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Reseñas
literarias
James Shapiro

El año de Lear

por:
Aurora Rice
Editorial
Catedra
Año de Publicación
2016
Categorías
Sinopsis
El año de Lear ofrece un íntimo retrato de uno de los momentos más inspirados en la carrera de William Shakespeare, un año excepcional en el que terminó de escribir " El rey Lear " y emprendió la escritura de otras dos grandes tragedias: " Macbeth " y " Antonio y Cleopatra " . El año 1606 fue extraordinariamente creativo para Shakespeare, pero terrible para Inglaterra. Las tragedias que Shakespeare escribió ese año fueron producidas bajo la sombra de la peste y del fallido complot para asesinar al rey Jacobo I y a los dirigentes políticos y religiosos de la nación. Como muestra James Shapiro, las tres obras maestras de Shakespeare están profunda¡mente determinadas por esa época. En Inglaterra, gobernada por un rey escocés, existían serias divisiones políticas y religiosas. " El rey Lear " es una obra que trata sobre " la división de los reinos " , mientras que el acontecimiento crucial en " Macbeth " es el asesinato de un rey escocés. Shakespeare, en profunda sintonía con los conflictos culturales de su época, los encaja en el tejido de sus tragedias.
James Shapiro

El año de Lear

Remember, remember… 

James Shapiro, profesor de literatura de la Universidad de Columbia en Nueva York, entusiasta de Shakespeare, opta con gran acierto por la “tomografía biográfica”: el análisis minucioso de un año en la vida del autor. Tiene ese don tan especial, tan americano, de hacer amena una obra por otro lado bastante sesuda: dedicó quince años a investigar para otro libro anterior, 1599: Un año en la vida de William Shakespeare, titulado originalmente The Year of Hamlet; este le ha llevado diez. Se ha empapado todo lo que existe (la bibliografía ocupa treinta páginas del libro, bien compactas), referido al día a día del año de gracia de 1606, en Inglaterra, y ha escrito un libro que es como una máquina del tiempo que transporta al lector al Londres del rey Jacobo. Nos cuenta qué se cocía, qué tiempo hacía, de qué se hablaba, qué sentían los londinenses que conoció William Shakespeare en aquel momento. A qué olía la ciudad. Los recorridos por el barrio y el nombre de su librería más cercana. Las reacciones del público en el teatro. 

Y ¿por qué justamente el año 1606? Shapiro quería meterse en la piel del Shakespeare jacobino: todo el mundo piensa en Shakespeare como autor isabelino, pero durante la última década de su carrera vivió bajo Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. Ese año estuvo marcado sobre todo por tres cosas. Una fue el empeño del rey en unificar sus dos reinos en uno solo, empeño que nunca pudo lograr. Otra fue la epidemia de peste bubónica que se cebó con los londinenses. Y otra, las consecuencias de la Conspiración de la Pólvora, frustrada en noviembre del año anterior. Un tiempo triste y difícil para Inglaterra; para la creatividad de Shakespeare, un gran año. “Ambas cosas están relacionadas”, señala Shapiro: el genio de Shakespeare se crece con las situaciones conflictivas.

Nada menos que tres de sus más grandes obras maestras compuso en 1606: El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra. Muy diferentes entre sí, claro: para eso era un genio. Shapiro va analizando distintos aspectos de la vida, de la sociedad, de la política, del teatro de aquel año en Londres, y cómo influyen todas esas cuestiones para dar como resultado justamente esas tres tragedias en ese año. 

Shakespeare vivía intensamente la ciudad. Sería muy consciente de las torturas y horripilantes ejecuciones públicas practicadas sobre los conspiradores de la pólvora (cuyo plan, de haberse llevado a cabo, habría acabado con las vidas de miles de personas). De las persecuciones contra los católicos, sospechosos siempre y más ahora. De los brotes de peste, presente casi siempre en mayor o menor medida, cuyas víctimas se contabilizaban semanalmente, por parroquias; cuando el número subía de treinta, se cerraban los teatros y lugares de reunión. Y de la poca simpatía que despertaba el derrochador rey escocés, una vez pasada la novedad. 

Era además un ‘Hombre del Rey’ “que actuaba junto con su compañía en Greenwich, Hampton Court y Whitehall”. A lo largo de aquel año fue testigo directo de cosas muy significativas, de las cuales algunas tardarían en madurar en su mente: por ejemplo, de Londres zarparon para América tres barcos, llevando a los que fundarían Jamestown, la primera colonia permanente en Virginia; los ecos de esa expedición se encuentran en La tempestad, su última obra escrita en solitario, un lustro después.

Un rey escocés… espíritus infernales… la inspiración de Macbeth. El propio rey Jacobo era autor de un libro titulado Demonología. No estaba solo en su firme creencia en la existencia real, palpable, de los demonios, una creencia compartida por la sociedad en general: los arqueólogos han desenterrado hace poco una viga, en una casa donde durmió Jacobo, con marcas que lo protegían del Maligno. (Por cierto que, como señala Shapiro, el hábil Shakespeare le da a Jacobo un “cameo” en Macbeth.)

En cuanto a El rey Lear, la trama está basada en King Leir, obra anónima, un poco anterior, con final feliz. Shapiro nos muestra al público que acude ilusionado al Globe a ver un nuevo Shakespeare basado en una obra amable que ya conoce… y se encuentra una de sus obras más oscuras y trágicas. La gente se queda helada. Ese público privilegiado ha sido testigo, entre otras cosas, de la creación de un personaje novedoso: un bufón hecho a medida de Robert Armin, el actor que lo iba a encarnar, por momentos “ingenioso, patético, solitario, iracundo y profético”. El papel del rey sería para Richard Burbage, que ya había hecho de Ricardo III, Hamlet y Otelo: el mejor actor trágico de su tiempo. Por primera vez, bufón y rey comparten el escenario.

Y Antonio y Cleopatra es la continuación de Julio César, estrenada seis años atrás. Shakespeare recurre a Plutarco para hacer una crítica de la política actual; según Shapiro, Cleopatra encarna la nostalgia por la reina muerta, la “Good Queen Bess” a la que ahora echa de menos su pueblo, desencantado con el escocés. Pero lo hace como siempre, dándole la vuelta al original, a la fuente, y convirtiéndolo magistralmente en otra cosa: la pareja, maltratada por Plutarco, se convierte ahora en unos “gloriosos amantes trágicos”.

Shapiro reconoce que de muy joven no le gustaba Shakespeare, no lo pillaba. Lo descubrió en sus años universitarios cuando fue con su hermano un verano a Londres, y vieron las funciones que allí se representaban. Desde ese momento quedó enganchado, dice, y trabajaba en lo que fuera para reunir dinero y volver todos los años, a dormir donde podía; en tres veranos pudo ver tal vez ciento cincuenta montajes shakesperianos. Jamás se ha cansado de Shakespeare, y con sus libros consigue su objetivo: enganchar al lector, contagiarle su entusiasmo. Para el bardólatra que fantasea con viajar en el tiempo y tomarse una cerveza con su autor más venerado, El año de Lear cumple con creces esa ilusión.

 

  

 

Temática:
Los tiempos de Shakespeare
Te gustará si te gusta:
La historia, el teatro, la literatura
Léelo mientras escuchas:
Music In the Time of Shakespeare, de Dirk Freymuth
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