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Reseñas
literarias
Julio Ramón Ribeyro

La palabra del mudo

por:
Carlos Marín-Blázquez
Editorial
DeBolsillo
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Un gran clásico de la narrativa breve latinoamericana, en la antología esencial compaginada por el propio autor. Julio Ramón Ribeyro tituló La palabra del mudo al conjunto de sus cuentos, y más tarde destiló su esencia en la presente antología. Clásico incuestionable de la literatura latinoamericana, el volumen hace gala de una gran riqueza literaria y diversidad temática, que el lector encontrará reflejada en textos de corte social («Al pie del acantilado»), fantástico («La insignia») o poético («Los eucaliptos»). Situado al margen del boom de la literatura latinoamericana, Ribeyro fue fiel a sus principios artísticos y eludió siempre la exuberancia en favor de lo marginal y lo cotidiano. Hoy está considerado un maestro de la concisión. Sobre el autor: «Ribeyro es uno de los grandes del siglo XX».Juan José Millás «Hay el mito de que Ribeyro era un escritor de culto, pero en Lima todo el mundo le había leído, era nuestro Stephen King».Santiago Roncagliolo «Uno de los mejores escritores de Perú».Página 12
Julio Ramón Ribeyro

La palabra del mudo

Confieso que hasta hace bien poco no había oído hablar de Julio Ramón Ribeyro. Bajo el título La palabra del mudo, descubrí esta antología de sus relatos mientras paseaba, sin mucha fe, por entre los anaqueles de una librería de un pueblo de playa, donde pasaba unos días de veraneo. La portada, en la que aparece una fotografía del autor en blanco y negro, con el mar al fondo y el pelo revuelto por la brisa, posee la virtud indudable de captar la atención del curioso. Además, recordé en ese momento que, unas semanas atrás, en algún lugar de las redes sociales, había leído un par de referencias encendidamente elogiosas hacia la obra de este escritor peruano fallecido en 1994, a la edad de 65 años. La conjunción de ambos factores, junto a la lectura apresurada de unos cuantos párrafos surgidos al azar mientras hojeaba el libro, bastaron para que me hiciera con él.

Luego, una vez acabada la lectura de sus cuentos, indagué sobre la figura del responsable de estos relatos, coetáneo del Boom de la literatura hispanoamericana, pero que, de modo deliberado o no, había permanecido en un segundo plano en relación a otras luminarias más refulgentes del fenómeno. Sin embargo, en lo que concierne a su calidad literaria, Julio Ramón Ribeyro es, sin duda, un escritor de primer nivel. Lo acredita el puñado de cuentos reunidos aquí bajo un título enigmático, cuyo sentido el propio Ribeyro se toma la molestia de aclarar en las páginas iniciales del volumen. También, en esas primeras páginas, figura una breve introducción que le sirve al autor para establecer las principales referencias de su universo literario: «Oscuros habitantes limeños y sus ilusiones frustradas, escenas de la vida familiar, Miraflores, el mar y los arenales, combates perdidos, militares, borrachines, escritores, hacendados, matones y maleantes, locos, putas, profesores, burócratas…»; para, acto seguido, añadir: «Que ellos —mis cuentos—, tan variados y dispares, fragmentos de mi vida y del mundo como lo vi, puedan, sumados, adquirir cierta unidad y proponer una visión orgánica, coherente, personal de la realidad, es algo que no podría afirmar. Y que tampoco me preocupa demasiado».

No obstante lo aseverado en esas líneas por Ribeyro, lo cierto es que sí es posible localizar algunas regularidades en el desarrollo de su narrativa. Así, en cuanto al estilo, se decanta por la concisión. «El estilo del cuento —afirma el propio autor en el enjundioso decálogo de preceptos que nos brinda en la introducción— debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones». Tal elección facilita una lectura ágil, no cabe duda, si bien el lector debe permanecer atento para no pasar por alto ni un solo detalle formal de la historia, pues cada frase encaja en ella con la precisión de un mecanismo de relojería.

Este virtuosismo verbal se compagina con la recreación de un entorno la mayor parte de las veces acotado a los barrios de la clase media limeña, sometidos por aquel entonces a un acelerado proceso de transformación. Ahí es donde Ribeyro inserta el que, a riesgo de un exceso de reduccionismo por mi parte, considero el núcleo de su manera de entender la vida, y que no es otro que el fracaso de cualquier empeño. Se diría que es en ese punto donde encuentra la verdad de la condición humana. El banquete, Los merengues o Una aventura nocturna, por citar sólo tres títulos, constituyen magníficos ejemplos de cómo toda pretensión por variar el signo de la propia suerte está condenado a estrellarse contra la rompiente hostil de la realidad. Este sesgo fatalista de la cosmovisión de Ribeyro podría aproximar su literatura a algo parecido a un realismo de denuncia, y aun cuando hay cuentos en que tal intención es la predominante (el sobrecogedor Los gallinazos sin plumas o Al pie del acantilado), son más numerosos aquellos otros en los que el naufragio vital del personaje hay que achacarlo a una burla del destino.

Podría entonces sobrevenir otra tentación, la de creer que lo que Ribeyro hace con sus personajes es tratarlos como simples peleles, a fin de que el lector se divierta observándolos desde una perspectiva de superioridad. Pero no es así. Porque lo que consigue Ribeyro es que en esos personajes reconozcamos una sublimación de nuestros propios deseos, rara vez satisfechos en la medida de nuestras exigencias. La frustración se convierte de ese modo en la constante existencial del ser humano. La vida nunca alcanza a dar cumplimiento a todas nuestras expectativas, y menos aún cuando se parte desde una posición de desventaja. Al hilo de ello, pocos relatos ilustran con mayor patetismo ese inextinguible anhelo de ser una persona distinta a quien nos ha tocado que aquél con el que se cierra esta antología: Alienación. El humor soterrado que recorre la narración apenas llega a suavizar el dramático trasfondo de la historia. Con los mimbres que maneja ahí, le hubiera resultado fácil al autor conducir la trama por la vía de la caricatura. Pero no lo hace. Y precisamente la grandeza de Ribeyro estriba en mantener en pie, a través de una mirada en la que, pese al desencanto y el escepticismo, subsiste un aliento de ternura, la humanidad dañada de sus personajes. Y ello quizá por el mismo motivo que le sirve para justificar el título de la antología. Porque —como confiesa en una breve nota al principio de la obra— «El mudo, además de los personajes marginales de mis cuentos, soy yo mismo».

Temática
Antología de cuentos donde el fracaso de los anhelos humanos se suaviza con una visión irónica y enternecida de los personajes.
Te gustará si
Te interesa descubrir a un escritor de primer nivel cuya obra quedó un tanto oscurecida por el renombre de las grandes figuras del boom hispanamericano.
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Un vaso de chicha (bebida típica del Perú y coprotagonista de uno de los relatos).