Tiene gracia escribir reseñas para niños y que tus propio hijos se nieguen más a menudo de lo que te gustaría reconocer a leerse los libros que les recomiendas –lo de que tiene gracia es una forma de hablar–. Tengo la sospecha de que Lucas, particularmente, disfruta llevándome la contraria desde que nació, y de que yo entro al trapo una y otra vez desde entonces. He de reconocer que he usado todo tipo de tretas para guiarlos por la senda de los libros que me gustan a mí, y confieso sin ningún tipo de remordimiento que he llegado a pagarles para que se leyeran lo que yo quería. Unas veces he logrado mi objetivo y otras no ha habido forma de convencerlos de que se leyesen ni la primera frase. Con el tiempo, he ido perfeccionando un sistema que me sale más barato y con el que creo que todos salimos ganando: en lugar de perseguirlos, si veo un libro que les puede gustar les leo un par de capítulos o tres en alto. Si se enganchan, continúan ellos; si no, no –y no pasa nada–. La idea es que sepan que ese libro existe, que está mejor de lo que pensaban y que, si se les antoja o les pica la curiosidad, no tienen más que alargar la mano y sacarlo de la estantería. 

Hace tiempo que le tenía echado el ojo a un par de libros de Roger Lancelyn Green –La historia de Troya y Relatos de los héroes griegos, concretamente–, pero no terminaba de decidirme. Por un lado, había pasado relativamente poco desde que leímos juntos Naves negras ante Troya (Vicens-Vives, 2014), de Rosemary Sutcliff, que nos encantó. Por otro, aún no he conseguido que ninguno se anime con el mundo griego, y no quería seguir insistiendo y que acabaran cogiéndole manía al tema. Así que cuando me topé con El libro de los dragones (Siruela, 2021), del mismo autor, pensé “Este sí que sí”.  

El libro de los dragones es una selección estupenda de relatos de dragones, desde la antigua Grecia hasta el siglo XX. Los cuentos están divididos en cuatro secciones: Dragones de la Edad Antigua, Dragones del medievo, Dragones del folclore tradicional y Dragones de tiempos más recientes, con historias de G. K. Chesterton, Andrew Lang, J. R. R. Tolkien, o C. S. Lewis, entre otros. De hecho, el libro está dedicado a Tolkien, y en la dedicatoria Lancelyn Green tira de una cita de su amigo Lewis que me encanta: «Hablábamos sobre dragones, Tolkien y yo, en un bar de Berkshire. El jornalero grandullón, sentado en silencio y fumando de su pipa toda la noche, con un brillo en los ojos, alzó la mirada desde su jarra vacía: “¡Yo los he visto!”, dijo con fiereza.»

Este título pertenece a la colección Las tres edades, de Siruela, que es una de mis favoritas, por diseño y por contenido. Lo de libros para gente de 8 a 88 años suena ya un poco manido, pero no debería porque en general son fantásticos y, efectivamente, se los puede leer cualquiera. La edición es tan bonita, el diseño de Gloria Gauger tan atractivo –cómo brilla el verde, qué acertadísimas las ilustraciones de Carlos Arrojo–, que o lo compraba, o le pegaba un bocao. Lo mejor es que cuando se lo di a los niños ayer diciéndoles que este lo podíamos ir viendo juntos (el largo de las historias es perfecto para ir leyéndolas a salto de mata en el desayuno o antes de ir a dormir), Lucas le echó un vistazo rápido y me sorprendió diciéndome «Este me gustaría leérmelo por mi cuenta, mamá.»