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Reseñas
literarias
Josep Pla

Calendario sin fechas

por:
Jesús Beades
Editorial
Destino
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Por primera vez se publica en su versión originaria una selección de los más de 1.700 artículos que Josep Pla escribió semanalmente en su sección titulada "Calendario sin fechas" en la revista semanal Destino, en la que colaboró de 1939 a 1975. El presente volumen constituye por lo tanto una primicia y muestra que el autor siguió escribiendo tambien en castellano hasta el final. Unos artículos que supusieron la fragua de la mayoría de sus libros y que ahora aportan el descubrimiento de un estilo vivo en su forma primigenia.
Josep Pla

Calendario sin fechas

Los autores como Pla, Chesterton o González-Ruano seguirán dándonos alegrías editoriales durante décadas. Su producción como columnista de periódicos —en este caso, de revista semanal– ha dejado una cantidad ingente de textos, de diversa ocasión y tono, pero en los cuales cada quien podría sumergirse, bucear y salir a la superficie con su propia selección personal. La que nos ocupa es obra de Xavier Febrés, que ha tenido acceso a los mil setecientos artículos (largos, para nuestro uso actual) publicados durante treinta y muchos años en la revista Destino bajo el epígrafe que da título al libro, Calendario sin fechas.

Como ya hemos hablado un poco de Pla, esta reseña quiere ser un collage, un álbum de recortes, para que se hagan ustedes una idea de la variedad de temas y la aparente invariabilidad del estilo de Pla a lo largo de casi cuarenta años. Digo aparente porque, si bien Pla es el absoluto maestro de la adjetivación (con perdón de Borges, y después de Miguel d’Ors, pero estos en verso), se nota cómo en sus primeros años hay una profusión de epítetos que más adelante amaina un poco. Donde en los años cuarenta coloca cuatro adjetivos, en los sesenta y setenta coloca tres, o dos. En realidad es una cuestión de equilibrio, tomando como medida el párrafo y no la frase. Lo mismo ocurre con las comas.

Pla es capaz de imprimirle ritmo a un pasaje sólo (qué alivio esa tilde, por Dios) con el uso de las comas, produciendo un ritmo picado, a contratiempo, que después se remansa en una largo período sin interrupción. Hay quien diría que el adjetivo es lo fundamental del estilo de Pla. Yo pienso que es lo segundo más importante, pero que antes está la sintaxis. Pasa de una frase corta, a la francesa, de cuatro o cinco o seis palabras (que hoy cultiva Antonio Agredano) a un estuario anchuroso de respiración profunda que termina desembocando en un punto y aparte. Pero estas consideraciones, dirá el lector, ¿a mí qué me importan? Son cosas de escritores, como si dos mecánicos se entusiasman hablando de pistones y válvulas. Así que pasemos ya a la cata.

Botones de muestra con fechas

Se encuentran por doquier en esta selección muestras de la tendencia de Pla a rebajar lo espiritual y recalar en lo concreto, en lo práctico:

«Pero si constituye casi una obligación turística figurarse esta vieja raza encarada permanentemente en lo ignoto y dominada por preocupaciones de ultratumba, no diríamos toda la verdad si no hiciésemos constar que Bretaña es al mismo tiempo una Arcadia de la horticultura y que el bretón, si efectivamente vive tocando el camposanto, se rodea también de huertecillos admirablemente cultivados (…). Bretaña es un paraíso en el que conviven, pues, la mística y las leguminosas».

(Recuerdos de Bretaña. 13 de junio de 1942).

Hay un buen puñado de reflexiones sobre el oficio y el estilo. Anoten esta:

«Estas formas son universalistas por lo que tienen de obviedad evaporada, es decir, de superobviedad. «¿Cómo está usted?» «muy bien, ¿y usted?» «Hace un buen día.» «Sí, señor, hace muy buen día.» «La señorita tenía unos dientes blancos y unos brazos perfectos.» «La luna brillaba melancólicamente.» «El ingeniero era inteligentísimo.»».

(Sobre Joseph Conrad. 1 de diciembre de 1945).

Hay varios momentos, sobre todo en los artículos de descripción paisajística o de viajes, en que el lirismo es innegable, pese a la tendencia del autor a lo pedestre:

«En el mar todo es movimiento, nada hay parado, ni muerto. En mi pasar, lento, oigo el gemido de las cuerdas de amarre en su tensión extrema. En los puertos por la noche, estos ruidillos son característicos. Probablemente, en la vida, se producen, en nuestro alrededor, siempre, estos insignificantes ruidos. Es la fatiga de la materia, el cansancio de la existencia. Nuestros oídos, por fortuna, no los perciben. Luego, cuando el mar sube y las cuerdas se aflojan y dan la curva de la distensión, parece que todo respira. Nuestra vida se parece, quizá, a las cuerdas de amarre de los puertos. Tiran, se aflojan, vuelven a tirar, y a la postre se rompen de fatiga».

(Nocturno de invierno. 9 de febrero de 1946)

Pero, como si se sintiera avergonzado por ello, no tarda en rebajar el licor de lo poético con el agua de alguna idea, como es la indiferencia de la Naturaleza a nuestras interpretaciones:

«La atonía exterior es, sin embargo, una falsa pista: uno tiende a creer que el silencio de las cosas es emocionado, calladamente palpitante febril. No. Es un silencio perfectamente indiferente, un silencio mineral, vegetal, marino, abrumador, limpio, directo. Todo sigue su vida con la fatalidad de siempre. El mar huye, como cada día».

¿Se le escapa un endecasílabo o se lo permite?:

«Es dulce ver llover de esta manera».

Este juego de dejar salir el lirismo y al momento recogerlo adquiere formas tan simpáticas como la que sigue:

«Llueve sobre el mar, como llueve sobre la tierra, como llueve sobre la vida: por razones plausibles ¡Qué extraño inciso! Todo esto me ha salido casi sin querer».

(Lluvia sobre el mar. 13 de abril de 1946).

Pla, un viejoven

A partir de cierto año se vuelven frecuentes las alusiones a la edad, que nos cogen por sorpresa puesto que Pla siempre nos ha parecido un “viejoven”. Esta impresión se debe, entiendo, a El cuaderno gris, supuestamente escrito por un muchachito que no llegaba a los veinte años, pero en realidad extensamente recompuesto de mayor:

«Suele ser costumbre, cuando se cumplen cincuenta años, echar un vistazo a la vida que uno ha dejado atrás y que en ningún caso volveremos a vivir. De este vistazo resulta que a los veinte años uno quiso ser inmortal; a los treinta, considerable; a los cuarenta, contribuyente, y a los cincuenta unos se contentaría con no tener que hacer una cantidad excesiva de estupideces y de papeles ridículos para ir tirando del carrito».

Alguna vez, y como quien no quiere la cosa –Pla rehúye de las grandes palabras casi siempre– se marca una reflexión de hondo calado histórico, con la excusa de una consideración estilística:

«Me parece sospechar que la generación de que formo parte siente en su interior una gran fatiga, un cansancio abrumador. Es algo más que escepticismo espiritual: es una fatiga física. Somos una generación de envejecidos prematuros, sin ninguna de las ilusiones del viejo verde. Todo lo que sale de nuestras manos está tocado de fatiga. Por eso ha habido, en la literatura, tanto retoricismo».

(A los cincuenta años. 8 de marzo de 1947).

Consejos de perro viejo

Alguna vez contesta con fina ironía a quien le pregunta por su oficio, aunque en su guasa deja escapar ciertas verdades:

«Un artículo, un buen artículo, no ha sido jamás obra de la inspiración. Es obra de la reflexión, de la estrategia, de la astucia. Los mejores artículos son aquellos cuya escritura consiste simplemente en poner el limpio un artículo anterior elaborado previamente en la cabeza, pensado reiteradamente, conservado en la memoria, modificado mentalmente, una infinidad de veces. Un artículo es la reminiscencia, lo que queda, la ceniza de un fenómeno mental conservado, pero desaparecido. Es un escuálido recuerdo de otro artículo, absolutamente maravilloso pero inaferrable, indominable, indescriptible. Un artículo de periódico, señora, no es más, en definitiva, que un papel ridículo».

(Para hacer un buen artículo. 30 de enero de 1965).

Queda por hacer –como Enrique García-Máiquez con Chesterton– una compilación de “aforismos a posteriori”, extraídos de todo la obra de Pla:

«La vida espiritual de nuestro tiempo está situada entre los sonetos de Duino (que son sonetos a la muerte) de Rilke, y la vida solar, libre, hedonística, plena, que la humanidad, tan fatigada, pretende realizar». (La luna de enero. 18 de enero de 1969).

Poeta a su pesar

A menudo se olvida de que no quiere ser poeta, y sólo brilla:

«Sin embargo, las noches de enero son muy bellas, tanto las oscuras como las tocadas por la luz de la luna. Me refiero a las noches secas, limpias, cristalinas. En las noches oscuras con este tipo de características los astros brillan con un fulgor inusitado, abrumador, con una fascinación portentosa. No hay espectáculo más bello que estos pedazos de fuego cristalizado describiendo sus anchas curvas en el cielo».

 (La luna de enero. 18 de enero de 1969).

No podemos no recordar la «Oda al caldillo de congrio» de Pablo Neruda cuando Pla nos cuenta las dificultades de cocinar este espinoso y longitudinal pescado, acompañado de guisantes. Éstos, mejor pequeños y grisáceos que gorditos y de un verde lustroso. Lamentamos que no haya muchas más notas gastronómicas en esta selección.

No faltan algunas notas de crítica literaria, como esta tardía lectura de Chéjov:

«Lo que primero me impresionó fue la simplicidad de la escritura, el cuidado exacto de los detalles, el interés fabuloso por la habitualidad de la gente –exactamente de la gente modesta, pequeña, gris, misteriosa (sin misterio apreciable), aduladora, envidiosa, que nace, vive y muere–. La escritura es tan normal como tan acercada a la pequeñez de las cosas de la vida que a mí me parece que el escritor ruso ha contribuido como nadie a la destrucción del barroquismo literario y que esto lo ha hecho de una manera casi inconsciente y por razones de honorabilidad personal, es decir, por un anhelo de autenticidad y de verdad que se le han personalmente impuesto».

(Chéjov al lado del fuego. 5 de abril de 1969)

Se ofrece también algún momento  de crítica política y de actualidad, en que se muestra a las claras el liberalismo de Pla, su repugnancia por la intervención estatal, o su crítica a las «Revolución de los Claveles» en Portugal; pero en general tienen menos interés que cuando habla de cosas realmente importantes como los pájaros, los cerezos y el resplandor de la luna sobre el mar.