De la ilustradora Ximena Maier (Madrid, 1975) se podría decir lo mismo que de Jules Tavernier (1844 – 1889), que era “conocido por pintar vigorosamente cualquier superficie que tuviera a mano”; porque claramente pinta por oficio, pero sobre todo por gusto. Y eso se nota. Cualquiera que haya echado un rato con ella en un bar, en un concierto o la playa lo sabe: una servilleta, la arena, un iPad, un cuaderno o un trozo de papel, no importa, si se puede dibujar, allá que va. Esa generosidad con la que dibuja en cualquier parte salta a la vista en las ilustraciones con las que lleva apareciendo en revistas, libros y blogs desde 1999. Hace un mes ha publicado su cuarto libro como autora, Pompón en el teatro, (Bonnet à Pompon, 2020), cuyos beneficios irán destinados a la Fundación Aladina.
Acaba de publicar Pompón en el teatro, (Bonnet à Pompon, 2020), la aventura de un perrillo que se cuela en el Teatro Real intentando recuperar su pelota y lo recorre entero desde los camerinos hasta el escenario. ¿Qué es lo que más ha disfrutado de este libro?
Me ha gustado mucho este libro porque me han dado libertad total, ha sido muy divertido, es la primera vez que hago un álbum así, un cuento para niños muy pequeños. Conozco bien el Teatro Real porque he trabajado mucho con ellos, hice un folleto explicativo para niños hace casi 20 años, he ilustrado muchos programas de sala y la proyección de un espectáculo entero. Siempre me gusta saber cómo pasan las cosas, quién interviene, cuánta gente hay detrás de todo y qué cosas tan interesantes hacen, y creo que ha quedado bien la mezcla de información sin aburrimiento (espero). Será influencia de Richard Scarry.
En 2006 empezó un blog de cocina, Lobstersquad, en el que combinaba ilustraciones con recetas y anécdotas varias que tuvo mucho éxito. ¿Ha considerado la posibilidad de lanzarse con un libro de cocina? ¿Con qué tipo de libro se animaría?
¿Sabe eso que dicen de que el primer disco de la Velvet Underground solo lo compraron 2000 personas, pero cada una montó un grupo de música después de escucharlo? Eso pasó con los libros de cocina de Laurie Colwin, que dieron pie a miles de blogs. Supongo que si volviera a escribir recetas esa sería la inspiración, en formato cuaderno, una colección de apuntes, historietas y dibujos. Leo muchos libros de cocina porque me divierten, y me dan ideas para hacer cosas luego. Laurie Colwin decía que son como novelas sin trama, y mi amigo Ramón dice que es literatura profética, y yo digo que son microrrelatos con final feliz.
¿Cuándo se dio cuenta de que quería dedicarse a ilustrar libros?
Cuando me di cuenta de que los dibujos de los libros los hacía una persona. No sé en qué momento sería, con cinco o seis años.
Sempé afirma que trabaja muchísimo porque es muy desordenado e increíblemente vago, y “es bien sabido que los más vagos tienen que trabajar el doble, pero sí intento trabajar más que el resto”. ¿Se siente identificada, o en absoluto? ¿Es muy metódica en su trabajo?
A mí solo me mueve la pereza, es cierto, pero creo que es un buen acicate, obliga a trabajar mejor, no más. Eficacia máxima para acabar rápido y poder dedicarse a no hacer nada.
¿Cuál es su museo favorito del mundo, y por qué? Dejando a un lado el Museo del Prado, por el que sabemos que tiene debilidad –su Cuaderno del Prado (Nido de Ratones, 2017) va por la cuarta edición–.
Me encanta la National Gallery de Londres. Tiene varios de mis cuadros favoritos, incluido el que considero “mi cuadro favorito”, que es una tontería porque elegir uno solo es imposible, pero si tengo decir uno siempre digo La batalla de San Romano, de Paolo Uccello. Y porque casi todas las ilustraciones de la historia del arte de Gombrich son cuadros de la National Gallery. No di historia del arte en COU, y en la carrera de Bellas Artes, increíblemente, se da muy poca historia, así que ese libro ha sido básico para mí. Mucho mejor aprender así que a golpe de examen, una suerte.
Un buen libro de invierno.
Sherlock Holmes, o algún otro libro inglés de misterio, con niebla y chimeneas y té con tostadas.
¿Hay algún escritor con el que le gustaría colaborar?
Escritor no sé, ahora mismo. Me encantaría hacer dibujos para una película, que mis cuadernos fueran los de un personaje dibujante, como hizo Francesco Clemente en Grandes Esperanzas, de Alfonso Cuarón. Puestos a pedir, que la película fuera de Wes Anderson.
Describa un rato de lectura ideal.
Un rato robado, siempre mejor. En el campo, delante de la chimenea, cuando todo el mundo se ha ido a un plan muy activo. A media mañana, entre semana, al sol en una terraza tomando un café. En tren, mirando por la ventana entre página y página.
Según el ilustrador Oliver Jeffers, “no juzgues un libro por la portada” es el peor consejo que le han dado nunca. A lo largo de su carrera, ¿cuál ha sido el peor consejo que le han dado?
El peor no lo recuerdo, pero el mejor fue mi tía Isabel, que antes del examen de ingreso en Bellas Artes me recomendó nunca mezclar tres colores, porque fueran cuales fueran saldría “el temido tono patata”. Me gusta usar solo dos colores importantes en mis ilustraciones (no cuento grises y neutros varios), son mucho más limpias y vibrantes así.
¿Cree que la lectura puede servir de consuelo?
Supongo, yo es que leo porque me encanta, no sé yo si a alguien que no lea mucho le serviría. Yo odio hacer ejercicio, por ejemplo, y eso que dicen de las endorfinas que se desatan al correr no lo he sentido jamás, lo único positivo que he notado es alivio de que se acabara semejante tortura. A mí la lectura me sirve de todo, de entretenimiento, información, diversión.
¿Cómo ordena sus libros?
No sé si ordenar es la palabra adecuada, pero en el caos relativo que hay, están agrupados biográficamente. Según los voy comprando y leyendo se van juntando, más o menos, y se ven los de mis 20s, mis 30s. Hay unas cuantas estanterías de libros que aún no he leído, esos están en caos absoluto.
Dígame un libro que crea que se debe leer antes de los 18, y otro que mejor no abrir hasta pasados los 40 (y por qué).
No sabría decir, yo creo que los libros te encuentran en el momento adecuado. Lo que sí es muy recomendable es releer, y ver cómo de distinto es un libro leído con 18 que con 40.
Tres ilustradores favoritos.
Maira Kalman, Heath Robinson, Hergé.
¿Ha ido en algún peregrinaje literario?
No. Pero me gusta mucho encontrarme placas varias que digan por aquí pasó tal o cual, y aquí escribió esto o lo otro. Lo que sí hice con mi madre, hace años, es ir a ver a Barbara Cartland, que no sé si puede considerarse como peregrinaje literario o no. Mi tía Meye nos contó un año en la cena de Navidad que ese verano iba a conocer a Ernst Jünger, que tenía 103 años. Le recomendamos que no esperase al verano, y efectivamente el hombre murió esa primavera, creo recordar. Mi madre de la misma decidió que tenía que conocer inmediatamente a su escritora favorita, Barbara Cartland, que por entonces debía tener 97. Le escribió una carta y recibió una invitación a tomar el té, y allá que fuimos a su casa , que antes fue la casa de Beatrix Potter y es preciosa, para nada la locura de terciopelo rosa que me imaginaba. Nos dio una merienda elegantísima en un comedor decorado con retratos ecuestres del siglo XVIII, servía el té en una tetera de plata que debía pesar cinco kilos con una sola mano, y luego nos enseñó la pared con los originales de las cubiertas de sus libros, ilustradas por Francis Marshall. Barbara Cartland escribió 600 y pico libros, creo, pero los buenos, la gran reserva, son los ilustrados por Marshall, los de los 60 y primeros 70. Barbara Cartland’s Book of Useless Information es uno de mis libros favoritos de todos los tiempos.
El sentido del humor está muy presente en su trabajo en general. No todo el mundo tiene esa facilidad para trasladarlo al papel, ya sea por escrito o de forma gráfica. ¿Le sale de forma natural o hace un esfuerzo consciente?
Imagino que es carácter, o falta de carácter, prefiero las cosas ligeras y entretenidas, las comedias que las tragedias, los dibujos bonitos, los colores armónicos, las canciones tarareables con letras ingeniosas, qué le voy a hacer. Hay un fetichismo de lo difícil pero yo creo que no es nada fácil hacer esas cosas.
¿Hay algún libro que le acompañe invariablemente cuando viaja?
Siempre guardo un ejemplar de los cuentos de Saki en el bolsillo de la maleta, por si me quedo sin libro antes de lo que pensaba, o no me gusta el que estoy leyendo, o necesito algo corto y divertido antes de dormir.
Si pudiera escoger ahora mismo, ¿qué libro le gustaría que le encargasen y con qué estilo lo haría?
Tuve una fase de leer todo sobre exploración antártica y me hubiera encantado hacer un libro de eso, todo azul, pero ahora últimamente leo más sobre expediciones científicas del siglo XVIII, y aunque también tienen sus icebergs, casi todo son selvas y montañas y jardines. Algo así, para explayarme con los verdes y los árboles gigantes.
¿Qué libros tiene en su mesilla de noche?
Aparte de los tres o cuatro que esté leyendo en ese momento, tengo una librería entera al lado de la cama, llena de libros que pueda necesitar. Si estoy leyendo algo muy trepidante o triste o angustioso, lo último que leo en el día tiene que ser cortito y agradable. Antologías de artículos del New Yorker, reseñas de restaurantes de Jonathan Gold, críticas de cine de Anthony Lane, diarios de Virginia Wolf, Ex Libris de Ann Fadiman, cosas así.
¿De dónde saca inspiración?
Yo diría que la inspiración es un mito. Me gustan muchas cosas, y me interesan muchas otras, y en general creo que soy observadora y voy mirando un poco todo, pero nunca sé, basta con descubrir un tema nuevo para de repente verlo por todos sitios, y eso suele ser muy divertido de seguir. Pero igual me siento a dibujar porque tengo una servilleta de un bar con un estampado gracioso que quiero pegar en un cuaderno, que porque acabo de ver una película que me ha encantado, que porque estoy perdiendo el tiempo como sea con tal de no hacer algo que me da pereza.
¿Sufre alguna vez el mal de quedarse sin lectura a pesar de tener las estanterías desbordadas?
La historia de mi vida. Pero para eso sirven ese tipo de libros de relleno, para tener algo entre manos entre uno y otro. Leí el otro día que se pierden 45 horas al año solo brujuleando el catálogo de Netflix. Debo llevar varios meses en total así.