X
Reseñas
literarias
Leila Guerriero

Opus Gelber: Retrato de un pianista

por:
Esperanza Ruiz
Editorial
Anagrama
Año de Publicación
2019
Categorías
Sinopsis
El argentino Bruno Gelber es uno de los cien mejores pianistas del siglo XX. Se inició en el instrumento a los tres años, y su vocación fue tan fuerte que a los siete, cuando contrajo polio, les pidió a sus padres que encajaran el piano en la cama, en la que permaneció postrado durante un año, para poder estudiar. La enfermedad le dejó una parálisis permanente en la pierna izquierda, pero eso no impidió que a los diecinueve se marchara a París y comenzara a estudiar con una de las mejores maestras de aquel tiempo. Poco después, Gelber empezaba a brillar en los mejores escenarios de Europa. En 2013 regresó a Buenos Aires. Allí fue a entrevistarlo, en 2017, la periodista argentina Leila Guerriero. Encontró a un hombre complejo y fascinante, de una fortaleza asombrosa, con gran inteligencia y sentido del humor, entregado al piano pero también interesado en los programas del corazón y la vida de los artistas...
Leila Guerriero

Opus Gelber: Retrato de un pianista

Llego a Gelber por Leila. Leo a Leila Guerriero aquí y allá. En una columna que se hace viral, en otra que habla de mí. Ella no lo sabe pero firma mi biografía. Ella aún no lo sabe pero adivina mi futuro. Escribe y da la clave, me pone sobre la pista, otorga sentido a todas las señales que balizaban mi destino. Quiero saber más de Leila y compro Teoría de la gravedad. Empiezo incontenida, desbordada por una emoción cercana a la envidia. Una vez en mis manos no quiero leer las columnas de Leila porque me hago pequeña, desaparezco, así que pruebo con la narrativa. De esta manera llego a Gelber. Llego a Opus Gelber y Leila no está. No encuentro a Leila en su libro, sólo a Bruno.

En principio es una buena noticia para un autor que borda el periodismo narrativo y los perfiles. La argentina Leila Guerriero es una maestra del género, y el hecho de que en Opus Gelber, una obra acerca de la figura del pianista clásico Bruno Gelber (Buenos Aires, 1941), apenas se la intuya confirma su profesionalidad.

Guerriero apareció un día en el Once, un barrio popular de la capital argentina, y su mundo se tambaleó. Peregrinó sedienta durante un año hasta Corrientes. Gelber la recibía impoluto, teatral, dueño y señor de la atmósfera versallesca del piso doce de Teniente General Juan Domingo Perón.

La idea primitiva de la periodista especializada era, efectivamente, confeccionar una semblanza de uno de los cien mejores pianistas contemporáneos. Tras las primeras entrevistas, Guerriero, seducida,  vivió para las citas con el universo Gelber, le escribió casi 300 páginas, resistió titánicamente el embrujo del maestro.

El músico de ascendencia austríaca Bruno Gelber tenía 76 años entonces, vivía entre alfombras francesas hechas a mano, cortinas con telas traídas de Venecia, paredes pintadas de rojo y sillas estilo Luis XV tapizadas en terciopelo verde. Encargaba al servicio comprar vino y postres de oferta en el supermercado y había puesto su casa a nombre de su chófer. Conocía el protocolo de monarcas y aristócratas para servir la mesa. Llevaba su propia lámpara de plástico, adquirida en un bazar chino, a un restaurante caro, para controlar la iluminación que le favorecía durante una velada.

Gelber enigmático y poderoso; extraño y mitológico. Tras un aspecto físico desconcertante Leila Guerriero descubre y muestra a un hombre profundamente honesto.  Un hombre nacido para la belleza, que hace de la estética una cuestión ética y para el que la música constituye la única razón para seguir cuerdo.

Talento precoz, a los tres años da signos de poseer oído absoluto; contrae la polio a los siete. Su única pregunta acerca de la enfermedad que comenzaba a paralizar su cuerpo fue si podría seguir tocando el piano. Sus padres, también músicos, quitaron los pedales  a uno y lo encajaron en la cama del enfermo. Bruno estudió postrado, no le preocupaba nada más. Quedó con una pierna afectada, con dificultad para caminar y con la belleza del cuerpo y el alma magullada. A la misma edad, descubrió en una revista de su madre cómo usar el delineador de ojos. En casa, en los años 40 se lo permitieron, no dejaría de maquillarse nunca. Los coches, lo bello, la seducción, Brahms.

El «rey del fraseo», como se le conoce, es corpulento, con una pierna raquítica, afuncional , recuerda de manera inquietante a Dilma Rousseff en su ambigüedad casi dimórfica, y posee el don diabólico de la música.  Entiende la rebeldía y la profundidad de Beethoven, le habla en su idioma, no necesita explicaciones.

 Confiesa que se casó a los cinco años con un señor de cola larga, «que a veces se le levantaba»- Gelber es ingenuo y perverso, inofensivo y letal al tiempo- de dientes blancos y negros, en una relación recíproca a la que hasta ahora ha sido fiel.

Bruno paradójico y enigmático, de sexualidad salvaje y pudorosa, enamorado platónicamente de la actriz Laura Hidalgo, sólo perdió la cabeza por un futbolista. Telefonea a diario a la duquesa de Orleans, ha conocido palacios y riquezas, y sólo ve programas de faranduleo en la televisión.

Gelber- Argerich- Barenboim. Gelber. Gelber. Gelber.

Tras leer el libro que firma Guerriero, busco entrevistas en YouTube. Hay que rechazar la mirada morbosa para escuchar al genio, más enfermo de vocación que de poliomielitis. Al pianista con un gran repertorio romántico que ha dado más de cinco mil conciertos en los foros más prestigiosos. Pregunté al maestro Íñigo Pírfano por él y recordó que quizá su padre (el también director de orquesta Pedro Pírfano) le hubiera acompañado en alguna ocasión.

La escritora consigue que veamos la humanidad del ídolo, la valentía, el dolor y el éxito, la soledad. La vida de un hombre con propósito en pos de la belleza. Dotado con un extraordinario talento para la renuncia.

Gelber rengo, fascinante, divino, sufriendo la madre de todos los Edipos –valga la redundancia-, amando la música desde el estado fetal.

Guerriero resistiendo, atada al mástil del barco, la fascinación ejercida por un hombre que vive en lo excepcional. Limitando su reacción espontánea a la atracción. La periodista no se permite atender sus llamadas intempestivas porque se sabe atrapada en la red de seducción que el músico ejerce sobre cada criatura.

Leila Guerriero muestra  su don para el retrato, insinúa el hechizo al que tuvo que hacer frente por parte del músico y reserva su escritura precisa y bella para unas cuantas líneas en Opus Gelber. El resto del libro es una perfecta crónica en la que brilla Bruno Leonardo Gelber.