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Reseñas
literarias
Simon Leys

La felicidad de los pececillos

por:
José María Contreras
Editorial
Acantilado
Año de Publicación
2010
Categorías
Sinopsis

Zhuang Zi y el maestro de lógica Hui Zi se paseaban por el puente del río Hao. Zhuang Zi observó: "¡Mira lo felices que son los pececillos que se agitan ágiles y libres!". Hui Zi objetó: "Si no eres un pez, ¿de dónde sacas que los peces son felices?". "Como tú no eres yo, ¿cómo puedes saber lo que yo sé de la felicidad de los peces?". "Te concedo que yo no soy tú y que, por tanto, no puedo saber lo que tú sabes. Pero como tú no eres pez, no puedes saber si los peces son felices". "Retomemos las cosas des-de un principioùreplicó Zhuang Ziù. Cuando me has preguntado æ¿De dónde sacas que los peces son felices?Æ, la forma misma de tu pregunta implicaba que sabías que yo lo sé. Pero ahora, si quieres saber de dónde lo sé, pues bien, lo sé desde lo alto del puente"-. Simon Leys es una singular voz libre, empeñado en desenmascarar lugares comunes, distorsiones morales y ciegos apriorismos. Autor de una docena de libros, en especial sobre arte y cultura chinas, pero también sobre literatura, el mar y la navegación, escribe regularmente para diversas publicaciones, entre las que destacan La Quinzaine Littéraire y el New York Review of Books. Sus paseos literarios, sus reflexiones sobre el arte y sus crónicas de diversa y variopinta consideración que hoy presentamos en lengua española dan siempre cuenta de una afilada inteligencia y una no menos inextinguible curiosidad en las que, en palabras de J. -F. Revel, -la ciencia y la clarividencia se mezclan maravillosamente con la indignación y la sátira-.

Simon Leys

La felicidad de los pececillos

Desde hace dos años y pico tengo la costumbre de hacer una ficha de cada libro que leo. Por poca sustancia aprovechable que haya encontrado, siempre escribo algo, aunque sea “Lo has leído y eso ya no tiene remedio”. Como es natural, mientras más cositas buenas coseche por el camino, más larga será la ficha. Pues hoy traigo un libro con 15 páginas de comentarios, algo inaudito en mi carpeta de lecturas. Pero la rareza se vuelve aún más significativa porque esas 15 páginas corresponden a un libro de 144. 

Se trata de La felicidad de los pececillos, del belga Simon Leys, conocido en su casa como Pierre Ryckmans. De él me gustan, como del cerdo, hasta los andares. Me gusta hasta Ideas ajenas: una absoluta desfachatez, un libro de subrayados. Me gusta su ensayito sobre Orwell y los libros que escribió denunciando la iniquidad maoísta cuando nadie más lo hacía.

Sin embargo, lo que me gusta por encima de todo, el motivo de mi enamoramiento, son sus ensayos culturales, sus misceláneas sobre arte y literatura. Hay editado un volumen grande, Breviario de saberes inútiles, pero yo les recomiendo el pequeño, La felicidad de los pececillos, entre otras cosas porque siempre tendrán tiempo de acabar en el primero si el segundo les deja un buen sabor de boca.

Leys es principalmente un escritor sobre cultura con la extraordinaria virtud de no enfundarse ninguna camisa de fuerza metodológica. De hecho dice ignorar la diferencia, por ejemplo, entre estructuralistas y deconstruccionistas. Y de eso que se libra, y de eso que nos libra. De ahí que sea tan fresco, tan ameno. Su cultura, vastísima, otea la historia del hombre y al mismo tiempo resulta adánica, ingenua en el buen sentido, maravillada.

Cada una de sus páginas, como dijeron de Chesterton, tiene una felicidad, un hallazgo, suscita una sonrisa en el lector. Se apoya en la inacabable conversación de la cultura y convoca a unos u otros según puedan aportar al tema. Así, para tratar la omisión, es decir, la elocuencia del silencio y la presencia de lo ausente, aparecen Waugh y Welles, Flaubert y Stevenson, y no para fardar de lecturas, sino porque cada una de esas apariciones aporta un tono oportuno, una tesela de esos gozosos y heteróclitos mosaicos que constituyen sus libros. 

Su visión no es sistemática ni rigurosa ni metodológicamente definida; tampoco es del todo ensayística ni del todo periodística. Es, en suma, la mejor manera que encontró para cumplir su objetivo: señalar los destellos de eternidad que el hombre, a base de escribir, pintar, filmar, consigue arrancarle al tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Temática/De qué va:
Sobre todo y sobre nada
Te gustará si:
No estás muerto por dentro
Dónde leerlo:
Donde puedas sonreír solo sin que te tachen de loco
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