A mediados del XVI, cuando el conquistador Francisco Vázquez de Coronado cruzaba lo que hoy es el Suroeste de Estados Unidos, un indio pawne le habló de una ciudad llena de oro y riquezas que se pronunciaba, suponemos, algo parecido a Quiviria. Los españoles conectaron la historia con la vieja leyenda de las siete ciudades, que incluía una de ese nombre, de modo que pasaron un buen tiempo entre barrancos, desfiladeros y mesetas polvorientas en busca de un tesoro que nunca apareció.
Nunca apareció hasta que llegaron Preston y Child, claro: estos maestros del entretenimiento químicamente puro retomaron la leyenda de Quiviria y la convirtieron en un trepidante thriller ambientado en nuestro tiempo. La protagonista es la joven arqueóloga Nora Kelly, quien, siguiendo una pista dejada por su padre muchos años atrás, se aventura en la zona más remota del sur de Utah para recorrer los pasos de Coronado y encontrar los restos de la civilización perdida, enigmáticamente conectada con el Imperio Azteca.
La acompaña en la expedición, entre otros, el periodista Bill Smithback, otro habitual de los libros del dúo de escritores. El personaje más divertido de la partida es el chef Luigi Bonarotti, un genio capaz de preparar auténticas maravillas –“codorniz braseada al coñac y ahumada a la manzana con pomelos y hojas secas de ruca”, por ejemplo- en mitad del desierto, con un simple hornillo de gas.
Pese a la dosis de fantasía que contiene la novela –¡muy elevada, advertimos!-, la historia está exhaustivamente documentada, y contiene fragmentos de conocimiento real sobre la cultura asanazi, las expediciones españolas o las técnicas arqueológicas actuales. Estos elementos de realidad se mezclan con un chorro abundante de imaginación: la brujería ancestral de los indígenas norteamericanos, en particular, tiene un gran peso en la trama. Todo ello ambientado en los bellísimos e inhóspitos paisajes del Oeste, del lago Powell a las últimas estribaciones de las Rocosas: mucha piedra arenisca, cañones y quebradas que quitan el aliento. El lector disfruta de la expedición como si fuera uno de los aventureros, se ilusiona con ellos, se agota como ellos y, en algunos momentos, llega a pasar un poco de miedo.
Preston y Child se hicieron famosos con El ídolo perdido, la loca historia de una bestia que causa estragos en el Museo de Historia Natural de Nueva York. El libro dio inicio a la extensa saga protagonizada por el agente del FBI Aloysius Pendergast, que ha roto récord tras récord en las listas de ventas con una fórmula sencilla: acción, mucho suspense, tramas en el límite de lo verosímil y personajes carismáticos, sin excesivas aspiraciones estilísticas. Quienes sientan vértigo al adentrarse en una serie tan larga –ya van casi veinte entregas-, pueden empezar con esta novela suelta, llena de aventura, intriga e ingenio, que muestra bien las grandes virtudes de la dupla.