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Reseñas
literarias
Marta del Riego Anta

Flores de sangre sobre la hierba

por:
Nieves B. Jiménez
Editorial
Eolas Ediciones
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Flores de sangre sobre la hierba es el diario de una mujer que es muchas mujeres: la niña, la adolescente, la adulta. Está la sangre que tienen todos estos poemas desde el cuerpo. Pero también desde el alma: la maternidad, las pérdidas, la posibilidad imposible del amor, el vuelo corto y el abatimiento largo. La fuerza del poema para entrar en la sordidez sin embozo, y para salir de ella con esa extraña ternura, tan personal, que solo encuentra anclaje en los elementos externos (el río, los mirlos, la mujer que da el pecho al bebé, los juncos, la hierba húmeda, los animales…) para conjurar la soledad. Los poemas de Flores de sangre sobre la hierba poseen la capacidad felina de atraernos y, sin solución de continuidad, arañarnos. Con un lenguaje de mixtura original (y natural) entre las palabras de la tierra, las lecturas, y el lenguaje cotidiano, tan urbano, que conforman ese ser híbrido de tantas cosas que se adivinan en el libro, y que seducen por su verdad.
Marta del Riego Anta

Flores de sangre sobre la hierba

Dice Marta del Riego Anta que de todos sus libros este es el que más le ha costado, más ha disfrutado, más le emociona, «y más me aterra. Siempre hay algo muy privado, muy íntimo en un poema». Su frondosa atmósfera poética da pie a unos versos que rompen con la rutina, con el tópico de lo fácil. Como si anidara en un universo onírico, sin quitar ojo a la realidad. Ensambla el dolor por el recuerdo, por la pérdida del ser querido, con poemas tristes y a la vez triunfales así como el constante fluir del tiempo, del presente al pasado, sin perder ese tono íntimo. Y, la valentía de hacer hablar al personaje femenino sobre el deseo sexual. Hay muchas mujeres en este «Flores de sangre sobre la hierba»: la adolescente que tantea el mundo, la madre y la que quiere ser madre y no puede, la hija que habla con su padre muerto y con su madre muerta. Con esa música de fondo que compone el amor por la naturaleza. Valorará el lector entre estos versos el rumor silencioso y generador de vida de los árboles, las alondras…

Marta se enfrentó al reto de poner en pie su poesía sobre el papel. Con emoción sostenida a lo largo del libro. Vida y muerte parecen convivir mezclándose entre recuerdos, olores, oscuridad, el agua que brota y que riega…

Flores y hierba. Dos grandes soportes estructuran este libro, «es un poemario sobre el deseo y sobre la pérdida. Y ambos se entremezclan como los tallos de una enredadera sobre un tronco. Se puede leer como el diario de una mujer -que son muchas mujeres- en un mundo rural: la mujer-niña, su primer amor, la mujer-adulta, la amante, la mujer-madre-no-madre, la huérfana que pierde a sus padres. Hay toda esa sangre que tienen los poemas, el deseo, el deseo de una mujer, y esa melancolía por la pérdida de los padres.

«Agarró las tijeras de esquilar / herrumbre y filo mellado / (como su amor) / herrumbre y filo mellado / y sostuvo un mechón entre sus dedos / con dedicación / concentración». Este poema le dio la clave del título, «Flores de sangre sobre la hierba». Unas tijeras de esquilar, «como las que yo veía rondando por la granja de mi padre, sobre el cabello de ella»… «El título es un verso de uno de los poemas, y me gusta la imagen que provoca: un prado de hierba salpicado de flores de sangre. Sentí -y digo sentí porque hay una parte muy intuitiva en la escritura de poemas- que encajaba muy bien con lo que quería contar: el deseo derramado, el deseo y sus dos caras, la ternura y la violencia».

Un poemario que ha ido creciendo a lo largo de cinco años. Empezó con poemas sueltos y, de pronto, vio que había ahí un momento espiritual, un hilo conductor que los unía: «Es curioso porque todos esos poemas sobre el deseo los escribí cuando mi padre empezó a decaer, no sé si eran una escapatoria, una terapia nocturna -porque están escritos por la noche- contra la tristeza». Y, que huele a hierba y a río y a tierra. Marta no concibe su vida sin la naturaleza: «Crecí en el campo y me enseñaron a amarlo. A amar la tierra. Cuando paso demasiado tiempo lejos del campo, empiezo a sentir que algo no funciona dentro de mí, es como si me faltara el aire. Fíjate que mi heroína favorita de infancia es Heidi, la nieta de un pastor a quien llevan a vivir a la ciudad. Esa morriña, esa nostalgia por sus montañas y por su aldea, me tocaba el corazón. Me sentía plenamente identificada con ella. Esto lo hablé hace poco con el escritor leonés José María Merino. Le pregunté qué libro le había impactado más en sus lecturas de infancia y me dijo que Heidi. Es una nostalgia que siempre llevamos puesta, como una prenda más, los que nacimos en la España rural y tuvimos que desplazarnos a trabajar a una gran ciudad.

El reto de la creación

La poesía es una de sus grandes vocaciones, y hasta ahora no se había atrevido a mostrarla, «¿por qué escribo poesía? Sé que muy poca gente la va a leer y que no voy a ganar dinero. Pero sé que a quienes la leen, les va a conmover. Y con que conmueva a una persona, ya ha merecido la pena. Y claro, es un placer tan grande escribirla. El reto de la creación. Así que es simple: escribo poesía porque disfruto haciéndolo. Además, la poesía tiene una fuerza arrolladora. Cuando mi padre falleció, dejé de escribir, ni siquiera era capaz de concentrarme para leer el periódico, lo único, lo único que podía hacer era leer poesía. ¿Por qué?»

La familia, el amor desgarrado, la maternidad y la maternidad fallida como temas, «o más bien el deseo de ser madre, y el proceso para llegar a serlo. El proceso de una inseminación artificial, por el que pasan tantas mujeres hoy, mujeres que conozco, que me rodean, es durísimo. La mujer se sienta en su rincón cada noche a pincharse hormonas, se convierte en una especie de yonqui de las hormonas. Y también hablo de perder un bebé, cuando la mujer debe abortar porque el bebé ha muerto, cuando dicen ‘no hay latido’. Una expresión terrible, como escuchar una sentencia de muerte. Todo eso, que es dolorosísimo, está en nuestras vidas y todo lo que está en nuestras vidas es digno de ser contado, de ser convertido en literatura, aunque sean temas tabú de los que no se habla. Yo lo he hecho y yo lo he convertido en poesía.

Tal vez estamos ante su libro más autobiográfico, «no sé si es más autobiográfico que mis novelas. En todas mis novelas hay una parte mía, de mis propias experiencias. En este libro, también. Todas esas mujeres que retrato tienen una parte de Marta, pero las historias que cuento no son exactamente mis historias. Algunas sí, otras son ficción, pero una ficción muy pegada a la realidad. Digamos que a través de esa ficción recreo sentimientos que tuve en el pasado y que muchas mujeres tienen o han tenido: el deseo, los celos, la pérdida.

La valentía de hacer hablar al personaje femenino sobre su deseo sexual, entre la razón y los instintos, «creo que sobre el deseo femenino se ha escrito poca poesía. He leído a tantos escritores contando sus deseos masculinos, oh, una cadera, oh, un seno. ¿Y qué pasa con el deseo de una mujer por el cuerpo del hombre? En el poemario se habla de mujeres libres, que se sienten atraídas por los hombres, de mujeres casadas, aburridas de sus maridos, de mujeres que se ríen de sus amantes. Se habla libremente del deseo, sin culpa».

Y, no doblegarse a la moral sexual del entorno. No sólo entregarte sin miedo al placer, sino admitiendo que uno debe intentar ser protagonista de su propia historia… «Existen todavía muchos tabúes en torno al placer femenino. A una mujer le gustan los hombres, tanto como a un hombre le gustan las mujeres. De ahí ese poema: ‘Le sucedía lo siguiente: le gustaban los hombres’, que tiene un punto irónico. Una mujer, por ser madre no deja de sentir deseo. Un matrimonio se puede convertir en una trampa aburrida y una mujer puede sentir deseo por otros hombres. Durante siglos ha estado bien visto que los hombres tuvieran amantes, hasta harenes, ¿qué pasaría si sucediera lo contrario? En el poemario hay una reivindicación de una mujer libre y deseante».

Escritoras que inspiran

El poemario es un homenaje a las poetas. «Cada una de sus partes está introducida por versos de grandísimas escritoras: Sylvia Plath, Louise Glück, Clarice Lispector, Szymborska, Alejandra Pizarnik… Y algunos poemas son homenajes a Yeats, Panero o Claudio Rodríguez. Leopoldo María Panero es un poeta muy potente, que desata polémicas enconadas y no gusta a todo el mundo. A mí me fascina. Pero insisto, sobre todo son las escritoras quienes inspiran el libro. Toda mi adolescencia y juventud me la pasé leyendo libros firmados por hombres. Yo pensaba como un escritor, escribía como un hombre. Hasta que no empecé a leer a mujeres, no encontré mi verdadera voz literaria. Ahora, quizá por compensar, leo más escritoras que escritores», revela.

Y en ese creer definitivamente en su poesía tuvo mucho que ver Antonio Colinas: «Antonio Colinas fue y es mi padrino literario. Desde que leyó mi primer poemario -que no publiqué porque no tenía la calidad suficiente-, me ha alentado a seguir escribiendo. En mi pueblo, La Bañeza, Colinas es un personaje muy relevante. Desde niña veía rondar por casa folletos con sus versos. El poema A orillas del Órbigo, sobre el río que pasa por el pueblo, se convirtió en una especie de himno. Estudiábamos la obra de Colinas en el instituto, y lo que más me fascinaba era que estaba vivo, un poeta al que veías pasear por la calle con su aire ensimismado, al que escuchabas recitar en algún acto. Cuando leía sus poemas, encontraba una relación de amor con la tierra y el paisaje, con la que conectaba absolutamente. Para mí, su figura ha sido decisiva a la hora de convertirme en escritora».

Los versos a su padre contienen especial emoción. Cuando la entrevisté con motivo de Historia íntima del Bernabéu hablamos de él. Me contaba que no le gustaba hacer alarde de nada, «y si algo nos despertaba excesiva pasión, desataba inmediatamente una cascada de reflexiones objetivas, ¿por qué te gusta esto, por qué crees que es mejor que este otro, analízalo, es realmente mejor?»: «Mi padre era una persona con unos valores profundísimos. No podía soportar la mentira, el engaño, la hipocresía. Y sentía un amor verdadero por la tierra que poco a poco nos fue inoculando. Además de su trabajo de secretario de Ayuntamiento, tenía una majada con 700 ovejas, donde pasábamos mucho tiempo. De los tres hermanos, yo era la que más lo acompañaba en sus paseos por el campo, me quedaba en un segundo plano escuchando sus conversaciones con los labradores, los ganaderos, los pastores. Que si la remolacha, que si los regadíos, que si paridera. Y desde niños nos llevaba a excursiones por montes, montañas, pueblos. Recorrimos nuestra tierra, León, y recorrimos España. También nos enseñó a intentar ver la realidad críticamente. Quizá por eso los tres somos escépticos y mantenemos cierta distancia con la actualidad».

Y con mucho humor, lo tenía clarísimo sobre usted, ¡es filotelúrica!… «Ja, ja, ja. Esa es una palabra que se inventó mi padre en una de las presentaciones de mis novelas. Estábamos en mi pueblo, Colinas presentaba la novela, y cuando dimos paso al turno de preguntas, mi padre se puso de pie y empezó a hablar. Me quedé aterrada porque cuando hablaba era muy creativo y podía salir cualquier cosa de su boca. Y dijo que yo era ‘filoterrorista’. Se hizo un silencio en la sala, que estaba a reventar. Y luego se corrigió con media sonrisa: ‘Filotelúrica, del griego Philos, amigo, y del latín Tellus, tierra’. Eso está en un poema porque es un recuerdo imborrable y fue una forma de análisis de mi escritura, una forma de decir, vamos, hija, estoy orgulloso de que hayas heredado mi amor por la tierra. Aún me emociono al recordarlo».

La infancia, la parte salvaje del ser humano

Si la virtud de un buen poeta está en sublimar la realidad para mostrarla, en ocasiones, en toda su crudeza, el poema que abre el libro no deja indiferente. La infancia es lo más complejo, lo más difícil de entender, quizá…, «el poema que abre el libro es la historia de una niña de 13 años al que un pastor intenta violar; y el deseo de esa niña de matarlo. Sí, es fuerte porque a veces sentimos deseos oscuros. Y más en la infancia, que es la parte salvaje del ser humano, cuando aún no ha aprendido a domar esos deseos. Una infancia que está entrando en la adolescencia, cuando una niña no sabe aún en qué consiste ser mujer. Quise escribir algo muy extremo. La escritura está para despertar nuestros sentimientos dormidos».

Cuánta inocencia habrá dejado en el camino… «Yo creo que no tanta. Puedo ser una persona escéptica, pero no cínica. El cinismo es una actitud muy propia del periodismo, y lo digo como periodista, que me queda muy lejos. Soy capaz de emocionarme con muchas cosas, con un paisaje, con la música, con un libro por supuesto, con una persona. Y con el amor. Alguien me dijo que en este libro no había amor. No es cierto, es un libro sobre el deseo, pero también sobre el amor. Lo que no hay es amor romántico, esa cosa cursi que nos han enseñado las novelas victorianas y las películas de Hollywood. Escribí un poema, El hombre del bosque, que es el único escrito desde el punto de vista de un hombre y es una declaración de amor».

Guardan secretos los versos de Flores de sangre sobre la hierba… «Es un poemario arriesgado, hay personas que me dicen, esta no eres tú, no puedes ser tú la autora. Porque hay sexo, violencia, sangre, lágrimas. La vida, lo que hay dentro es la vida. Parte de mi vida. Creo que es un libro valiente, y el libro del que más orgullosa me siento».

«Eres la voz antigua de la tierra» le dijeron una vez. Cuando empezó a escribir y aún no era consciente de ello ya había una corriente subterránea que atravesaba todas sus historias: la relación con la tierra. Lo que buscaba era encontrar esa voz. Y vaya si la ha encontrado…