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Reseñas
literarias
Anónimo

El Lazarillo de Tormes

por:
Carlos Marín-Blázquez
Editorial
Año de Publicación
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Sinopsis
Lázaro, hijo de un ladrón y acemilero, queda huérfano en Salamanca. Estará al servicio de diferentes amos (un ciego, un hidalgo arruinado, un clérigo avaricioso, un fraile de la Merced, un buldero farsante, etc.), y ejercerá varios oficios, que permiten al narrador realizar una sátira de los diferentes estamentos de la sociedad de la época y reflexionar con ironía sobre el tema de la honra.    
Anónimo

El Lazarillo de Tormes

En 1554 aparece publicado un pequeño libro destinado a cambiar la historia de la literatura. Pequeño por su brevedad, pero enorme por la repercusión que había de tener en la configuración de una tendencia literaria que marcaría el devenir de las letras occidentales. Con el Lazarillo de Tormes el realismo irrumpe con toda su fuerza desmitificadora en mitad de un panorama dominado por obras de corte idealista. Es, además, la novela que inicia un género, el picaresco, llamado a disfrutar de un fructífero recorrido y a incorporar algunos de sus rasgos fundacionales a la descripción del paisaje sociológico en que todavía nos movemos.

Sin embargo, la denominación de “pícaro” se ha extendido a un exceso de supuestos que desvirtúan su sentido original. De acuerdo a los cánones iniciales, un pícaro es un muchacho perteneciente a la clase social más baja y que debe aprender a sobrevivir mediante pequeños engaños en medio de un mundo que le es completamente hostil. Así sucede con Lázaro de Tormes. A lo largo de un prólogo y siete tratados o capítulos, Lázaro nos cuenta su nacimiento y los padecimientos y desventuras por los que hubo de pasar con los sucesivos amos a quienes iba sirviendo. En tanto clásico indiscutido, el libro se sigue enseñando en los institutos —por ahora— y quizá desmenuzar la peripecia del protagonista no aporte demasiada información novedosa a quienes se tomen el interés de leer esta reseña.

Puede entonces que resulte de mayor provecho mencionar algunos de los aspectos que hacen del Lazarillo un modelo de ruptura en relación a la tradición imperante hasta el momento de su publicación. Se entenderá mejor así dónde radica la genial originalidad de una obra que, como sucedería cincuenta años más tarde con la aparición de El Quijote, y había sucedido cincuenta años antes con La Celestina, sitúa la literatura española en prosa en la cumbre de las letras universales.

En primer lugar, nos encontramos con la novedad —verdaderamente sorprendente para un lector de mediados del siglo XVI— de que un personaje perteneciente a los estratos más bajos de la sociedad, hijo de un padre delincuente y de una madre de dudosa reputación, tome la palabra para contarnos la historia de su vida. El uso de la primera persona por parte de quien a los ojos de sus contemporáneos no dejaría de ser un don nadie resulta un elemento absolutamente moderno. Nuestra sensibilidad está más que acostumbrada a las historias de perdedores contadas por ellos mismo, pero en la época en que apareció El Lazarillo aquello debió de juzgarse una auténtica osadía. Aun así, el libro obtuvo una enorme repercusión, y es que el autor supo encontrar el modo idóneo para justificar que un personaje marginal se atreviera a narrarnos sus peripecias sin que caer por ello fuera del terreno de lo verosímil.

Otro elemento que sitúa la obra en el origen de la novela moderna es la complejidad del personaje protagonista. Habituados a perfiles planos, a personajes cortados por un mismo patrón desde el principio hasta el final de sus respectivas historias, los primeros lectores de El Lazarillo debieron de experimentar algo cercano a una conmoción el verse situados frente a una criatura de ficción cuya psicología evolucionaba a medida que acumulaba  experiencias. Nada más ilustrativo en este sentido que el primer tratado, el del ciego, que comienza con un Lázaro ingenuo y confiado, como corresponde a un niño de corta edad, y acaba, tan solo unos meses más tarde, con un muchacho astuto y resabiado capaz de vengarse de aquél que, además de brindarle los conocimientos necesarios para abrirse paso en la vida, le ha infligido terribles castigos. Estamos ya ante el Lázaro que, sin dejar de ser niño, ha adquirido, a fuerza de necesidad, la dureza interior de un adulto.

El tercer factor que sitúa la obra en unas coordenadas por completo distintas a las que venían siendo habituales en la tradición precedente tiene que ver con su intención de denuncia. Más allá del mero entretenimiento, lo que la novela persigue es poner ante los ojos de los lectores una realidad que merece ser censurada. No hay, sin embargo, ninguna moralina ni discurso edificante que sostengan esa intención. Por el contrario, todo se confía a la inteligencia de un lector que debe sacar sus propias conclusiones de la trama que se le refiere. En pleno siglo XVI, en mitad de una España imperial que sigue extendiendo sus dominios a lo largo y ancho de dos continentes, el autor de El Lazarillo nos cuenta una historia pequeña, mínima, intrascendente, pero que consigue sacar a la luz la problemática que albergaba una sociedad gravemente enferma de injusticia, hambre e hipocresía. Esta actitud crítica es, por supuesto, también genuinamente moderna, y la gran novela realista del siglo XIX sabrá incorporarla al núcleo de sus grandes creaciones.

Al final, lo que tenemos es una obra sorprendente, tan ingeniosa como incisiva, y que pese a las frecuentes notas de humor que la salpican, no deja de sugerir un trasfondo de amargura. La vida del personaje nos sitúa frente a la adversidad de los desposeídos y nos confronta con el destino al que se hallan abocados en razón de su origen humilde. Y la enseñanza final de un Lázaro ya adulto que, de manera un tanto ambigua, insinúa que debe mirar a otro lado cuando, víctima de un engaño conyugal, se arriesga a perder la situación de relativa seguridad que ha logrado conquistar después de tantísimas penalidades, nos interpela a todos nosotros, más de quinientos años después, acerca de las injusticias que, más allá de situarse en un tiempo concreto de la historia, están llamadas a traspasar los límites de su época. Es decir, lo que corresponde a un clásico.

Temática
Las peripecias de un niño que no tiene otra cosa que su ingenio para abrirse paso en el mundo.
Te gustará si
Aprecias la genialidad de una obra que marcó un hito en las letras universales.
Léelo en
Alguna plaza de un pueblo castellano, frente a una copa de vino peleón.
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