Al colombiano Pablo Victoria le debemos muchas cosas. Entre otras, el primer libro que rescató la figura de Blas de Lezo. Ahora vuelve a hacer una contribución decisiva con esta nueva obra, El terror bolivariano, cuyo subtítulo lo dice todo: “Guerra y genocidio contra España durante la independencia de Colombia y Venezuela en el siglo XIX”. Porque ese, el de genocida, es el rostro real de Simón Bolívar, personaje mitificado hasta el delirio por la propaganda política pero cuya huella objetiva es simplemente atroz. Simón Bolívar fue, en rigor, un criminal de guerra: ese tipo de caudillo que, ebrio de victoria, gusta de aniquilar civiles. Pero este libro no se limita a la refutación del mito bolivariano. Más allá de eso, estamos ante una glosa monumental del proceso de independencia de los virreinatos que a lo largo de sus más de setecientas páginas va desgranando infinidad de datos cruciales, la mayor parte de ellos ocultados por la retórica de las nuevas repúblicas hispanoamericanas.
Veamos algunos puntos clave. El primero, y ante todo: las guerras de emancipación hispanoamericanas fueron muy fundamentalmente guerras civiles. No fue una guerra de España contra sus colonias y mucho menos contra sus indios. La Corona española nunca tuvo tropas coloniales en ultramar y los indios, en su mayoría, estuvieron al lado de la Corona. Quienes combatieron en los territorios virreinales fueron casi siempre, todos, hispanoamericanos. Unos, fieles a la monarquía española; otros, partidarios de la independencia. Fue una guerra entre criollos, como textualmente dice el autor. Pablo Victoria ahonda en las razones de unos y otros, y también en los movimientos políticos y los juegos de interés que hubo detrás de cada posición. La imagen que sale de esa exploración es la de un mundo virreinal desgarrado por feroces heridas internas. Nada que ver con el tópico de las provincias oprimidas por el cruel imperio. Al contrario, las sociedades virreinales americanas eran frecuentemente mucho más vivibles que las de la Europa de su tiempo, y también en esto Victoria deja abundantes muestras de la obra civilizadora de España en las Indias.
Segundo punto fundamental: nada en el proceso de las independencias hispanoamericanas se entiende si no contemplamos al mismo tiempo la feroz guerra que se estaba librando en Europa, y por eso Victoria dedica algunas páginas a explicar el trágico contexto de la España peninsular, destrozada por la guerra contra Napoleón y envuelta en una crisis política de dimensiones atroces. Pero esa guerra no concernió sólo a España, sino que sus actores principales fueron potencias que aspiraban a conformar su propia hegemonía mundial. Particularmente Gran Bretaña, por supuesto, cuyos intereses políticos fueron determinantes a la hora de prender la mecha de la guerra en América. Estamos acostumbrados a ver nuestra Historia desde el inabarcable ombligo hispano-español. Este libro nos ayuda a poner a la España del XIX en un contexto global, y eso permite entender muchas cosas.
Tercer elemento que subraya Pablo Victoria: la auténtica imagen de Simón Bolívar. La figura tópica de todos los “libertadores” hispanoamericanos es la del héroe romántico que encabeza al pueblo oprimido en busca de su libertad. A ese perfil literario, tan típico del siglo XIX, responden las imágenes convencionales de San Martín, Sucre o, por supuesto, Bolívar, elevados al olimpo por las nuevas repúblicas como padres fundadores. Personajes de óleo épico. Pero la realidad es otra. Y en el caso de Simón Bolívar es una realidad cuyos auténticos colores sólo pueden pintarse con la gama cromática del negro. Renunciamos a enumerar aquí los crímenes del sujeto; el lector podrá descubrirlos, con todo detalle, en este libro.
Las más de setecientas páginas del relato de Pablo Victoria van mucho más allá de esta glosa que aquí presentamos, pero lo dicho puede bastar para definir la importancia de un libro que, además, está muy bien escrito (porque Victoria es un escritor excelente), narrado con agilidad propiamente novelesca y poderosamente guarnecido con toneladas de documentación muy hábilmente repartidas a lo largo del texto. Simplemente imprescindible.