Juliano el “Apóstata”, para unos, el “Filósofo” para otros; supo dejar una huella indeleble en la Historia a pesar de su corto paso por la misma. Fue emperador romano de Occidente desde el año 355 y, tras la muerte de su primo Constancio II (361), también del Oriente hasta el año 363.
Fueron tiempos de cambio para Roma: los germanos presionaban en el Rin, los persas apretaban por el Este y el cristianismo ocupaba lugares de poder antes impensables, todo desde que Constantino en el 337 la nombró religión oficial del Estado. El mundo romano estaba cambiando.
Juliano, antes de ser emperador, como César de Constancio en Occidente supo dirigir a sus legiones a través del Rin contra los bárbaros, obteniendo la importante victoria de Estrasburgo en el 357. Luego, en el 363, derrotó al rey persa Sapor a las puertas de Ctesifonte, su propia capital. No fueron pocos los cronistas que vieron en su señor la audacia de Julio César y la determinación de Alejandro Magno.
Pero Juliano estaba destinado a ir contra la corriente natural de la historia. Añoraba los tiempos de la religión tradicional romana, la de sus antepasados más ilustres, y despreciaba a los cristianos, a los que, una vez convertido en Augusto, llamaba “galileos”. Restauró los antiguos templos, volvió a nombrar sacerdotes e inició una nueva era de sacrificios rituales. No obstante, Juliano, no persiguió a los cristianos ni prohibió profesar su religión… Pero los cristianos, ahora poderosos, no se lo iban a poner fácil.
Gore Vidal ha elegido un personaje muy interesante e intrigante para esta novela histórica. Es evidente que este genial escritor se ha documentado en la biografía que redactó sobre él Amiano Marcelino, un militar e historiador romano contemporáneo suyo; además de escudriñar los escritos del propio Juliano, muy aficionado a recoger su pensamiento por escrito.
La novela comienza con un intercambio de correspondencia entre dos de los antiguos maestros de Juliano: Libanio, que residía en Antioquía, y Prisco, que vive en Atenas, en el año 380. El tema de sus cartas es la publicación de las memorias inacabadas de Juliano, puesto que murió con 32 años mientras las escribía durante su campaña en Persia, cuyo manuscrito Prisco se llevó de la tienda de Julián tras su muerte «para su custodia».
Tras estas misivas entre los dos viejos maestros, la mayor parte de la novela se compone del supuesto borrador de la autobiografía de Juliano, con «comentarios a pie de página» tanto de Libanio como de Prisco. A menudo, uno u otro puntualizarán los acontecimientos redactados por Juliano, desde la perspectiva de un espectador interesado, para sugerir que no todo fue exactamente como lo percibió su amado emperador. Además de meter puntos muy cómicos entre medias, desde recordar una anécdota con una prostituta a quejarse de su matrimonio.
De esta forma tan original, bajo la lectura de estos dos eruditos personajes, vamos analizando la vida de Juliano, tanto con sus propias palabras como con las palabras de dos personas que lo conocieron bien. Este formato termina con el relato de su partida hacia Persia en el 363, por causa obvia. Después de eso, Prisco resume los éxitos y fracasos de esa última expedición, basándose en el diario personal de Juliano, que curiosamente también tenía en su poder. ¿Y la lanza que atravesó a Juliano? ¿fue empuñada por un persa o por un traidor cristiano como dice su crónica? La novela termina con Prisco haciendo un viaje a Tracia para descubrir esa verdad.
La comprensión del período por Gore Vidal es excelente, su simpatía por el personaje también. Evidentemente todo esto es resultado de muchos años de meticulosa investigación (el libro fue escrito entre 1959 y 1964), cierto es que Gore Vidal es un académico de la Historia y su mayor éxito en este campo, si se le puede llamar así, es el haber participado en el guion de “Ben Hur” (1959), pero su fama como escritor y divulgador es bien conocida. De ahí que sea capaz de sintetizar, sin faltar al rigor, y hacer amena esta historia tan imaginativa como interesante.
No obstante, si algún fallo tiene este libro es la manera escueta que tiene a la hora de describir las batallas de nuestro personaje, con el que finalmente simpatiza también el lector y quiere ser también testigo de sus éxitos militares; después de todo se trata de un noble romano que se pasa de ser un ratón de biblioteca a convertirse en general victorioso en pocos años. No obstante “Juliano el apóstata”, es un libro riguroso, trabajado, imaginativo y ameno que cualquier persona interesada en el periodo debería tener a mano.