El novelista italiano Alessandro Baricco (Turín, 1958-) se propuso escribir un libro que reprodujera la cadencia de las olas: “Arena hasta donde se pierde la vista, entre las últimas colinas y el mar —el mar— en el aire frío de una tarde a punto de acabar y bendecida por el viento que sopla siempre del norte. La playa. Y el mar”. Un océano de misterio, de redención, de venganza, de vida. De poesía. De asombro.
Esa secreta arquitectura del mundo —y de los hombres— es la que aspira a desvelar Baricco en este libro hermoso, subyugante en su extrañeza y lírico en su ambición. No es de extrañar que el autor regente una prestigiosa escuela literaria en Turín (bautizada “Scuola Holden” en honor al eterno protagonista de Salinger), puesto que Océano mar es un prodigio de opciones estilísticas y estructurales. Por un lado, la pluma de Baricco es capaz de emular el poema en prosa, de saltar de párrafo y de tabulación para emular una orilla a la que llega el agua, de sustituir un capítulo por la descripción de decenas de cuadros o de juguetear con las repeticiones en la obsesiva, furiosa y aterradora segunda parte del libro (“El vientre del mar”).
Esto nos conduce a la segunda audacia de Océano mar: la estructural. La novela está compartimentada en tres libros que, a su vez, pueden subdividirse en capítulos que se mueven con gracilidad por tiempos y lugares distintos. Esta apertura le otorga al libro un aroma coral, donde el lector va descubriendo progresivamente el cordón umbilical que une a todos estos personajes extravagantes y melancólicos.
Porque, más allá de sus absorbentes artificios retóricos, lo que convierte a Océano mar en una historia perdurable son los inquilinos de la posada Almayer: un hombre que quiere pintar el mar mojando los pinceles en agua salada, un cartógrafo que ansía conocer los límites exactos del océano mientras escribe cartas de amor a una mujer que aún no conoce, un misterioso marinero en busca de revancha, una adolescente que sufre una enfermedad imposible…
Con esta combinación de experimentación estética y caracteres buscando el equilibrio en el fin del mundo, Baricco logra componer un relato magnético e inolvidable que se interroga sobre el ser, el amar, el pertenecer y el perdonar. Una fábula moral en la que el oleaje del realismo mágico descubre que solo el mar será capaz de transportar a sus personajes a un puerto seguro donde sanar sus heridas. Porque “esta es la orilla del mar. Ni tierra ni mar. Es un lugar que no existe”. O quizá sí existe: en la portentosa inventiva de Baricco.