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A pesar del desorden del día y contra la agenda loca, consigo ir a misa. Lo celebro desde la grada con la efervescente sensación de que la eternidad le ha metido un gol al tiempo por toda la escuadra.
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La misa es en la iglesia de la Concepción, en la que nunca había estado, pero que es un mito familiar, porque era donde mi madre iba a misa todos los años que pasó en Madrid curándose del cáncer aquel, y de la que hablaba –he recordado hoy– con frecuencia y alegría.
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Celebra un sacerdote brasileño o monzambiqueño o angoleño. Habla un perfecto español, con algún leve deje portugués cuando decía «también». Sin embargo, en las palabras de la consagración, el acento le ha vuelto a sus raíces llamativamente. Tan desde su intimidad consagraba.
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Había una pareja (sospecho que de novios) delante mía que se daban la mano y se abrazaban y ella le acariciaba la espaldita a él tan lentamente. Sin excesos. No molestaba. Pero sí me ha hecho gracia el intenso abrazo que se han dado cuando ha llegado el momento de la paz. Falta no parecía hacerles falta. Y he vuelto a pensar en que siempre damos la paz a nuestros familiares y cercanos.
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Yo entonces recuerdo a la gente que se ha portado mal conmigo. Como son pocos, rezo mucho por ellos. ¿Quizá demasiado, encima? En todo caso, demasiado premio para el dichoso mérito de haberme fastidiado alguna vez.
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Para no dejar de desearle la paz a mis pocos y pequeños enemigos, pero tampoco regarlos de oraciones más que a nadie, aprovecho la paz para pedir la caridad. Y desearle lo mejor a tantos (ay, ay) que me son indiferentes, que quizá sea un mal más grave. Según el refranero («No hay mayor desprecio que no hacer aprecio»), sí.
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A la vuelta de comulgar, no puedo evitar fijarme. Y la parejita de los arrumacos es de guapos, sorprendentemente. No sé por qué tengo el prejuicio de que tanta demostración de cariño suele ser de feos, pero no, qué va, en absoluto, en este caso.
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Y cuando me he querido dar cuenta, ya había puesto el tiempo corriendo el balón en el centro del campo y, sin dejarme mucho más margen para las celebraciones, se ha puesto a correr para remontarme el partido cuanto antes.