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Reseñas
literarias
Gonzalo Santa María

Te lo tenía que contar

por:
Esperanza Ruiz
Editorial
Ediciones Encuentro
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Un libro breve y delicado sobre la necesidad y la alegría de apreciar la vida, el amor y la libertad. Gonzalo Santa María cuenta, con buena pluma y de manera casi epistolar, la llegada a su vida de su esposa, sus hijos, entre ellos Santiago, diagnosticado con autismo, y otros muchos acontecimientos enmarcados en la historia reciente de España que, a través del orden y la perspectiva que da la escritura, el poderlos narrar, le han dado sentido y significado a su vida.
Gonzalo Santa María

Te lo tenía que contar

«Tenemos un tesoro y queremos contarlo». Con esta frase, pronunciada en la presentación del libro Te lo tenía que contar, Gonzalo Santamaría explica por qué necesita hablar de su hijo Santiago. Pero, además,  también podría ser el lema que define el espíritu de cada uno de los  asuntos que se tratan en la obra.

Santamaría  quiere «dar la lata», según dice. Hablar de discapacidad, de hijos, de dificultades y de gozo. Con esa misión y un formato original encara la escritura de su primer libro.  Echando la vista atrás, el camino vital ya recorrido ha estado salpicado de grandes y pequeños eventos –él las llama cumbres– que le han llevado a un puñado de reflexiones valiosas que compartir. La vida, su vida, la de Santi, cualquier vida es un tesoro y hay que contarla.

Lo suyo empieza en los 80 con un entorno de jóvenes sanos, de parroquia, de coro y montaña. Excursiones, camaradería y COU. Hasta que un día aciago, a Johnny le da por morirse. La enfermedad grave de un amigo es la primera de esas cumbres que le toca escalar a Gonzalo. Johnny tenía 19 años cuando fue diagnosticado de un linfoma. Sus amigos estuvieron visitándolo durante los 11 meses que permaneció ingresado hasta aquel 6 de marzo que el autor tiene grabado por siempre en la memoria.

Impresionado por su gratitud y serenidad ante la sentencia de muerte, Gonzalo Santamaría reflexiona sobra la diferencia entre la madurez y la vejez. La juventud de Johnny no fue óbice para que la prueba, afrontada con sencillez y humildad, le hiciera crecer, madurar. Fue lúcido para el discernimiento de lo importante de la vida, cosa que, a veces trae los años, y, otras veces, es patrimonio de un corazón joven y enfermo.

Te lo tenía que contar es un título y también una oración –una plegaria– en la que el complemento indirecto es Johnny.  El libro está escrito a medio camino entre una epístola y una conversación. Santamaría cuenta a los lectores pero Johnny es el interlocutor interpuesto. Así, el autor va explicando a su amigo cómo le ha ido por aquí abajo desde que él está ahí arriba. 

La narración es íntima y detallada; Gonzalo recuerda a la perfección tanto fechas, personas o localizaciones como las enseñanzas o sensaciones que tuvo en sus avatares. Encontrarán, además, algunas trazas de humor (acuérdense especialmente cuando lean el momento en el que el escritor considera que ha tenido lugar un hito en su vida: el desaburguesamiento).

La vida de este licenciado en Filología Hispánica y profesor en el colegio J.H. Newman de Madrid transcurre en el barrio de Santa Eugenia con relativa normalidad hasta el nacimiento de su tercer hijo, Santiago. Las cosas no fueron bien desde el principio pero, al igual que relatan muchos padres en similares circunstancias, fue necesario un periplo por especialistas y centros para poder ponerle nombre al desconcierto. Y al igual que otros muchos padres de hijos con trastornos del espectro autista (TEA), Gonzalo Santamaría no oculta las dificultades –inherentes al diagnóstico o sobrevenidas por la ineficiencia de la Administración– que conlleva la crianza de un hijo con estas características. La diferencia es que su fe, y los hallazgos y reflexiones a las que ha llegado, merecen ser compartidas y meditadas. 

Santamaría piensa que el término «capacidades especiales» es adecuado para las personas con TEA porque eso es lo que observa en su hijo. Una sencillez especial, una capacidad de no poner condiciones reservada para unos cuantos. Arroja luz cuando nos cuenta que Santi será feliz –es feliz– porque su felicidad proviene del amor, no de la competitividad o los logros. Que los «discapacitados» están aquí para sacar lo mejor de nosotros mismos. Y que consiguen, con su mera existencia, lo que a otros nos cuesta tanto esfuerzo: hacer del mundo un lugar mejor.

Sin embargo, el autor ha vivido en primera persona dos hechos más que han marcado nuestra historia como sociedad; por un lado, los atentados del 11M de 2004 y por otro la COVID-19.

En ambos casos el testimonio de primera mano resulta muy emotivo. En la ruptura de los esquemas personales es común quedar atrapado en bucles de tristeza y desesperación. Pero también es posible una renuncia a los propios planes para escuchar lo que los acontecimientos tengan que enseñarnos. Gonzalo Santamaría apuesta por contar, a quien tenga necesidad, lo que él ha entendido en las experiencias límite que ha superado.

Enfermó en aquel fatídico marzo de 2020 y dedica los últimos capítulos del libro a narrar sus días hospitalizado, su estancia en la UCI, sedado, en los que se debatió entre la vida y la muerte y la posterior recuperación. Asimismo, es de interés cómo afectó a la familia con un hijo autista y la incomprensión social a la que se enfrentaron. La nota positiva es que ésta fue compensada con creces por el aluvión de oraciones que sostuvo a Gonzalo y a los suyos en el trance.

Lo que la muerte de Johnny, la discapacidad de Santi y la enfermedad grave ha traído a la vida de Gonzalo es una mirada nueva sobre las limitaciones del ser humano, la confianza en el plan de Dios y la seguridad del Bien, con mayúsculas, que es su hijo – y cualquier persona– con discapacidad.

Y estaba claro que, quien recibe ese tesoro, nos lo tenía que contar.

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