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Reseñas
literarias
Charo Lagares

Sevillana

por:
Nieves B. Jiménez
Editorial
Lumen
Año de Publicación
2023
Categorías
Sinopsis
Sevillana es la historia de Alejandra Díez de la Cortina, una joven arquitecta de interiores que está a punto de casarse con Gonzalo, su novio de toda la vida. Los dos son sevillanos pero viven en Madrid por motivos laborales. A Alejandra le ha pasado lo que a muchas jóvenes de su ambiente: cuando la relación se consolida, el hastío amenaza entre monterías de caza, paseos a caballo e interminables partidas de golf. Es entonces, durante uno de esos eventos sociales, cuando un amigo de Gonzalo comienza a acercarse peligrosamente a ella. Esta es también la historia de su abuela, que acaba de quedarse viuda y se siente muy sola, aunque es feliz ante la idea de la boda de su nieta. Y es, por último, la historia de su madre, que tiene una obsesión secreta y que está más irascible que nunca: esa vida de apariencias, fiestas y prejuicios ya no le llena. ¿Qué une realmente a esas tres generaciones de mujeres? ¿Por qué los miedos de su madre son tan importantes para las decisiones que deberá tomar Alejandra? Charo Lagares deslumbra con una primera novela emocionante y divertida sobre los vínculos de una familia de la clase alta y conservadora de Sevilla.
Charo Lagares

Sevillana

¿Se puede vivir bajo una mentira? ¿Vamos a dejar de ser honestos por miedo? ¿Vamos a dejar de intentar relacionarnos con sinceridad por miedo?

A Estrella Morente le decía su padre, «¡cortito y flamenco, Estrella, que por la boca muere el pez!». Dicho y hecho. Y confiesa Charo Lagares en el breve apartado de biografía, «por lo general, intentando escribir en frases más cortas» y qué habilidad tiene para adentrarse en la parte más vulnerable y sentimental de los lectores y de acomodarse en ella con toda familiaridad. Lagares lleva años cosiendo con palabras el mundo de la actualidad, la información, cuidándolo con esmero. Un periodismo que ahora ha quedado en stand by y donde guarda sólidos afectos. Ahora crea otra obra, esta vez literaria, Sevillana (Lumen), tejida con sus sueños e inquietudes. Y su lectura no nos ha dejado nada fríos.

Charo Lagares deja constancia, sin malicia, de cierta sociedad sevillana. Charo ama la literatura, y se nota. Escrito con claridad y buen gusto se fija en detalles que a otros pasarían desapercibidos. Lo inquietante que resulta el deterioro cuando, al final, es lo más natural del mundo. Enriquece el texto con recursos cargados de ironía, humor, una excelente mirada y un buen oído para trasladarnos, con frecuentes referencias a pequeñas cosas, desde los espacios domésticos, a la infancia y al recuerdo. De los salones familiares, con un gran clan de allegados y parientes, a los paseos, las fiestas, los restaurantes… Sumérjase en un paisaje costumbrista que tiene un gran antecedente, para empezar, en Balzac, para quien el espacio era también un aspecto narrativo fundamental.

La creación del lenguaje 

Una de las características que, a mí al menos, hizo que me enganchara a su forma de escribir hace años, la creación del lenguaje: «Atravesé la cordillera de piernas cruzadas», «los cubiertos se enristraron». La contracción de una frase en una palabra, «la verdá», «yastá», calcándote al camarero, -«Qué se lantoja», «qué va a queré hoy usté»-, con la riquísima habla sevillana. Esa Sevilla verídica: «Empapante», «ea».

Con enracimadas frases hechas, comparaciones, retratos, que sólo pueden salir de la mente de una escritora genial. Todas las lenguas sirven para todo, siempre y cuando quienes las utilizan tengan ingenio o juicio, decía Juan de Valdés. ¿Quién no ha escuchado «arrecía de frío»?; «en febrero el frío de Sevilla lamía los huesos, culebreaba por entre las capas de ropa como agua derramada», «mis calcetines parecían hechos de escarcha».

Asimismo, la descripción física supone un medio para perfilar el carácter de la mujer a lo Pardo Bazán, con una adjetivación profusa que evoca lo sensorial: «La mano de Iñigo me recorrió la espalda desde el cuello a la cintura y desde la cintura al cuello. La mano volvió a descender con lentitud y freno sobre el cierre del sujetador […] del hombro la yema de los dedos toda la piel me hormigueaba, me pesaba como si me hubieran rellenado de cemento líquido». Por no hablar de una auténtica sublimación pictórica a partir del gusto por el color.

La trama

Mujeres. Tres generaciones. Vidas. Madres atareadas, nerviosas, omnipresentes; padres casi ausentes, abuelos protectores, amigas y vecinas entrometidas… Se discute, pero, como en los finales de un Jardiel, siempre vence el sentido común. Porque estamos ante unas supervivientes. La joven, a punto de dar el sí, reñida con la decorosa y aburrida discreción de la sociedad sevillana. Las horas vacías, que se llenan con conversaciones (podemos trasladar a otra provincia española, no se encrespen). Hastiada de rutina, «que cae como un crudo invierno».  «Viviendo con tristeza la desgastada ilusión», ve apagarse los días, «carentes del arrojo del enamoramiento». Para colmo, entran en juego los prejuicios y guardar las apariencias. «El amor te coge joven porque no tienes ni idea de nada», para Charo Lagares el amor es ejercicio, acto, iniciativa, bajarte de tu ego… y protección.  Una libertad mental a la que aspira también la madre, que se sabe vulnerable. Si acaso aspira a ser de verdad. Ha vivido entregada a su familia y se ha dado cuenta de que estamos aquí dos días. Empieza a reconquistar su vida. Y, la abuela, que encarna la soledad. Vivo reflejo de la sociedad de hoy, en la que parece que los mayores se van difuminando ante nuestros ojos. No está de más mostrar esta indignidad que sufren nuestros mayores: la indiferencia, el aislamiento… Una abuela que podría adelantar en modernidad y mente abierta a la hija y a la nieta. «Desmoronarse no lleva a ningún sitio», la intensidad con la que eres capaz de disfrutar de las cosas es lo importante.

Sevilla Madrid y viceversa

Una novela de personajes, sí, pero donde la ciudad es otra protagonista. A lo Balzac, nos sitúa en dos espacios urbanos: Madrid-Sevilla. Madrid, de forma artística: «Me dio vértigo volver. Allí las costumbres eran individuales, se alzaban sobre los restaurantes […], sobre las cafeterías en las que sabían que a partir de las cinco solo bebía té y sobre las calles que tomaba cuando regresaba, de vuelta a casa»; «no conocía nada más madrileño que el desarraigo». Una vida acorde con su categoría social, los encantos de la vida madrileña asistiendo a restaurantes, hipódromo, El Prado, Lhardy, Lucio, El Landó, Embassy y su porción de tarta de limón. Por otro lado, Sevilla te limita: «En Sevilla vería a mamá a diario. Vendría a casa un miércoles después de comer, o un domingo después de misa para dejarnos su bizcocho de limón». «En Sevilla no podría salir a la calle a pasear con música en los auriculares sin cruzarme con alguna tía segunda o alguna niña del cole. No podría mezclar unos pantalones de rayas y una camiseta con estampado de leopardo». «En Sevilla todas las semanas serían la misma. La vida de mis hijos sería una fotocopia de la mía», las casas de la infancia de las amigas, negocios, sitios de interés de la ciudad, «Bodeguita Romero de la calle Harinas»; la vida pasa alrededor de volantes y claveles, monterías para echarse al monte con el perro. No exagero si digo que clava la novelística pardobazanesca» trasladándonos  la función fundamental de los lugares de encuentro de la vida burguesa así como los sentidos: tacto, sabores, olores…

Los sentidos

Se abre un magnífico abanico de impresiones. Gusto y olfato: «La cocina olía a coco y hierbabuena o a dátil y lima o a caqui y pimienta o a melaza y savia nueva»;  «empapuchaba su medio mollete en aceite y lo nevaba de azúcar hasta que el pan crujía entre las muelas»; «a veces sustituía el azúcar por una cucharada de miel con canela y ralladura  de naranja»; «piden alcachofas, berenjenas con miel de caña y un montadito de pringá»; «¿tortas de Inés Rosales quieres, abuela?». Oído: «Cada diez minutos, la campanita del tranvía disipa de ciclistas y viandantes la calle San Fernando». Vista: «Las servilletas se revuelven sobre los adoquines. Se escapan de las mesas metálicas del otro lado de la calle y revolotean en círculos, huracanadas. Las hojas secas y los recibos de cervezas y montaditos se unen a la sesión de vuelo». El cansancio: «Le arenean los párpados». Ira: «Las ideas se me evaporaban en la cabeza, las sentía convertirse en gas. No podía agarrarlas».

Nos queda un mensaje esperanzador: la felicidad consiste en entregar, dar, compartir  y, a  pesar de todo, amar. Como Fito Páez, me niego a pensar que todo está perdido. Si entregamos nuestro corazón, ya hay esperanza.

Y un consejo: ventilarse, limpiarse, atreverse a ser uno mismo, en cualquier circunstancia. Ojo, con cierta paciencia para los cambios. Lo importante es ponerse en camino y tirar para adelante.