y de perdón. Visitaron ciudades fantasma como Talesskef, último baluarte contra el terrorismo, donde hombres que antes tenían un trabajo y una familia se habían convertido en soldados que defendían a los suyos del horror.
De aquel viaje y tras no pocas vicisitudes lograron sacar adelante el documental Guardianes de la Fe, que aún se proyecta en las salas de cine.
Dos años más tarde, con Irak ya liberado, Jaume y sus amigos quisieron volver a conocer la situación de aquellas personas y mostrarles el documental. Con el material del nuevo viaje montaron Guardianes de la Paz (2020).
El libro Testigos de un genocidio -Los cristianos de Irak– conmociona. Prologada por el obispo Munilla, la magnífica (llama la atención la exquisitez) publicación a cargo de CEU Ediciones hace que casi se pueda sentir en carne propia la experiencia de Vives. Se sufre leyéndolo, no voy a negarlo. Revuelve, espolea. Si alguna vez les quedó “lejos” la situación de sus correligionarios en Oriente Medio sentirán que están en deuda. El periodista relata sin tapujos lo que encuentra, que es miseria y destrucción pero también esperanza. En la primera parte narra el viaje de 2015 a Irak y en la segunda el de 2017, ya derrotado el Estado Islámico, lo que permite al lector conocer el “desenlace” de la situación en que quedaron personas y ciudades. El material fotográfico es vasto, de gran calidad y ayuda a poner rostro a nuestros hermanos perseguidos y a documentar la barbarie.
Por otra parte, las entrevistas a obispos, monjas y sacerdotes consiguen delimitar claramente las causas (políticas y económicas), las consecuencias y las soluciones a lo que allí ocurre. Encontrarán la respuesta a si es posible la convivencia entre musulmanes y cristianos, y el certero análisis que debe poner en guardia a Europa.
Impresionan los testimonios y obligan a la introspección y a la oración. Hayan visto o no los documentales, debemos profundizar en lo que nos muestra Testigos de un genocidio. No se sale igual después de haberlo leído; nuestros motivos de queja nos parecerán obscenos y la magnitud de nuestra fe, algo ridícula.
En 2017 Jaume y su equipo asistieron a la primera Misa celebrada en Mosul desde que fue tomada por el Dáesh en junio de 2014. La ofició el padre Luis Montes, misionero del Instituto del Verbo Encarnado, entre las ruinas del monasterio de San Jorge y rodeados de objetos religiosos destruidos.
Najeeb y Dalal son un matrimonio de ancianos. Por ello no pudieron huir de Qaraqosh aquella aciaga noche del 6 de agosto de 2014 en la que el Dáesh sembró de terror y caos la ciudad. Vivieron veinte días secuestrados por los islamistas en su propia casa. Cuando finalmente les echaron y abandonaron en medio de la nada, anduvieron perdidos en un bosque durante horas, asustados por los aullidos de los lobos y sin fuerzas para seguir debido a su avanzada edad.
Najeeb sufrió gangrena en un pie que tuvo que ser amputado. Duermen en la tercera planta de un centro comercial medio derruido de la ciudad de Erbil, sobre un colchón de 10 cm, compartiendo precariedad con 300 familias cristianas que también lo han perdido todo por no renunciar a su Fe. Cuando Jaume Vives les pregunta si se arrepienten de la decisión de abandonar su casa -frente a la opción de convertirse al Islam- responden: creo y amo a Dios y no me arrepiento. Himani.