X
Reseñas
literarias
Joris-Karl Huysmans

Grünewald; el retablo de Isenheim

por:
José María Contreras
Editorial
Casimiro
Año de Publicación
2010
Categorías
Sinopsis
Concluido en 1516, el retablo de Isenheim es a la vez naturalista y místico, salvaje y civilizado, franco y retorcido.
Joris-Karl Huysmans

Grünewald; el retablo de Isenheim

La pintura, a diferencia de la literatura, a priori no depende de un código ni se erige sobre la base de una lengua concreta, de manera que su percepción es hasta cierto punto universal. No hace falta siquiera saber de arte. Basta con tener ojos en la cara para que unas cuantas obras te alcancen y unas pocas de ellas te atraviesen.

Estoy seguro de que para muchos será el caso de El retablo de Isenheim, realizado por un tal Matthias Grünewald, autor tan enigmático que ni siquiera está claro que ese fuera su nombre. El retablo está constituido por nueve tablas que actualmente se exponen en el Museo de Unterlinden. De entre ellas suelen destacarse dos: en primer lugar, la crucifixión, donde Cristo, o más bien un colosal jirón de Cristo, araña el aire de un modo que queda reverberando en la retina y en la memoria; en segundo lugar, una resurrección que si bien no se acercará a lo que fue la auténtica resurrección de Cristo, consigue que el resto de representaciones nos parezcan aún más remotas.

La potencia de la obra y las incógnitas en torno al autor componen un misterio artístico que ha seducido a muchos estudiosos a lo largo de la historia. Fue el caso del príncipe del decadentismo, luego converso, Joris-Karl Huysmans, quien abordó la cuestión en su novela Là-bas (1891) y en un largo artículo publicado en El Paseante en 1990. Tanto este último como el fragmento de su novela componen el volumen que hoy traemos, publicado por la madrileña editorial Casimiro.

Por supuesto el texto se justifica en el propio Huysmans y su talento para la écfrasis: el trazo diestro del artista que se convierte en pulso sintáctico, el color que palpita en los adjetivos… Pero, sobre todo, el libro es una oportunidad para acercarse, para tocar casi, la obra de un artista que, en dos, tres ocasiones, llegó a esa extraordinaria altura donde el aire se enrarece y revolotean, magníficas, inasibles, las paradojas.

Así, dice Huysmans que “Grünewald era el más frenético de los realistas”, y dos párrafos después, con igual rotundidad, que “Grünewald era el más fanático de los idealistas”. Y, a la vista de la obra, ambas afirmaciones son ciertas y lo son al unísono. Su retablo, escribe en otra parte, “es a la vez naturalista y místico, salvaje y civilizado, franco y retorcido”; está, al mismo tiempo, por debajo y por encima del hombre; su Cristo, su Cristo clavado en el arco de la cruz, es tan infrahumano como divino.

En ocasiones una obra permanece muda hasta que alguien nos la explica y nos hace apreciar la belleza o el valor que nos había pasado desapercibido. No es el caso. Las obras más conseguidas de Grünewald hablan por sí mismas sin necesidad de glosa de ningún tipo. ¿Para qué acercarse entonces al análisis de Huysmans? Pues para compartir el desconcierto, para multiplicar el asombro.

 

Temática:
Écfrasis de Huysmans del retablo de Isenheim
Léelo mientras escuchas:
La Pasión según san Mateo de J.S. Bach.
También te puede interesar