Adriano, Teodosio y Trajano, emperadores. Egeria, escritora y viajera. Los Balbo mayor y menor, lobistas. Quintiliano, pedagogo. Marcial, poeta. Séneca, filósofo. Diocles, piloto de cuadrigas, el mejor auriga de todos los tiempos, y Osio de Córdoba, santo, al que debemos el texto del Credo. Romanos todos ellos. Hispanos todos ellos. España es, primero que todo, Roma, y sin eso no se entiende nada de lo que seríamos después, incluso nada de lo que somos hoy, aun cuando tanta gente (joven) piensa que “latino” sólo es un subgénero musical.
Paco Álvarez, que es un divulgador extraordinario y conoce Roma mejor que la loba de Rómulo y Remo, ya ha abierto campo con dos obras que son referencia: Somos romanos (Edaf) y Estamos locos estos romanos (Modus Operandi). Ahora profundiza con Romanos de aquí, que es, como dice su subtítulo, un entretenidísimo compendio de “historias estupendas de los romanos nacidos en Hispania”. La empresa es impagable, sobre todo por el oscuro momento que vivimos. Hoy las Humanidades están a punto de ser definitivamente desterradas de nuestros programas de enseñanza. Al mismo tiempo, nuestros políticos de aldea se empeñan en reivindicar héroes reales o imaginarios de tiempos protohistóricos para justificar sus pequeñas parcelas de poder local. En un contexto así, es más urgente que nunca recuperar el hilo real de nuestra identidad para no volvernos definitivamente locos. Y una excelente forma de hacerlo es, simplemente, contar historias. Como estas que trae Paco Álvarez en su nuevo libro, donde uno encuentra lo mismo historias picantes que relatos épicos, intrigas políticas y datos sobre construcción, exploraciones mitológicas y rutas de viaje por nuestra romanidad.
Desde Cádiz hasta Galicia pasando por Sevilla, Cartagena, Mérida, Tarragona, Córdoba y, por supuesto, las grandes llanuras castellanas, toda nuestra geografía está llena de huellas de Roma. Somos romanos cuando hablamos y cuando rezamos, entre otras cosas. Hasta nuestro mismo nombre es romano, porque España e Hispania no son dos realidades distintas, sino exactamente la misma. Y quizá lo más importante: es nuestra civilización, la misma que después los españoles llevaríamos por el mundo. Después de todo, no es tan incongruente que a los hispanos, por influencia bárbara, los llamen hoy latinos; porque latinos, al fin y al cabo, somos todos (los que lo somos).
Como este es un libro divulgativo escrito con una finalidad muy concreta, Paco Álvarez cierra el volumen con un capítulo que podríamos definir, por seguir con el latín, como “vocativo”, es decir, para llamar la atención del oyente. El mensaje es este: si dejamos de saber quiénes somos, sencillamente dejaremos de existir. Y somos, en efecto, romanos. Romanos de aquí.