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Reseñas
literarias
Rudyard Kipling

El hombre que llegó a ser rey

por:
Iñako Rozas
Editorial
Forcola Ediciones
Año de Publicación
2020
Categorías
Sinopsis
Hubo un tiempo, en aquel mundo perdido de la infancia, en que algunos soñamos con volver a Kafiristán. Evocar su nombre, con ecos de una geografía esotérica de lugares lejanos y de difícil acceso, nos ponía en situación de comenzar una nueva y trepidante aventura. Aquellos lugares, entre la frontera del mundo conocido y el mito, pertenecen a nuestra primera educación sentimental, en la que habitan nombres de leyenda, como Danny Dravot y Peachey Carnehan, sin duda los protagonistas más emblemáticos, junto con Kim de la India, de los relatos de Rudyard Kipling. Esta es una de esas grandes historias que han llenado de sueños nuestras vidas, cuyos personajes nos han deslumbrado con sus pericias y proezas, hazañas llenas de valentía y coraje, de humor, romance y fabulosos tesoros; una de esas historias repletas de truhanes y aventureros que se ven envueltos en el «Gran Juego». Volver a Kafiristán supone adentrarse en lo desconocido, que nos atrae y fascina y donde, de seguro, nos aguardan la gloria y la fortuna, pero también la derrota y la tragedia.
Rudyard Kipling

El hombre que llegó a ser rey

El título del relato The man who would be King, de Rudyard Kipling, ha sido traducido en nuestra lengua de diversas maneras. Algunas editoriales, como esta de Fórcola que ahora manejo, se inclinan por dar por conseguida la corona y hablan de El hombre que llegó a ser rey. Otras, como la de Valdemar en su colección El Club Diógenes, lo dan por intentado, contando la historia de El hombre que pudo reinar. En cualquier caso, la cosa es que no se nos pase en nuestra lista de pendientes este título, traducido como fuere, pues el breve cuento del Nobel, que apenas con cincuenta o sesenta páginas según la edición, es excepcional bajo cualquiera de ellos.

El hombre que llegó a ser rey es un relato, como digo, excepcional, literatura de aventuras, hazañas, histórica, gloria poética, ensalzamiento del Imperio, de la amistad y de los valores. El hombre que llegó a ser rey es, sobre todo, una maravillosa literatura de viajes, género para el que los narradores, especialmente los ingleses, de aquella época fueron maestros artesanos. Y es una literatura de viajes que nos propone, a mi modo de ver, fundamentalmente tres travesías: a Kafiristán, a la amistad y a nuestra infancia.

El primero de esos destinos, Kafiristán, es obvio en el celebre relato, pues El hombre que llegó a ser rey cuenta la historia de dos soldados y caballeros ingleses en la India, Daniel Dravot y Peachey Taliaferro Carnehan, que acuerdan internarse por las montañas de Afganistán rumbo hacia esa misteriosa región del Kafiristán, conocida como el país de los herejes, para proclamarse reyes. Firmado su pacto entre caballeros, «Este Contrato que hacemos tú y yo poniendo como testigo a Dios… Amén y todo eso», se ponen en marcha cumpliendo rigurosamente las estipulaciones en él contenidas. Unas estipulaciones que reflejan claramente el carácter de estos dos hombres y que no son que: 1) ser reyes del mencionado Kafiristán; 2) no entregarse al alcohol, a mujer ninguna para no tener dificultades mientras se arregla el asunto que tienen entre manos; y 3) conducirse con Dignidad y Discreción, y ayudarse en caso de que uno de ellos tenga dificultades. Llegados al avispero de tribus que es el montañoso Kafiristán, serán reconocidos como descendientes de Alejandro Magno por los jefes de dichas tribus para proclamarse, o no, reyes.

El segundo de estos viajes propuestos nos lleva a la historia de una amistad, amistad que ya les adelantaba líneas arriba. Y es que la unión que tienen Peachy y Danny es la de una amistad inquebrantable, esa de la que se predica la cualidad de familia por elección. Una amistad que es del todo predecible, pues la pillería de ambos personajes sólo se ve superada por sus principios caballerosos y una estricta observancia del honor y el deber. La tercera de aquellas travesías que, decía, propone el relato es, quizá, la más importante, pues nos devuelve a nuestra primera educación sentimental. Esa que guarda y en la que habitan personajes de leyenda, a los que ahora se unen Dravot y Carnehan, los protagonistas más emblemáticos, junto con Kim de la India, de los relatos de Kipling.

Y es que El hombre que llegó a ser rey es una de esas grandes historias que han llenado de sueños nuestras vidas y, sobre todo, nuestras infancias, sueños nutridos por todos esos lugares que hemos visitado durante aquellos años de niñez compartiendo las aventuras con unos protagonistas que deslumbraron y quitaron nuestras ganas de acostarnos para seguir, «un ratito más», con la lectura de sus pericias y proezas,  de sus hazañas llenas de valentía y coraje, de humor, de romance, de fabulosos tesoros y enseñanzas.

El hombre que llegó a ser rey se une, indiscutiblemente, a ese listado de historias que deseamos que continúen durante diez, cincuenta o cien páginas más y a las que, por muchas relecturas que lleven encima, siempre anhelamos regresar. Kipling, que sentenció en su If eso de «Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso y tratar a estos dos impostores de la misma manera…», aquí lo hizo aventura. Y una aventura así, bien vale la pena.  

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