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Borges y Nabokov y cualquier hijo de vecino coinciden en que releer es mucho mejor que haber leído, aunque lo malo, objetan, sonriendo, es que hay que haber leído previamente para poder releer. Yo casi sorteo ese molesto requisito gracias al premio Adonáis. Cuando llegan oliendo a nuevos los premiados de cada año, yo los releo, con la emoción añadida de que en el jurado los vi alzarse.
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Ya me pasó con Irene Domínguez, esta noche con Luis Escavy. Su Victoria menor es un libro que ustedes (si no son Aurora Luque o así) van a tener que leer de nuevas. Pero no se preocupen, porque lo releerán muchas veces después a lo Borges. Yo no había olvidado estos tres poemas, y aquí estoy releyéndolos de nuevas:
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HAY TRES COSAS
en las que nunca dejo de pensar:
los versos iniciales de la Eneida,
el número de errores cometidos
y en mis padres queriéndose de nuevo.
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PEQUEÑAS COINCIDENCIAS
Yo leyendo a Virgilio, tú empeñada
en las novelas gráficas de Hesse.
Yo encerrado en los viejos diccionarios
de griego y de latín, tú investigando
todas las conexiones de la mente.
Yo muy poco eficiente, tú pensando
en buscarte más horas. Yo queriéndote
mucho, tú queriéndome mucho
coincidimos en todo lo importante.
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EL MENSAJERO
Vamos a darle tiempo a Dios
[…]
Podría ser el epitafio
de quien amó en la vida y sigue
pensando en la resurrección.
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Este último poema sigue, pero no les estropeo su final sorpresivo, que también leer de nuevas tiene su encanto (menor).