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Reseñas
literarias
Dino Buzatti

El desierto de los tártaros

por:
Carlos Marín-Blázquez
Editorial
Alianza Editorial
Año de Publicación
2012
Categorías
Sinopsis
La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado "El desierto de los tártaros", la más célebre novela de Dino Buzzati (1906-1972), proviene tanto del paisaje formal de la fábula que narra, como de la significación que oculta. La historia del oficial Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza sobre la que pende una amenaza aplazada e inconcreta, pero obsesivamente presente, se halla cargada de resonancias que la conectan con algunos de los más hondos problemas de la existencia, como la seguridad como valor contrapuesto a la libertad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades vitales de realización, o la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia.
Dino Buzatti

El desierto de los tártaros

Recién salido de la academia, el joven oficial Giovanni Drogo es enviado a su primer destino: la fortaleza Bastiani. Da comienzo así una etapa en su vida que, aunque debiera estar envuelta en el brillo característico de la aventura y la novedad, desde las primeras páginas de la novela aparece bajo el enfoque de una luz desencantada: «La amargura de dejar por primera vez la vieja casa, donde había nacido a las esperanzas, los temores que entraña todo cambio, la emoción de despedirse de su madre, llenaban su ánimo, sí, pero sobre todo eso pesaba una insistente idea, que no conseguía identificar, como un vago presentimiento de cosas fatales, como si estuviera a punto de iniciar un viaje sin retorno».

Este es el tono que domina El desierto de los tártaros, la novela que hizo célebre a su autor, el escritor italiano Dino Buzzati, y que desde el momento de su publicación en 1940 ha ido, lenta pero imparablemente, sumando un contingente de lectores a los que cautiva la trama de un libro sin historia, la peripecia de un personaje sin épica. En ese sentido, la novela guarda claras similitudes con los planteamientos narrativos de Kafka. La fortaleza a la que llega el joven teniente con la intención de permanecer allí no más de cuatro meses remite al Castillo al que es requerido el agrimensor K sin que, una vez en el interior del recinto, nadie acierte a aclararle el motivo de la llamada. Sin embargo, en el caso de la obra de Buzzati los paisajes opresivos tan caros a Kafka ceden su lugar a vastos espacios naturales, prodigiosamente descritos: una fortaleza que guarda uno de los confines del país, emplazada entre imponentes montañas y frente a una inmensa llanura (el desierto que da título al libro) del que se teme —y al mismo tiempo se desea— que algún día llegue a surgir una amenaza.

Esa espera de acontecimientos heroicos, la posibilidad de una gran batalla siempre diferida, es lo único que da sentido a la vida de los soldados y oficiales que custodian la frontera: «Por esa posibilidad vaga, que parecía volverse cada vez más incierta con el tiempo, hombres hechos y derechos consumían allá arriba la mejor parte de su vida». De ese modo, la fortaleza se convierte en una suerte de trampa para quienes, habiendo ingresado en ella con la expectativa de permanecer un periodo de tiempo breve, dejan pasar entre sus muros la mayor parte de su existencia. Y ello se explica, en parte, por la facilidad con que los hombres destinados en aquel enclave limítrofe dejan que los hábitos del servicio den forma a sus vidas. Hasta tal punto resulta decisiva esta insistencia en la monotonía, esta rutina marcial y sin mayores horizontes, que cuando el protagonista regresa de permiso durante algunas semanas a su ciudad experimenta una profunda sensación de extrañamiento que le hace sentirse como un desplazado, un fuera de lugar, un excluido.

El desierto de los tártaros contiene digresiones de una hondura sublime y de una elegancia casi poética. Bajo el tono general de melancolía que domina la novela, subyace la dialéctica entre la esperanza y la decepción que constituye la materia con la que están amasadas nuestras vidas. Hay también un delicado tratamiento del tema de la soledad, que en el caso que nos ocupa no está mitigada por el habitual recurso a la camaradería entre soldados que comparten un mismo destino. La soledad, por el contrario, aparece retratada en la ardua verdad de sus aristas: «Poco a poco la confianza se debilitaba. Es difícil creer en algo cuando uno está solo y no puede hablar de ello con nadie. Precisamente en esa época Drogo se dio cuenta de que los hombres, por mucho que se quisieran, siempre permanecen alejados; si uno sufre, el dolor es completamente suyo, ningún otro puede tomar para sí ni una mínima parte; si uno sufre, no por eso los otros sienten el daño, aunque el amor sea grande, y eso provoca la soledad en la vida».

Pero si hubiera que señalar al protagonista absoluto de la novela, yo me decantaría por un elemento que, sin ostentar una presencia explícita en la narración, es la sustancia que informa todo el discurrir de la obra: el tiempo. Es el tiempo el que poco a poco va consumiendo las vidas de los personajes, sin que apenas se percaten de ello. Es el tiempo que juega con las ilusiones de los hombres y les hace creer, mientras aún son jóvenes, que las grandes cosas de la vida (el amor, el reconocimiento, la gloria) están ahí mismo, al alcance, y no hace falta apresurarse porque todavía existe un ancho margen de días a su disposición para lograrlas. Pero todo es una ilusión, un ardid para engañarnos a nosotros mismos, un inane pretexto con el que otorgar algún significado a nuestra espera. La novela alcanza por esta vía, en su desenlace, un punto de amargura relacionado con el paulatino estrechamiento de nuestras expectativas personales. Sin embargo, eso es algo que no le resta un ápice a su belleza y a esa forma de discreta grandiosidad en la derrota que nos sugiere la vida de Giovanni Drogo. Leer El desierto de los tártaros es adentrarse en una experiencia ajena a la índole de la mayor parte de la literatura que se cultiva en la actualidad. Una experiencia que exige demora y atención, y proporciona, a cambio, el placer que sólo depara lo excelso.

Temática
La vida de un oficial destinado en una lejana fortaleza da pie a una reflexión acerca del sentido de la vida.
Te gustará si
aprecias esa parte de la literatura contemporánea que se pregunta sobre el lugar del hombre en un mundo crecientemente absurdo.
Léelo
frente al mar, que es lo más parecido a un desierto que encontrarás este verano.
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