Ahora que contra todo pronóstico ha muerto Isabel II e internet anda frotándose las manos con su memizable sucesor, me ha parecido oportuno comentar una de esas novelas de las que se suele decir “muy británicas”. El autor es J.L. Carr y su título, How Steeple Sinderby Wanderers Won the F.A. Cup, fue traducido en España por Cómo llegamos a la final de Wembley, con lo cual se cometió una doble traición.
La primera fue la sustitución de la intencionada cascada de nombres propios por uno solo, Wembley, que ni siquiera figura en el original, pero que los editores de Tusquets considerarían reconocible por sus compatriotas. La segunda, y más sangrante, fue promover un suspense en el título que el autor quiso evitar: mientras en el original se anuncia que el equipo ganó la final, en la traducción se limita a declararlo finalista. Supongo que al señor J.L. Carr no le gustaría el cambio, pero como murió en 1994 y el libro fue publicado en España en el 2018, sus quejas no trascendieron.
La novela cuenta la prodigiosa temporada de un equipo de un ignorado pueblo de la campiña inglesa, con apenas 500 habitantes, que consiguió de manera milagrosa proclamarse campeón de la FA Cup ―hoy Emirates FA Cup, y es que el sueldo de Haaland no se paga solo―. Dicho torneo, además de ser el más antiguo de los que aún se disputan, tiene la peculiaridad de que cualquier equipo puede participar en las primeras rondas. Y dado que el fútbol es un deporte especialmente hospitalario con lo imprevisible, puede llegar a darse el caso de que el más humilde de los equipos acabe enfrentándose a los cocos de la Premier. Eso no hace que la trama sea creíble, pero sí impide que la novela pertenezca al género fantástico. Ya lo dice el autor en el prefacio, en quizás la cita más recurrente de la obra: «Pero ¿es verosímil esta historia? ¡Ah!, todo dependerá de que ustedes quieran creérsela…».
El libro cuenta con una premisa formal interesante. El ficticio autor, Joe Gidner, poeta de tarjetas de felicitación, recibe el encargo por parte de la directiva de escribir un libro que narre la gesta para la posteridad. Es el Homero del Steeple Sinderby Wanderers. Lo curioso es que no leemos la versión definitiva, sino un borrador: «La historia oficial será mucho más larga […], se suprimirá todo lo que sea de mal gusto y estará mejor escrita. También costará más». No es mala como Captatio benevolentiae. Así, el autor se siente excusado para llevar un estilo ágil y desenfadado que se agradece, y que además contrasta cómicamente con las extensas citas de las crónicas que aparecieron en los medios escritos; crónicas que van de pretenciosas para arriba.
Como es habitual en las novelas futbolística, hay algo de fútbol y mucho de todo lo demás. Es un libro, por supuesto, humorístico y, por supuesto, costumbrista; todo él está atravesado por la confrontación entre el sentido común aldeano y las majaderías urbanitas. También hay un regusto melancólico y ciertas doloridas reflexiones, pero apuntadas apenas y sin cargar las tintas, que al fin y al cabo lo que leemos no es más que un borrador.