Hay personajes literarios con los que nos tomaríamos unas copas, otros con los que pasaríamos unas vacaciones y algunos a los que todos querríamos tener al lado en mitad de una aventura, aunque no nos caigan del todo simpáticos. Johnny Porter, sin duda, es de los últimos. Indio canadiense, políglota –habla veinte idiomas, incluidos algunos casi extinguidos-, biólogo y antropólogo, marinero, con sorprendentes habilidades como mecánico y camaleónico maestro del disfraz. Así, en frío, su biografía no suena demasiado creíble. Pero el autor de este libro es capaz de convertirlo en un personaje verosímil, tridimensional y fascinante, capaz de seducir a las mujeres y despertar un punto de envidia en los hombres.
Porter entra en la historia cuando el profesor soviético E.M. Rogachev, desparecido desde hace diecisiete años, envía un misterioso mensaje cifrado a un profesor de Oxford en el que pide que sea él, precisamente él, quien viaje al Ártico para recibir una información de suma importancia. Y Porter, claro, hace la maleta. Su travesía hasta Rusia -de incógnito en un barco japonés- es sólo la primera de muchas peripecias, que se desarrollan principalmente en los fríos y remotos parajes de Siberia, alrededor de una base científica clandestina.
Hay mucha acción, claro, pero también una historia de amor. Y muchas descripciones minuciosas -desde el ensamblaje de un coche hasta la falsificación de un pasaporte, pasando por la fonética de los dialectos siberianos-, que no se hacen pesadas, sino que sirven para dar densidad y credibilidad a la trama.
El autor, Lionel Davidson (1922-2009), escritor británico, como casi todos los maestros de la novela de espías, vivió –también es un rasgo común entre los autores del género- una vida azarosa. Abandonó el colegio a los 14 años, fue tripulante de submarino en la II Guerra Mundial y cubrió como fotoperiodista la invasión soviética de Checoslovaquia. Escribió ocho novelas para adultos y varias para adolescentes. Graham Greene, nada menos, lo describió como “el primer narrador contemporáneo en recuperar las grandes aventuras de Rider Haggard”.
Mezcla bien agitada de novela de espías y novela de aventuras con unas gotas de ciencia ficción, un poco Miguel Strogoff y un poco James Bond, escrita con la minuciosidad de un relojero y la pasión de un cartógrafo, Bajo los montes de Kolima proporciona más de 500 páginas de felicidad a quienes saben que los libros pueden ser divertidos sin tener que ser estúpidos.