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Reseñas
literarias
Antonio Sánchez Jiménez

El caso del caballero Gesualdo

por:
Jesús Beades
Editorial
Reino de Cordelia
Año de Publicación
2020
Categorías
Sinopsis
La noche del 29 de octubre de 1590, Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, irrumpe armado en la habitación de su esposa. En pocos minutos, la degüella y acaba también con el duque de Andria, al sorprenderlos a ambos desnudos en el mismo lecho. Veintitrés años después, ya en su vejez, Gesualdo es denunciado ante el virrey de Nápoles por sus contactos con fantasmas, brujerías y las extrañas penitencias a las que se somete. Desde España, el rey Felipe iii envía un juez pesquisidor, don Diego de Carriazo, con órdenes de que trate el asunto con discreción y eche tierra sobre los tormentos que asolan al noble, famoso por sus madrigales y otras composiciones musicales. Por deseo del papa, Carriazo será asistido por un sangriento inquisidor, el padre Hueso, obsesionado con el mal, que nubla la razón con sus inquietantes sombras.
Antonio Sánchez Jiménez

El caso del caballero Gesualdo

La novela histórica compite en ventas con el thriller. El thriller te da el gustito de la tensión, la anticipación y la recompensa demorada. Es el page turner por antonomasia, saber quién mató al conde, quién violó a la doncella, cómo narices hizo desaparecer el cuchillo. La novela histórica procede de otra forma, le da al lector la sensación (más falsa que un euro de plástico) de ser una persona exquisita y cultivada y de estar aprendiendo mucho sobre una época.

Mucha gente habla de los celos asesinos de Salieri contra Mozart, porque así lo decidió el guion de Amadeus, de Milos Forman. La historia de la película es fascinante, dramática y absolutamente falsa. Salieri fue un músico muy respetado en su época, con éxito, y admiraba a Mozart, pero la trama de Milos Forman tiene la universalidad de los mitos: el mediocre que tiene la suficiente lucidez para saber que lo es, y envidia a muerte al genio.

Cierto es que, de camino, se pueden aprender un par de cosas de Historia porque nos animemos a abrir un libro de ídem. Pero no es su cometido. La labor de la novela histórica, como toda literatura, es deleitar. Entenderá el lector –ya me van conociendo– que todo esto lo digo para concluir mi párrafo así: El caso del caballero Gesualdo lo consigue. En mi caso con más mérito, puesto que apenas he dado una oportunidad a una novela histórica, con excepciones como El manuscrito carmesí, de Antonio Gala, sobre la vida de Boabdil el Chico. O La luz apacible, de Louis de Vohl, que trata sobre la vida de Santo Tomás de Aquino. Ese hombre consiguió que una vida apasionante «por dentro» –su teología ha fundamentado la Cristiandad occidental durante siglos– lo fuese también por fuera, ambientando la época, maximizando su conflicto familiar y su confrontación con los cátaros.

El libro de Antonio Sánchez Jiménez parte del presupuesto contrario, pues la vida de Gesualdo es apasionante aunque te la cuente el vecino del quinto, así que te preguntas: ¿habrá estado a la altura? (El lector avispado volverá a decir: que, sí, Beades, que está a la altura, ya lo hemos pillado). Además, consigue lo que autores de muchas más ventas, unir lo histórico y el thriller, y encima con el planteamiento de judonit, más clásico que un pijama celeste. La particularidad de esta judonit es que su estructura es dialogada, teatral, como si fueran actas de un juicio, además de una parte epistolar. El resultado es sorprendentemente ágil y ameno.

Gesualdo lo pone a huevo

Desde luego, el caso de Gesualdo es un caramelito para el novelista histórico. Hay incluso un documental de Werner Herzog, Tod für fünf Stimmen (Muerte a cinco voces), que es lo más notable sobre este motivo en el audiovisual. Los hechos que se conocen son truculentos, y los que no se conocen dejan el suficiente espacio a la novelería y la conjetura.

Decíamos ayer que, para muchos, el descubrimiento de la polifonía vocal de este noble compositor ha sido una revelación, un deslumbramiento. ¿Quién fue este personaje, que pudo escribir entre el siglo XVI y XVII una música tan turbadora, tan libre y extraña, tan hermosa? Sobrino de San Carlo Borromeo, sobrino nieto del Papa, Conde de Conza, Príncipe de Venosa, el 29 de octubre de 1590 descubrió en flagrante adulterio a su esposa, Maria D’Avalos, con Fabrizio Carafa, duque de Andria, y los asesinó, destrozando sus cuerpos. Huyó a su castillo y allí permaneció recluido mucho tiempo, se casó en segundas nupcias, y sus dos hijos –de sendos matrimonios– murieron. En sus últimos tiempos se daba a mortificaciones extremas, flagelaciones sangrientas que tal vez fueron las que provocaron su muerte en extrañas circunstancias. ¿Quién da más? Por la decima parte te montan un Sálvame Deluxe durante tres meses.

Más española que italiana

El autor de esta novela, doctor por Salamanca y especialista en Lope de Vega, hace gala de su profundo conocimiento del Siglo de Oro español y lo pone al servicio de los personajes, dotándolos de una dicción y una socarronería muy barrocas. En ese sentido, el anacronismo de trazo fino (no el brochazo gordo de los novelistas sin estudios), inevitable en toda novela histórica, apenas se deja sentir. Salvo alguna gracieta aislada –alguna autorreferencia, como la crítica a las «novelas dialogadas»–, logra un castellano muy actual y fluido pero con maneras y giros del XVII.

Este asunto del tono es el verdaderamente decisivo en una novela histórica, más que fechas, hechos y reyes. Es donde fracasa por pastiche o triunfa al hacernos entrar. Al margen de la trama de fondo –las quejas por unos supuestos fantasmas que acosan a don Carlo en su castillo–, con implicaciones geopolíticas muy delicadas entre la Corona y el Papado, el Santo Oficio y la autoridad secular, el verdadero campo de batalla, la virtud de este libro, es verbal. El intercambio de pullas, lisonjas, citas y admoniciones entre el pesquisidor Carriazo, el inquisidor padre Hueso y el dottore Ballarín, son el nervio del disfrute y el carril por donde discurre ágil la lectura. El afán de Hueso por ver demonios y brujas contra el escepticismo irónico de Carriazo que ve explicaciones más pedestres a los sucesos extraños, al modo de los capítulos de Scooby Doo.

Emociona más este libro por lo que tiene de español que de italiano, pues muchos de los personajes son españoles y, sobre todo por los refranes, las citas y ese sabor a La Celestina, El Lazarillo o incluso El Quijote, que nos hace sentir en casa y recordar la maravilla de nuestra lengua y Literatura. Recuerda al ingenioso hidalgo en que es parodia y a la vez homenaje a una tradición literaria, especialmente en los textos epistolares de la novela, donde florecen la invención y la fina guasa culta. Hay alusiones cómicas rijosas, teológicas, históricas, en un trenzado literario que crea colorido y sensación de realidad, pero a la vez de distancia erudita. Cada capítulo se titula al modo barroco, con largas frases, y además se propone un tempo musical y una pieza de alguna obra de Gesualdo. Esta forma de titular, de hecho, es lo que más produce una distancia artística, pues nos recuerda regularmente que el libro es artificio y lo maneja un autor. Para mi gusto, hubiera eliminado estas sugerencias musicales.

Pero el dictamen definitivo de un libro es cuánto nos ha gustado y yo me he reído mucho con los latigazos verbales y las réplicas de uno y otro. Es una lectura que nos mete dentro del doble asesinato –al fin y al cabo, es de lo que más documentación hay– y juega con la intriga de esos extraños últimos meses de Gesualdo. Más que para amantes de la música –que también– es para lectores con cierta cultura y con un afinado sentido del humor.