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Reseñas
literarias
Óscar V. Milosz

Miguel Mañara

por:
José María Contreras
Editorial
Ediciones Encuentro
Año de Publicación
2019
Categorías
Sinopsis
Oscar V. Milosz nos presenta un drama inmortal, basado en el personaje histórico que inspiró el mito de don Juan. Pero Miguel Mañara, a diferencia de otros donjuanes, sabe que su deseo es infinito. Y a través de diversos encuentros (don Fernando, Jerónima, el abad) acaba encontrando el Amor que cumple su propio deseo de amar
Óscar V. Milosz

Miguel Mañara

Que yo sepa, está por escribir el Don Juan de nuestros tiempos feministas, turbofeministas, hembristas o como quiera usted llamarlos. Y si no se ha escrito aún, tal vez sea porque no se puede. Quizá las andanzas de un mujeriego, de un reblandecedor de voluntades, sean incompatibles con este empoderamiento torrencial. Sería complicado, por ejemplo, conservar el componente luciferino y profanador. Para que Don Juan sea tal y no un picaflor meramente, se requiere una dosis de escándalo, un desafío a lo considerado más sagrado por sus semejantes. Así, para no apartarse de la senda del mal, tendría que cometer tropelías cuyo solo pensamiento resulte execrable. Podría, se me ocurre, utilizar sus encantos para reconducir lesbianas. O más inconveniente aún: que bajo su influencia las mujeres se descubran repentinamente ansiosas por convertirse en amas de casa. Un propagador del heteropatriarcado. Desde luego la indignación, sin la cual Don Juan devendría Juanillo, sería morrocotuda.

Una recreación bastante reciente, y ya con aroma de estos tiempos nuestros, es la de Joseph Gordon-Levitt con su película Don Jon, de 2013. El protagonista, Jon Martello, embrutecido por la pornografía y consagrado a los escarceos de fin de semana, cosifica a las mujeres, degradándolas a instrumentos para su satisfacción. Sin duda la propuesta es contemporánea, pero la idea de un Don Juan dado al onanismo chirría bastante, la verdad. Con todo, hay que reconocer que la reificación de la mujer, así como la lascivia misógina, están presente desde los orígenes donjuanescos. Otro elemento discutible sería el final edificante: Jon se enamora y descubre que, bajo los atributos femeninos que le tenían embebido el juicio, se oculta, quién lo iba a decir, una persona que siente y padece, que piensa incluso. Según muchos comentadores, algunos aposentados en cátedras, un desenlace feliz es incompatible con el mito porque Don Juan, para ser químicamente puro, no debe, no puede arrepentirse. Por eso hay críticos que le siguen afeando a Zorrilla el angélico final de su Tenorio, lleno de hosannas y campanas al vuelo.

El Don Juan de ley, se supone, está en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, obra tradicionalmente atribuida, con no pocas dudas, a Tirso de Molina. Don Juan, noble y libertino, tras una vida desafiando a los hombres y burlando a las mujeres, tras continuas violaciones de las leyes humanas y, lo que es más grave y acabará acarreándole la perdición, de las leyes divinas, muere sin un punto de contrición, fiel a sí mismo hasta el final, y en consecuencia es engullido por el infierno. Esta es la línea, por así decirlo, canónica. Enfrente estaría la dulcificada o cristianizada, en la cual, por misericordia de Dios o por el benéfico poder transformador de la mujer, Don Juan se arrepiente sobre la bocina y, contra todo pronóstico, va al cielo. Y aunque no fue Zorrilla el primero en optar por la conversión, el éxito y permanencia de su obra lo convierten en referencia obligada cuando se habla de las recreaciones penitentes.

Y esta línea, la adulterada al parecer de los puristas, es la que luego, en un precioso ejemplo de la realidad incorporándose a la literatura, asimilará la figura histórica del sevillano Miguel Mañara, como si Don Juan, frustrado por haber nacido como criatura de la imaginación, estuviese deseoso de cobrar carne. El periplo vital de Mañara (juventud disoluta, matrimonio, viudez, ingreso en la Hermandad de la Santa Caridad y dedicación a los pobres hasta su muerte) ha hecho que sean muchos los autores que, para recrear al Don Juan redimido a partir del XIX, recurran a la figura histórica de Mañara. Fue el caso de los hermanos Machado o de la obra que hoy traigo: Miguel Mañara de Oscar V. Milosz.

La propuesta de Milosz, literato y diplomático, lituano en su momento, hoy bielorruso, consta de 6 cuadros dramáticos, 6 instantáneas que, separadas por grandes elipsis, trazan el recorrido espiritual de su protagonista. Empezamos, como suele decirse, in medias res, con un Mañara que banquetea hastiado, cansado de devorar el mundo, desilusionado de un mal que, pese a su talento y esfuerzo a la hora de perpetrarlo, no ha conseguido colmarlo del todo: «No alcanzar a Dios es, sin lugar a dudas, una minucia, pero perder a Satanás supone un gran dolor y un inmenso aburrimiento sin duda alguna». Pero la Gracia, aprovechando su sed infinita, le tiene preparada una emboscada por medio de Jerónima Carrillo, una inocente, que no cándida, criatura de Dios.

El segundo cuadro, delicioso de principio a fin, recoge un diálogo entre Don Miguel y Jerónima que acaba en compromiso. Ella, que parece de vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte, antes de perdonar sus culpas, las relativiza ―no te vayas a ensoberbecer ahora en el arrepentimiento, le viene a decir―: «Y la mujer es débil, en efecto, pero como el pájaro en el aire y los ratoncillos del campo: ¡no basta quererlos atrapar para cogerlos! Las mujeres saben bien lo que hacen, y no se dejan atrapar más que cuando Dios no está en su corazón, y entonces ya no vale la pena atraparlas». El fragmento es de una belleza que tira de espaldas y, sin embargo, quién se atrevería suscribirlo en la actualidad. La pareja, en suma, se las prometían muy felices, pero Jerónima fallece al poco. Luego vendrá, por parte del viudo, el debate, la ascesis y, finalmente, la muerte en olor de santidad, todo en sintonía con la biografía de Mañara.

A nivel formal hay que decir que la obra es breve, pero verbosa. Pese al formato dramático, carece de acción explícita y todo está sostenido por parlamentos poéticos, elevados, a veces crípticos, siempre literarios, a lo Claudel. Es un texto riquísimo, aunque no fácil. Ambas características, es decir, la brevedad y la exigencia, justifican la doble propuesta de la editorial Encuentro: por un lado, una edición con el texto exento de Milosz; por otro, una comentada por el profesor italiano Franco Nembrini.

Al leer esta última, descubrí que Miguel Mañara es una obra muy frecuentada por Comunión y Liberación, y eso marca la glosa de Nembrini, miembro destacado de dicho movimiento eclesial. Sus comentarios son adaptaciones de un seminario que durante años ha impartido en torno a la obra de Milosz. Advertiré, sin que ello suponga una crítica, que el cometido de Nembrini es más catequético que literario; también que abunda en largas citas de Luigi Guissani, cuya prosa y pensamiento no siempre son claros para los que no estamos acostumbrados a penetrar en su discurso. En cualquier caso, el comentador italiano nunca resta y, en no pocos pasajes, aporta sugerencias esclarecedoras.