Adelina Batlles Garrido presenta en este libro una correspondencia inédita, un total de cincuenta y una cartas de Benito Pérez Galdós a varios corresponsales. Se incluyen también cinco cartas de Emilia Pardo Bazán a Galdós correspondientes a los inicios de su relación. En estas cartas Galdós condensa gran parte de su vida, como padre, amante, político y dramaturgo. A pesar de su ceguera, cosa que se advierte en la grafía de estas cartas, Galdós nunca dejó de preocuparse por sus seres queridos y la realidad española. La obra de Galdós sigue dando sorpresas: una enriquecedora colección de cartas inéditas que retratan curiosos aspectos de su vida íntima y familiar.
Me acuerdo cuando mi profesor de Latín, Don Aurelio, irritado porque estaba yo leyendo un epistolario de Tolkien –odiaba la ficción fantástica, que contraponía a la Historia y el Mito– me espetó delante de toda la clase: «¡Van a acabar publicando sus facturas de la luz!». Sin embargo, mi regocijo era grande al poseer ese tomo publicado en 1981 por Minotauro, tal era mi devoción por la obra del sudafricano. Entiendo que solo podían interesar esas Cartas reunidas por su biógrafo Humphrey Carpenter si uno era fervoroso lector de, por lo menos, El Señor de los Anillos. En muchas discurre sobre la lengua de los elfos que él creó, sobre el inglés antiguo y medio y sobre sus gustos como filólogo. En otras, habla con sus hijos del matrimonio, de la Iglesia, de su infancia. Pero, insisto, solo tienen interés para un devoto lector de Tolkien.
Por el contrario, estas cartas inéditas de Galdós que pública Renacimiento –parece que siempre queda socarrat que rascar en la paella de los inéditos– pueden gustar a tirios y troyanos porque nos adentran en la unamuniana intrahistoria del entresiglo pasado. Aunque haga décadas de nuestra primera lectura de Doña Perfecta o Trafalgar –no hay que tener vergüenza en confesarlo: aunque no se hayan leído– estas cartas son muy interesantes per se
porque son un trozo vivo de una época que ya pasó y no volverá, en este país insufrible y glorioso al que llamamos España.
Hay que sumergirse un buen rato en estas cartas hasta ajustar el oído a la sonoridad de su castellano, que a nosotros con nuestros «vale», «ok» y «te veo luego», puede resultarnos pomposo; y acostumbrar también la mente a su sintaxis, que puede resultarnos envarada. Es uno de los motivos por los que este tipo de colecciones, epistolarios, dietarios o memorias, son tan útiles para entender una época, más allá de los libros de Historia. Hace muy poco tiempo –en términos históricos– que murieron estas personas y, sin embargo, qué lejana y novelesca nos resulta su sociedad de carruajes, bujías, queroseno y polio. El estudio introductorio de Adelina Batlles Garrido nos sitúa en este momento de la vida de Galdós, deteniéndose en su producción teatral y la importancia que él le otorgaba como impulsora del cambio social. Liberal en su juventud, republicano, había virado hacia las posiciones de Pablo Iglesias. Por otro lado, refiere con emoción sus encuentros con el Rey Alfonso XIII. Hoy día se le habría tenido como de derecha reformista, o liberal-conservador, pero entonces el socialismo era una idea renovadora y aún limpio de las atrocidades que el PSOE cometiera en la II República y la Guerra Civil. En sus obras de teatro se denuncian las condiciones de vida de las clases trabajadoras (en consonancia con la Encíclica Rerum Novarum de León XIII), aunque esgrimiendo un anticlericalismo muy evidente para los cánones de la época. Esto siempre se aduce como la razón principal para no haber recibido el Nobel. El trasfondo del epistolario es este conjunto de inquietudes transformadas en dramaturgia y tiene, por tanto, más enjundia para aquellos interesados en su obra teatral. Pero también funciona como piezas finales del gran puzzle biográfico propio de un personaje de la talla de Galdós.
Como Pilar del Río para Antonio Machado (a.k.a. Guiomar en sus poemas tardíos), Teodosia Gandarias fue el amor de vejez de Don Benito. Una mujer más joven que, al igual que la Pardo Bazán en su plenitud, supuso un estímulo en los días oscuros de Galdós. Oscuros literalmente, pues fue perdiendo vista poco a poco, circunstancia que se puede comprobar en los manuscritos. Recordemos las palabras de su amigo Navarro Ledesma: «Le gustan las mujeres lo que nadie puede imaginarse, pero todo se lo calla y de estas cosas ni Dios le saca una palabra». De esta reserva lo saca por la fuerza la indiscreción de sus lectores del futuro, nosotros. Siempre me pareció en cierto modo ilícito este airear los trapos, no diré que sucios, pero desde luego no inmaculados, de los escritores y las celebridades. Si una correspondencia es privada lo debería seguir siendo siempre. Otra cosa muy diferente es que, una vez publicada esta intimidad, yo sea el primero en leérmelo todo, por supuesto. Pero lo leo con el ceño fruncido de desaprobación.
Hay una vieja argucia en el cartelismo callejero que consiste en imprimir en letra muy grande la palabra «SEXO» y alrededor, muy en pequeñito, el resto del texto: «Sea usted del SEXO que sea, este producto le conviene». De lejos el cebo, y de cerca el detalle, en claro antecedente del clickbait. Sucede con la portada de este libro, en que leemos en letras gordas «Benito Pérez Galdós (en rojo) – Cartas inéditas (en verde) – Emilia Pardo Bazán (en rojo)», y nuestra avidez de cotilleo culturalista se lanza a comprarlo. Afortunadamente –y digo afortunadamente, porque el libro es interesante de todas formas– no nos damos cuenta de que el texto completo de la portada dice: «Benito Pérez Galdós. Cartas inéditas sobre el teatro. Junto con otras cartas de Emilia Pardo Bazán» (por cierto, es un detalle primoroso el enmarcar la foto de ella en la «O» de «Galdós», y la foto de él en la «O» de «Pardo»). Se ve que, como la Preysler y Vargas Llosa, lo que vende es la pareja Galdós-Pardo Bazán, de quien ya se han aireado suficientes intimidades, cariñosas y rijosas. Esas otras cartas que dice la portada ocupan solo tres páginas del libro. Pero sirven para venderlo y bien vendido que está.