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Reseñas
literarias
Maurice Dekobra

La Madona de los coches cama

por:
Esperanza Ruiz
Editorial
Impedimenta
Año de Publicación
2018
Categorías
Sinopsis
Lady Diana Wynham es una de las figuras más glamurosas de la nobleza inglesa, acostumbrada a escandalizar a la sociedad británica con sus romances indiscretos y sus escapadas a través del continente, siempre acompañada de su fiel valet, Gérard Séliman, un perfecto caballero que, técnicamente, sigue siendo un príncipe. Sin embargo, tras años de derroche constante, lo único que la puede salvar de la ruina es un campo de pozos petrolíferos que le legó su difunto esposo, el embajador de Reino Unido en San Petersburgo; un campo que ahora ha sido tomado por los bolcheviques. Lady Diana urdirá un plan que llevará al príncipe Séliman a embarcarse en una peligrosa aventura a través de Europa, repleta de espías soviéticos, noches de amor apasionado, un viaje a bordo del mítico Orient Express y grandes dificultades para almorzar con un mínimo de decencia. Una de las primeras novelas de espías del siglo XX, fruto de la inolvidable pluma de Maurice Dekobra. Una trepidante historia de los locos años veinte que poco después de publicarse se convirtió en uno de los mayores best sellers de todos los tiempos.
Maurice Dekobra

La Madona de los coches cama

La Madona de los coches cama es el perfecto “libro del verano” para los que no quieren leer libros de verano. Rescatado en nuestro país por la editorial Impedimenta en septiembre de 2018, en su momento (1925) fue un éxito de ventas que encumbró a su autor, catapultándole al Olimpo de la literatura de la época del jazz, y que incluyó  sus pequeños escándalos, la internalización del fenómeno Dekobra e incluso la prohibición de la venta del libro en Boston, donde fue considerado demasiado irreverente. Un siglo después podemos decir que los destellos picantes de La Madona de los coches cama se agradecen por el ingenio, la sutileza y la elegancia. Despendolarse como lady Diana Wynham, la protagonista,  es arte y don  y debería ser eximente en censuras y confesionarios.

El alma desquiciada y voluble de la aristócrata es “producto del matrimonio de un duque libertino con una escocesa sentimental y romántica, alimentada con las novelas de Walter Scott y criada a orillas de los lochs de aguas tranquilas y elegíacas”. Viuda del embajador de Inglaterra en San Petersburgo está acostumbrada a servir cada uno de sus propios caprichos con condescendencia y presteza, a lo que ayuda su emancipación de contingencias morales, su posición social, su proverbial y voluptuosa belleza y su nada despreciable inteligencia y arrestos.

De esta manera, la “mujer fatal que un día podría quemar sus naves bajo el umbral de la honestidad” igual baila desnuda ante la burguesía en un recital benéfico a favor de los tuberculosos con el solo afán de escandalizar a una sociedad hipócrita y ser portada de tabloides, como que vaga en busca de rudos marineros y hostales mugrientos por pura concupiscencia. Una Circe vestida por la mejor lencera de Londres retozando con desconocidos sobre colchas con agujeros no es sólo una fantasía recurrente, es, como dice el príncipe Séliman, “una filántropa en el sentido más amplio del término”.

Pero hete aquí que la fortuna -y nunca mejor dicho- se muestra esquiva hasta para las criaturas que más ha favorecido alguna vez y un día Diana Wynham se desayuna, ataviada con un salto de cama de crepé de China, eso sí, con la noticia de que la compañía Rubber de Sumatra, cuyas acciones constituyen su mayor fuente de ingresos, se ha declarado en quiebra. Tras maldecir las decisiones económicas de su difunto esposo “repantingado en estos momentos en el Paraíso de los Tragaldabas”, resuelve apostarlo todo a su única carta: una concesión hecha a su marido por Nicolás II de terrenos petrolíferos en Georgia, en esos momentos nacionalizados tras la revolución rusa de octubre de 1917.

Resuelta a recuperar los derechos de explotación de los pozos, envía a su secretario personal a negociar con los soviets a Berlín iniciándose entonces una divertida y dramática aventura de espionaje, trenes, bolcheviques, amantes y celos.

Gérard Dextrier es príncipe Séliman por matrimonio con una americana adinerada. Tras ser despachado por su mujer, al interceptar una aventurilla no consumada con la hijastra de ésta, decide exiliarse a Londres donde se emplea, por devoción, como valet de Lady Diana. La tensión sexual entre ambos jamás satisfecha da paso a una lealtad inusitada que lleva a Séliman, acostumbrado a toda clase de refinamientos y salones de sociedad, a los más oscuros rincones de la Rusia comunista.

La Madona de los coches cama ha sido presentada como una de las primeras novelas de espías del siglo XX. Me inmiscuyo, entonces, en la magnífica sección de Mario Crespo, La posada del almirante Benbow, que deben frecuentar si les gusta el género. Sin embargo, si antes les decía que podríamos considerarla una lectura de verano pero no tanto es porque, además de ser una entretenida obra de ficción, de ritmo vibrante y agudo ingenio, el autor se permite, a través de sus personajes una feroz crítica al comunismo -en fondo, forma, teoría y práctica- y otra, más sutil y mundana a la nobleza británica. Es ficción sí, pero más vale no degustarla con las neuronas achicharradas porque cada diálogo es una joya y pone a prueba nuestra inteligencia.

Maurice Dekobra no solo muestra un gran conocimiento de la psicología femenina sino que, mediante ironía que va y cinismo que viene, retrata la crueldad y las incoherencias de una revolución que instaura el leninismo previo a la Guerra Civil y la posterior república socialista: “El socialismo reformista y pacífico está, no obstante, más cerca del absolutismo de Nicolás II que de la autocracia comunista…Y, sin embargo, las represiones inhumanas del antiguo régimen imperial no han hecho sino cambiar de nombre; el águila bicéfala se ha transformado en estrella roja y la Checa ha reemplazado a la Ojrana”.

También tiene unas amables palabras para Francia: ”Marianne hoy es una coqueta arrepentida a la que manosearon los sans-culottes y que ahora gasta una lencería de lo más burguesa”.

E Inglaterra: “Si Britania se limitara a exportar girls encantadoras y beicon el mundo entero se lo agradecería con el vientre y con…lo demás. Pero Inglaterra padece una hipertrofia del yo, padece el cáncer del egoísmo”.

La clave, por tanto, de La Madona de los coches cama está en la fascinante figura de su autor. Su carácter aventurero y su vida cosmopolita campan por sus anchas en esta novela. Ernest-Maurice Tessier nació en París en 1885. Tras un encuentro con una pitonisa, que adivinaba el porvenir con la ayuda de dos serpientes, adoptó el nombre artístico. De Maurice Dekobra ( deux kobras) se ha dicho que fue el primer extranjero en pisar Nepal y el primer reportero reconvertido en escritor. Amante de Rita Hayworth, dandi, periodista, escritor de best sellers -entendiendo éstos como obras maestras cuyas firmas llegaban a formar colas de 6 Km-, inspirador del personaje de Tintín a Hergé, colega de Chaplin, cazador de tigres e incluso Agente de Inteligencia durante la I Guerra Mundial, no se privaba de un viaje, por exótico y remoto que fuera el destino.

Si les digo que todas estas facetas del Scott Fitzgerald francés, y alguna más, como la de asiduo a los saraos de la smart jet de los locos años 20, se vislumbran en La Madona de los coche cama, quizá les tiente sumergirse este verano en el dekobrismo: el arte de combinar ficción realista y periodismo.

 

Temática:
Novela de espías en los años 20
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La tía Mame
Dónde leerlo:
A bordo del Orient Express
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Un dry martini
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