Hemos vuelto a pasearnos por aquí y también, por los campos de Castilla. Sin irnos muy lejos, ayer, por León y espero muy pronto, por la dehesa manchega. Primero por Molina de Aragón y de vuelta, parada en Rello. Hasta donde podemos ver, acompaña un paisaje escabroso, abrupto, frío y duro, con unos grises intensos, tanto en la tierra como el cielo. Un otoño que ha llegado para quedarse una temporadita, le delata un olmo viejo de ocres y amarillos. «No es oro todo lo que reluce» pero aquí, la luz centellea divinamente. Con la cosecha recogida queda el rastrojo y un mal paso, nos descubre. En esta ocasión, un maestro puede corroborar lo que cuento. Los poemas de Campos de Castilla nos hablan de un Antonio Machado diferente, enfrentado una realidad descarnada que le muestran las áridas tierras de Castilla. Nace aquí un poeta nuevo que ensalza en sus versos a la cultura popular.
Él prefiere retirarse a las orillas del Duero entre pardos ruiseñores. Desconectar para volver a conectar. Ver, oír, disfrutar y, respirar.
