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Una feliz conjunción de astros y de rastros ha querido que le halle un nuevo encanto a la expresión «¿qué mosca te ha picado?». Fui a ver al cine con mi hija Carmen la película de Spiderman. Como en vez de estar en el cine tendría que haber estado preparando mi charla en el Colegio Mayor Moncloa sobre la vocación a la escritura y como esa tarde, en vez de estar preparando esa misma charla, estuve leyendo a Andrés Trapiello, como aquí queda constancia, cuando la araña radioactiva pica a Morales, pensé en la mosca.
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La picadura de la araña es el equivalente a una vocación o destino. Podrá aceptarlo o no, pero la picadura ahí está. Más cotidiana («vosotras, moscas vulgares», que diría Machado) la picadura de la mosca también remite a la picada que a uno le da. En el libro de Trapiello se cuenta con gran emoción cuando su hijo decide responder a la vocación de fotógrafo y las palabras que le dirige su padre son tan emocionantes como verdaderas. Lo normal es no dedicarse a estas cosas, pero cuando te da la picada, hay poco remedio: «un gran poder –o uno mediano– es una gran responsabilidad –o una mediana–». Las palabras de Andrés Trapiello a su hijo, esto es, a todos:
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«Pero vas a ser como tu padre», le recordé, «sin oficio ni beneficio, y tendrás que acostumbrarte a vivir pobremente y a trabajar mucho; es posible que, en alguna ocasión, para salir adelante, tengas que recurrir a la limosna, porque emprendes una carrera mendicante. Los artistas y artesanos como nosotros hemos de mendigar los trabajos, el aplauso o, peor aún, la palmada en la espalda. Te pasarás solo el resto de tu vida, tú y tus sueños, tratando de hacer de ellos algo verdadero, algo real. Nunca tendrás tampoco la certeza de que has llegado a ninguna parte. Dejar de ser soldado no te convierte en guerrero, pero tendrás que aprender a ser un luchador y a batallar sin esperanza de ganar, sin poder compartir con nadie ni derrotas ni victorias».