Es raro que un barbero del Rey de Suecia se dedique a un libro que no me haya entusiasmado. No es programático sino problemático. Sé bien que para ser un buen crítico hay que tenérselas tiesas con los libros mediocres. Es la forma de poder luego resaltar a los mejores con un telón de fondo. Pero me aburro y los dejo. No ha sido el caso.

Vivir no es tan divertido y envejecer un coñazo (2021),de Óscar Tusquets Blanca no es un librazo. Tiene mucho de dejarse ir con la charleta. No es Dios lo ve, que fue un libro suyo mucho mejor, o Sin figuración poca diversión, del que aprendí tanto. Pero es un libro legible, como una agradabilísima conversación con un señor del que sabes que no va a ser tu amigo íntimo, pero que te ha tocado al lado en una cena, y qué buena suerte.

Hay bastantes cosas con las que no coincides con ese comensal sobrevenido. Su defensa de la eutanasia, tan contable y como de sentido común, es inquietantemente generalizable. Pero en otras muchas, sí estás de acuerdo, como en su escepticismo por los Juegos Paraolímpicos o su prejuicio contra los costosísimos tratamientos oncológicos en Estados Unidos. Aunque —nueva revuelta— da repelús esa teoría de la conspiración por la que sugiere que el lobby de los grandes hospitales está detrás de las series y películas norteamericanas que fomentan la mentalidad de agarrarse a la vida a toda costa (coste) por todos los medios y tratamientos hasta el ensañamiento terapéutico y financiero. En fin, ideas y venidas, acordes y desacuerdos, propios de una amena conversación en la que, de pronto, te das cuenta de que ya estás en los postres y el tiempo se te ha pasado volando.

Hace gracia lo catalán que es. Se le nota en muchos comentarios menores, de gran mentalidad práctica, digamos, y también en el «acento», esto es, en algunas expresiones que quizá no lleguen a catalanismos pero sí son catalanadas. Con mi innata simpatía prenacionalista, lo cuento como otro encanto indudable del libro. El encanto mayor, sin embargo, es que el título se debe entender a contrario sensu. Tusquets transmite que vivir es bastante divertido y que envejecer tiene su gracia. Aquí se ve:

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La sabia sentencia de Napoleón: «Imponer condiciones excesivamente duras es dispensar de su cumplimiento».

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Siempre he intentado acercarme a la gente de talento —esa es la razón de que siempre hablo bien de la obra de mis amigos.

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Johan Cruyff afirmaba: «Prefiero perder sin traicionar mis ideas que ganar sin divertirme»

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En un pasaje de El colgajo (sobrecogedor libro de Philippe Lançon, uno de los supervivientes del atentado de Charlie Hebdo, que seguramente ha contribuido a que yo esté escribiendo este), el autor le enseña a su admirable cirujana una reproducción de un pájaro grotesco de Picasso. Ante la falta de entusiasmo de ella, él argumenta: «En cualquier caso, es divertido.» Ella: «¿Se puede ser divertido sin tomarse en serio? Quiero decir, ¿divertido sin reírse de uno mismo?»

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Ya dijo Albert Camus (que desgraciadamente nos abandonó joven) que envejecer era pasar de la acción a la compasión. [No sé si el hecho de que nos abandonase tan pronto no le quita bastante autoridad a la frase.]

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¡Sesenta y cinco años! Edad quizás adecuada para jubilar a un minero o a un antidisturbios, pero que debería ser la mínima para acceder a una cátedra universitaria. [Me ha convencido y a los 65 me mudo a la universidad, D. m. Tengo que empezar la tesis.]

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[Los Juegos Paralímpicos una empresa quizás cargada de buenas intenciones] Me parece absolutamente erróneo dirigir a una persona a una actividad en la que está en desventaja.

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Ir siempre detrás de la moda garantiza no estar nunca de moda. Mejor quedarse quieto y esperar que, quizás en un futuro más o menos lejano, el tren vuelva a parar frente a nosotros.

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Los árboles bebés, a diferencia de los mamíferos, son poco agraciados.

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Aprender es de las actividades que más me han divertido en la vida.

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[A la tauromaquia sólo se la puede llamar «fiesta» en el sentido en que lo hace] Eugenio Trías en su libro La edad del espíritu, cuando la define como la cita del hombre con lo sagrado.

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La progresiva extinción del toreo me parece inevitable, pero esto no me enorgullece ni me hace feliz, entre otros motivos porque es la única práctica artística donde el creador se juega la vida. Si el diestro es un incompetente o un farsante el toro no le perdonará; a Hirst, a Koons o a Murakami los empitonaría al primer pase.

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[Entre las milimetradas actividades del día de su suicidio, Juan Belmonte] Luego, oyó Misa.

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Dani Freixes exclamó: «Pero vamos a ver, ¿este individuo va a vela o a motor?» Gran cuestión que nunca he olvidado. Podríamos dividir el colectivo de creadores entre los que van a vela y los que van a motor. Desde luego, muchos de los grandísimos —Vermeer, Velázquez… [van a vela].