Cuando Netflix pegó la patada al tablero de la distribución, la globalización se aceleró a marchas forzadas. Ahora, por citar ejemplos variados, no suena extraño que los seriéfilos de pro sufran con una serie israelí bélica ambientada en la guerra del Yom Kippur (Valley of Tears), que se aterren con miedo y violencia en el desierto australiano (Wolf Creek) o que viajen a la Corea del Sur medieval en Kingdom, una insólita mezcla de drama histórico y zombis.

En este remedo de Phileas Fogg catódico, uno de los destinos que más fortuna y consistencia ha mostrado en la última década es el del paisaje escandinavo y sus gélidos alrededores. Tiene su lógica: el esplendor del denominado Nordic noir, un fenómeno que hunde sus raíces en un puñado de escritores que, en los noventa y primeros 2000, revitalizaron el género negro añadiéndole un sabor local inconfundible. Henning Mankell con las novelas del inspector Wallander y Stieg Larsson con la millonaria trilogía Millenium pueden considerarse los ejemplos más populares, pero la nómina es abultada: Jo Nesbø y su heterodoxo detective Harry Hole, Camilla Läckberg y los crímenes de Fjällbacka, una pequeña ciudad sueca o decenas de nombres que los amantes de la nieve, la diéresis y el thriller manejan con soltura.

 

Como suele ocurrir, la televisión (y el cine) acuden a los éxitos editoriales en busca de inspiración. Así, varios canales del norte de Europa empezaron a producir series que adaptaban novelas negras a la pequeña pantalla o que proponían su propia narrativa respetando los códigos del género. La hipnótica The Killing (Forbrydelsen en danés) fue la que popularizó el nordic noir en todo el mundo, al convertirse en un fenómeno también en Gran Bretaña y contar después con un remake americano. Intriga enrevesada, atmósfera inquietante, crítica social en uno de los países más prósperos del mundo… Esa estela la recogió Bron/Broen (El puente), una serie con una premisa muy suculenta: un cadáver aparece cortado por la mitad en medio del puente Øresund, que une la capital danesa, Copenhague, y la ciudad sueca de Malmö. ¿De quién es la jurisdicción? Ante la duda, una poli sueca con problemas de sociabilidad ha de trabajar junto con un mujeriego inspector danés para resolver el caso. Choque de culturas, de sexos, de concepciones de la vida… No es de extrañar que una idea tan juguetona haya contado con un remake televisivo ambientado en la frontera ferroviaria entre Francia y Gran Bretaña (The Tunnel) u otro en la carretera entre Tijuana y El Paso (The Bridge).

 

Partiendo de tan insignes precedentes, el TV-Noir nórdico dista de estar agotado. Ahora mismo en Netflix los fans del thriller gélido cuentan con numerosas opciones: la finlandesa Deadwind explora la desaparición y muerte de una mujer, en Los asesinatos del Valhalla la policía de Reykjavik rastrea un brutal asesino que corta los ojos de sus víctimas, y en Zona fronteriza (Borderland) un policía noruego se refugia en su pueblo natal, donde ha de investigar un asesinato que involucra a su propio hermano. Si a estos títulos les sumamos otros como Atrapados, Fortitude o Sol de medianoche (Midnattssol) comprobamos cómo la senda que abrió Kurt Wallander se mantiene tan oscura y fría como siempre.