Zeruya Shalev ha dicho que espera que sus libros sean terapéuticos para sus lectores, pero no para ella. Con Dolor ha hecho una excepción. Ella, Shalev, sufrió un atentado terrorista en Jerusalén cuando volvía de dejar a sus hijos en la guardería. Exactamente igual que Iris, la protagonista de esta novela.
Ella, Iris, ya había estado postrada antes, de adolescente, después de que la rechazara el amor de su juventud. Pero ahora, el médico que le trata el dolor resulta ser el hombre que fue el chico que le partió el alma. Podría quedarse en una novelita de romance maduro, con su infidelidad, sus hijos adolescentes y su trabajo robándole jirones de tiempo a la protagonista. Pero Dolor no es eso.
La autora dibuja con exactitud impresionista el paisaje interior de esta mujer que se le parece. Cómo te lleva su escritura del alboroto interior a la trepidancia del ritmo narrativo. Y, sobre todo, qué profundos los cimientos de cada párrafo. Shalev nació en un kibutz en Israel en el seno de una familia culta y cursó luego Estudios Bíblicos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Intentó ser psicóloga, atendió a soldados heridos, pero la experiencia pudo con ella, así que se dedicó a las letras. Todos esos trazos biográficos están presentes en el trampantojo de sus capítulos: algunos en las capas exteriores; otros, allá en el fondo, sosteniéndolo todo.
Lo que resulta claro es que este libro, así, no podría haberlo escrito alguien que no haya leído con detenimiento la Biblia; alguien que no entienda que los anhelos y las frustraciones del alma humana están tallados en piedra en el documento fundacional de Occidente. Y tampoco lo habría escrito si no hubiera leído tanto y tan bien la literatura universal. Zeruya Shalev es hoy una voz ineludible en las letras hebreas que ha sido traducida a las principales lenguas. Varios de sus libros están disponibles en castellano. Merece la pena seguirle la pista.