X
Reseñas
literarias
Susan Sontag

El amante del volcán

por:
Aurora Rice
Editorial
DeBolsillo
Año de Publicación
Categorías
Sinopsis
Esta novela histórica poco convencional, firmada por una de las grande s pensadoras del siglo, nos habla del sexo y la revolución, del destin o natural, del arte y de la obsesión del coleccionista, pero, sobre to do, del amor. Susan Sontag fue autora de cuatro novelas. Con la obra En América obtuvo el National Book Award 2000 en la categoría de ficci ón. También fue autora de un libro de relatos, varias obras teatrales y siete ensayos. En 2003 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Murió en Nueva York el 28 de diciembre de 2004. Ambientada e n el Nápoles del siglo XVIII y basada en las vidas de sir William Hami lton, su famosa mujer, Emma, y lord Nelson, acompañados por muchas de las grandes figuras del momento, esta novela histórica poco convencion al, firmada por una de las grandes pensadoras del siglo, nos habla del sexo y la revolución, del destino natural, del arte y de la obsesión del coleccionista, pero, sobre todo, del amor. -Una novela de ideas ap asionada, y a menudo radical, que contiene todos los placeres al viejo estilo de las novelas históricas tradicionales.- The New York Times Un examen apasionadamente feminista del cambio acaecido en la civiliza ción occidental desde el Siglo de las Luces. El libro de Sontag es un dibujo radical y exquisitamente detallado de la Europa de las últimas décadas del siglo xviii.- Chicago Sun-Times
Susan Sontag

El amante del volcán

Hablemos de iconos: Inconfundible Susan Sontag, en cuya vida destaca el activismo como entre su obra predomina el ensayo, pero que escribió también relatos cortos y cuatro novelas, entre ellas El amante del volcán. Y, ¿qué puede haber más icónico, fascinante, aterrador y magnético que un volcán activo? La novela gira en torno a sir William Hamilton, su segunda esposa, Emma, y el almirante Horatio Nelson, amigo de la pareja y amante de ella. El cuarto personaje, o el primero, es el Vesubio, especialmente activo en esos años; su silueta, junto con los materiales que expele (sólidos, líquidos y gaseosos, ígneos y magmáticos), ejerce un poder de atracción sobre todo aquel que lo contempla. Forma parte de sus vidas; su comportamiento refleja casualmente en algunos momentos los acontecimientos de alcance mundial que se están desarrollando. El volcán nunca duerme del todo, como tampoco las inquietudes sociales que estallaron en tantas ocasiones, con más o menos fuerza y con efectos más o menos permanentes durante aquellos años.

El volcán es la presencia constante. Produce ruidos, olores y temblores, como un dragón con fiebre. Los personajes lo contemplan desde sus terrazas y miradores, y algunos (sobre todo, el amante) se acercan peligrosamente hasta donde el volcán se lo permite. Gracias en gran parte a la actividad pasada del volcán el Cavaliere se entrega a su pasión de anticuario, y muchos hemos visto, seguramente sin saberlo, objetos que pasaron por sus manos. Quien tenga curiosidad por indagar en el tema, entre en la estupenda web del Museo Británico, teclee el nombre de William Hamilton, y verá que aparece relacionado con 5,436 objetos, de los que se encuentran a la vista del público 532 (el más espectacular, el Vaso Portland; pero también muchas preciosas ánforas, cráteras, hidrias, etc. de las que llenan varias salas del museo, y cuya llegada influyó en las cerámicas inglesas, muy especialmente las de Wedgwood). El afán coleccionista de Hamilton centra gran parte de la novela: su obsesión por el Vesubio se extiende a las recién descubiertas Pompeya y Herculano, cuya excavación promovió. Sontag nos descubre todo un mundo napolitano de picaresca, disimulos, engaños de ida y vuelta en torno a las antigüedades. Y el volcán, atracción turística ya entonces que complica la vida al embajador, obligado a atender a compatriotas más o menos ilustres que llegan a Nápoles para contemplarlo. Él quisiera estar a solas con la montaña, para poder observarla a gusto.

Otra presencia constante es la Revolución, cuyas ondas expansivas llegan a todas partes. En Nápoles reinan un hijo de nuestro Carlos III y una hermana de la desdichada María Antonieta; en Inglaterra, el a veces demente pero muy interesante Jorge III. Los vapores de los acontecimientos que tienen lugar en Francia aterran a todos; recala en Nápoles el héroe, vencedor de la Batalla del Nilo, se produce un maremoto de idolatría y nace un amor de leyenda, el de lord Nelson y lady Hamilton, narrado con exquisitez por Sontag.

Dice Benjamin Moser, biógrafo de Susan Sontag, que leerla equivale a hacer varios másteres sobre cultura, teatro, baile, fotografía o guerra. El amante del volcán se sitúa en la Ilustración y habla de geología y vulcanología, de arte antiguo, de historia, de pintura, de óptica; de las razones que impulsan los comportamientos de los nobles de unos y otros países, de las clases populares y de los reyes. Del sueño de la razón (Goya también está muy presente) y lo contradictorio y lo paradójico de nuestra especie:

¿Qué aspecto ha de tener un héroe? ¿O un rey? ¿O una belleza? Ni este héroe, ni ese rey ni esta belleza tienen lo que Reynolds consideraría un aspecto apropiado. El héroe no parece un héroe; este rey jamás ha parecido ni se ha comportado como un rey; la belleza, ay, ya no es bella. Hablando en plata: el héroe es un hombrecillo tullido, desdentado, gastado y flaco; el rey es un gordo repugnante con herpes y un enorme hocico; la bella ha engordado por culpa de la bebida, y ahora no es sólo alta sino grande, y a sus treinta y tres años ya no está nada joven. Sólo el Cavaliere (aristócrata, cortesano, estudioso, hombre de buen gusto) coincide con el tipo ideal. Es alto, delgado y de finos rasgos y está entero; aun siendo con diferencia el mayor de estos cuatro futuros ciudadanos del universo de la pintura histórica, es el que conserva una mejor condición física. Claro que eso a ellos no les importaba. Lo interesante es que a nosotros, tan alejados del tiempo en que la pintura había de representar un físico ideal, y que afirmamos encontrar humanizadoras la fealdad y la imperfección física, sin embargo nos parezca digno de explicación, y un poco sonrojante, el hecho de que se pongan románticos el que ya no está en forma y la que ya no es joven, idealizándose (insensatamente, decimos nosotros).

Nada edulcorado este romance, nada idealizados los personajes ni las situaciones. Al fondo, con su bahía, la ciudad de Nápoles, considerada entonces la más bella de Italia; en la lejanía, pero muy presente, Vesubio eterno y siempre cambiante. Es el decorado por el que han pasado multitudes a lo largo de los siglos, y los personajes de Sontag han logrado (con más méritos unos que otros) superar el olvido inmediato. A Goethe, uno de los visitantes del embajador, le desagrada el volcán, pero escribe que “Nápoles es para aquellos que sólo viven. Siendo como es hermosa y espléndida, imposible quedarse aquí. Pero me hace ilusión recordarla”.

 

Temática:
Amor y lujo
Te gustará si:
Te apasionan las pasiones
Dónde leerlo:
En el jardín, al fresco
Acompáñalo de:
Una limonada bien fría
También te puede interesar