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Reseñas
literarias
Silvia Cruz Lapeña

Crónica jonda

por:
José María Contreras
Editorial
Libros de K.O
Año de Publicación
2017
Categorías
Sinopsis
Un viaje por España y por el tiempo, con desvíos que llevan a festivales de música en Amsterdam y a hospitales al borde del colapso. Hay castañuelas de imitación y castañuelas viejas de ébano que suenan a duende zascandileando dentro de un tonel. Guardianes de las esencias y renovadores que siguen la estela de Camarón y Paco de Lucía con saxofón, contrabajo o con un piano tocado como si fuera guitarra, pues no hay nada más flamenco que una mano hurgando en tripa. Sus páginas huelen al azufre de las minas de La Unión, en Murcia, a dama de noche y a pescado aliñado con ají, limón y cilantro.
Silvia Cruz Lapeña

Crónica jonda

Al flamenco, como a la ópera o a los toros, los profanos solemos acercarnos con cierto temor. Parece que, aunque sea como espectadores, nuestros inexpertos sentidos son capaces de arruinar el espectáculo al intentar disfrutar de él. Es tanta su liturgia, tan inflexibles sus escuelas, tan escrupulosos sus juicios, tanta la pregonada ignorancia de los expertos, que uno se siente intimidado. Lo suyo sería no ir y ya está, dejar que los iniciados burbujeen en su propio caldo; pero entonces me privaría de una emoción universal que tienen las tres artes y que yo, pese a mi absoluto analfabetismo, percibo por el simple hecho de haber nacido humano. Así que hago de tripas corazón y voy, solo que con la precaución de tragarme los olés, de no ser nunca el primero en aplaudir y no jalear aunque me lo pida el cuerpo a gritos.

La última vez fue hace un par de semanas. Farruquito venía a mi pueblo y allí que me planté con mi señora esposa. Desconocía entonces, como desconozco ahora, si el bailaor sevillano es más o menos clásico. También ignoraba los palos que iban poseyéndolo en cada uno de sus zapateos. Lo que sí sé, y esto no hay experto que me lo discuta, es que me fascinó. Desde el primer momento aquello se me metió en las tripas y disfruté como un niño, eso sí, entendiéndolo a mi modo y supongo que entendiéndolo mal. De hecho, tanto me gustó que recordé que Libros del K.O. había publicado algo por esos derroteros. Se llamaba Crónica jonda y lo firmaba Silvia Cruz Lapeña. No había que superar un test para comprarlo, así que me hice con él. Y con la boca pequeña del ignorante, diré que lo he disfrutado.

Salvo la primera pieza –un perfil magistral, por diferente, de Paco de Lucía–, el libro está escrito desde la primera persona. Se trata, como por otra parte marca la línea editorial de la casa, de una serie de crónicas en torno al flamenco. La autora, sin embargo, no rehúye el terreno familiar ni, sobre todo, lo referente al propio oficio periodístico. Y en este último campo hay varias apreciaciones de una sensatez rotunda.

Aunque no soy quién para afirmarlo, diría que Cruz Lapeña es una experta fiable en el mundo del flamenco. Primero, porque se dedica a ello. Segundo, por lo que escribe. Y tercero y principalmente, porque parece no entenderlo del todo, y a pesar de ello, ni se lo calla ni intenta desenmarañar su espíritu inexplicable y contradictorio. Parece que, como tantos otros embrujados por este arte, algo se le agarró un día dentro, un pellizco, un pálpito inefable que ya no le ha dejado en paz. Quizá fuera el atisbo de ese duende del que hablaba Lorca y que quienes más parecen atesorarlo, menos pueden, o quieren, dar fe de él.

En un momento, la autora se dice por boca ajena: “No hurgas en el flamenco para entenderlo, lo haces para ahuyentar a la muerte, para atrapar la alegría”; o como también declaró en una entrevista: “El flamenco es llorar con un ojo y reír por el otro”. Y esa ambivalencia, que al fin y al cabo es la ambivalencia del hombre, alienta al libro a través de la boca del flamenco; un arte al que, por cierto, han puesto el membrete de inmaterial cuando cuesta imaginar algo que lo sea menos

 

 

 

 

Temática:
Crónicas en torno al flamenco
Léelo mientras escuchas:
Flamenco a hurtadillas
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